Nuestra directora del mes es Mariana Hartasánchez, quien actualmente dirige Emilia en el Teatro Helénico. Su carrera inició muy joven, con apenas 12 años ingresa a estudiar actuación en el Centro de Arte Dramático A.C. (CADAC), de Héctor Azar, nos dice en entrevista. Posteriormente ingresa al Centro Universitario de Teatro (CUT) en la carrera de Actuación.
Es directora y fundadora de la compañía Sabandijas de Palacio, en Querétaro. Ha obtenido numerosos premios como dramaturga, entre ellos el Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera y el Premio Bellas Artes de Obra de Teatro para Niños. Además, ha realizado múltiples residencias internacionales.
En 2017 fue nombrada Artista Emérita por parte de la Secretaría de Cultura del Estado de Querétaro y miembro del Sistema Nacional de Creadores del Arte (2019-2021).
Hablamos con la creadora escénica sobre su trayectoria y Emilia, el proyecto que actualmente encabeza.
El inicio en el teatro y en la dirección escénica
Mariana Hartasánchez nos platica que inició su formación teatral en el CADAC. Ahí, nos dice, comenzó como actriz: “Algo que era maravilloso en esa escuela es que la formación en realidad era generalizada”. Así aprendió, señala: “un poco de actuación, de dramaturgia, dirección y eso me permitió empezar ya también a explorar desde adolescente el trabajo con actores”.
Posteriormente, al ingresar a la carrera de actuación en el Centro Universitario de Teatro, Hartasánchez tuvo la oportunidad de tener maestros que eran directores, como José Antonio Castro, José Ramón Enríquez y Mauricio García Lozano. En ese momento importante para la dramaturgia y dirección mexicana, nos dice: “Tuve la oportunidad de estar en contacto con estos directores, dramaturgos, jóvenes que estaban emergiendo”.
En este sentido, nos dice, que si bien su formación no fue propiamente de dirección, “desde el inicio estuve explorando ese camino”.
La directora y dramaturga hace 20 años fundó en Querétaro la compañía independiente Sabandijas de Palacio. Con este proyecto, explica, en el Museo de la Ciudad de Querétaro ha tenido la oportunidad de hacer muchas exploraciones creativas.
Esto ha resultado en que: “A lo largo de estos 20 años dirigiendo a mis actores y actrices, gente maravillosa que ha confiado en mí con todo y derrapes, pues eso me ha permitido forjar una visión de la dirección”.
Visibilidad y reconocimiento
Sobre el reconocimiento de las mujeres directoras, Mariana Hartasánchez considera: “Nosotras trabajamos mucho, pero se nos reconoce poco”. Sobre este particular puntualiza que lo importante no es el reconocimiento, sino que la gente vaya a los teatro. Más allá del renombre, el cual considera que es efímero y subjetivo, lo importante es que la gente se percate de que “hay muchísimas mujeres que están haciendo cosas increíbles”.
La falta de reconocimiento, considera Mariana, se debe a diversos factores. Uno de ellos es la difusión, pues es mucho más fácil darle lugar a los directores masculinos. Esta situación, nos dice, es parecida con el tema de la dramaturgia.
Como ejemplo nos pone la actuación, en la cual no pasa esto. Es, nos dice, como si a las mujeres únicamente se les permitiera estar sobre la escena por una predisposición o estigma que ha cargado históricamente. Al respecto reflexiona: “La mujer histérica es histriónica, y entonces ahí pues atrapada en su jaula escénica no hay ningún problema, no es peligrosa, al contrario. La vemos ahí explorar todas sus rupturas emocionales y excesos”.
Frente a esto, está la idea de que la dirección escénica y la dramaturgia se relacionan “con la racionalidad, con la mesura masculina”. En este escenario, nos dice, “los hombres, la verdad, nos la hace un poco difícil, siendo honesta”.
Sobre este tema, agrega que a una mujer le puede costar 20 años lo que a un hombre le puede costar cinco o tres años. Otro factor, nos dice, es el factor social, pues “si uno tampoco pertenece a una clase acomodada pues más difícil va a ser”.
El cambio todavía no está establecido
Al cuestionarla sobre las condiciones en las que las mujeres acceden a proyectos para dirigir, Hartasánchez nos dice que “durante mucho tiempo han sido desequilibradas”. Las condiciones, considera, se están ajustando y se está abriendo camino, buscando constantemente visibilizare el problema; sin embargo, el cambio no está establecido, remata.
Como ejemplo, habla de las convocatorias. Antes, nos dice, “era impresionante ver que en realidad todos los apoyos del Fonca iban para directores masculinos”. Se empieza a ver un cambio y unaequilibrio, consideró, pero “bajo la consigna de la cuota de género, que tampoco es lo ideal”.
Para la creadora escénica las cuotas de género son un principio para hacer conciencia. Sin embargo, aclara, todavía se mantienen como una especie de obligación. En este sentido, subraya: “Lo ideal sería eso, que las personas pudieran simple y sencillamente evaluar los trabajos sin tener que ver que detrás hay un hombre o una mujer, sino simplemente este trabajo me gusta o no me gusta”.
A esta situación no escapa el propio gremio teatral. En este sentido señala que cuando se va a ver obras de los colegas, siempre hay una especie de velo frente a los ojos. Esto impide ver “la obra artística tal y cómo se está presentando, sino que ya desde el principio hay prejuicios”.
Al respecto sostiene que, dentro del gremio, siempre se está cuestionando: “¿Quién es esta persona? ¿Me llevo bien con esta persona, me llevo mal? ¿Es mujer, es hombre? ¿Me ha quitado trabajos? ¿Ha ganado más cosas?”. Esta situación, confiesa, genera una imposibilidad para que las propias hacedoras de teatro se relacionen con una pieza, “que es lo que uno quisiera”.
Emilia “habla de un sistema”
Mariana Hartasánchez nos dice que Emilia precisamente habla de todo esto, lo cual es “sumamente importante”. Nos explica: “Refleja, de una manera cómica y brillante, como los problemas en los que las mujeres estaban atoradas en el siglo XVII, siguen siendo los mismos problemas que en la actualidad afrontamos como creadoras”.
La directora escénica puntualiza que si bien Emilia habla de estos problemas, lo hace de una manera lúdica y no victimizante, sin decir “los hombres son los únicos culpables”. En este sentido, reflexiona: “Habla de un sistema y de cómo, […] para muchos hombres es mucho más sencillo acomodarse en ese sistema y no pelear al lado de las mujeres. A pesar de que puedan, muchos ellos, reconocer la gran valía intelectual que puede tener una mujer”.
La directora, desde que fue convocada por María Inés Olmedo y Lucía Romo, y leyó el texto se sintió “enamorada de la inteligencia con la que está estructurada la obra”, confiesa. Cada una de las escenas, señala, son increíblemente poderosas. En este sentido, agrega que desde la escritura de la obra se contempla la integración de un elenco muy diverso y compuesto únicamente por mujeres.
Al respecto, Mariana Hartasánchez subraya que la decisión de las productoras de tener un equipo integrado solamente por mujeres. Destaca en este sentido la escenografía y la iluminación realizada por mujeres pues “también han estado completamente tomadas por los hombres”. Se trata dijo, de ir abriendo camino.
Trabajar con un equipo puramente de mujeres afirma la directora, ha sido maravilloso. La obra pide, agrega, “que nosotras hablemos de nuestras propias experiencias y esa visiblización, que mejor manera que visibilizar a través del propio trabajo y de la colaboración fraternal entre las mujeres”.
Los retos en Emilia
Un reto que enfrentó la directora fue encontrar el tono justo para que ninguna persona se sintiera agredida. Se trata, señala, también de abrir el diálogo de las mujeres con las mujeres. Sobre esto, abunda: “Muchísimas mujeres también somos partícipes de la propia represión misógina por cómo nos relacionamos con nuestras congéneres”.
En la obra hay, considera, “un espectro muy amplio de relaciones humanas”. Según Mariana eso posibilita el diálogo, planear que no todos los hombres son buenos ni todos los hombres son malos, ni las mujeres todas son buenas ni todas son malas, pues “hay una complejidad humana en las relaciones”.
Es en este punto de la obra, considera la directora, que Shakespeare ocupa un lugar tan importante. En este sentido, explica que existe una libertad literaria ahí, “no sabemos lo que pudo haber pasado entre Emilia Bassano y Shakespeare, de hecho, hay quienes dicen que Emilia Bassano pudo haber sido Shakespeare. Lo que hace la autora, muy inteligentemente es eso, una relación intelectual que también es pasional. Eventualmente este hombre, escritor importante, en este caso William Shakespeare, pero que podría ser cualquier escritor”, decide, a pesar de creer en lo que hace y escribe la protagonista, no pelear a su lado.
Todo esto, considera Hartasánchez, deja preguntas abiertas, y fueron parte del reto: “¿Cómo generar empatía en los espectadores y las espectadoras?”. Se trata, señala, de entender “cada una de las situaciones complejísimas en las que nos vemos inmersos en cada momento de nuestras vidas en relación a este tema tan fundamental”.
¿Por qué ver Emilia?
Mariana Hartasánchez nos dice que con Emilia el público la va a pasar muy bien. En ella verán momentos musicales fantásticos, con una sorprendente iluminación y escenografía, además de interpretaciones increíbles, nos dice.
Se trata, explica, de una obra: “Que cuenta una historia que cualquiera puede llegar muy fácil a entender, pero con muchas capas, que si uno le quiere rascar le puede rascar muchísimo, si uno solo se la quiere pasar bien, también se la va a pasar bien nada más, y que habla de un tema, de muchos temas importantes”.
Uno de estos temas que destaca su directora es el despertar de cada una de las mujeres a nivel creativo, aunque no se dediquen profesionalmente a ello. ¿Por qué una mujer tiene que escribir? ¿Por qué una mujer tiene que cantar? ¿Por qué una mujer tiene que hablar? ¿Por qué una mujer tiene derecho a pensar?
Otro aspecto que destaca en la obra, es que más allá de que Emilia fue madre y abuela, el foco de la historia está puesto en su trabajo creativo, en el trabajo creativo de la mujer más allá del ámbito doméstico. Esto, subraya Hartasánchez: “La hace muy poderosa, pues siendo nosotras, bueno, las once actrices y todo el equipo creativo, y las intérpretes musicales, hablamos un montón de nuestras respectivas experiencias en ese ámbito, porque todas somos creadoras, igual que Emilia”.
Por todo esto, la directora lanza una invitación para que hombres y mujeres, todas las personas, vayan a ver el montaje. “Nos encantaría recibirlos en este espacio que tan entrañablemente hemos creado para todas y todos”, expresó.
Aislar momentos humanos para que los podamos reflexionar en colectivo
A Mariana Hartasánchez el teatro le salvó la vida, confiesa. En este sentido, dice: “Lo he comentado siempre. Vengo de una familia muy conflictiva y en el momento en el que yo descubrí la posibilidad de convertirme en muchos otros seres humanos me percate de que no era la única que tenía los problemas que yo tenía”.
El teatro es, considera, “un lugar de absoluta conciliación, de conflicto y conciliación, donde encontramos que sí, que la naturaleza humana es conflicto, pero que siempre podemos encontrar una vía para comunicarnos con los otros”.
Finalmente, de manera categórica, nos dice que para ella el teatro es la vida y lo ve en todas partes. Nos comparte que cree que la posibilidad de aislar momentos humanos para que los podamos reflexionar en colectivo es única. El teatro, afirma: “Va a permanecer, con inteligencia artificial o sin ella, con este mundo virtual enloquecido, con cine, sin cine, el teatro va a sobrevivir porque depende de una persona que habla y de otra que está observando, pero ambas están comunicándose desde el corazón”.
Por Óscar Ramírez Maldonado, Foto: Cortesía Mariana Hartasánchez
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