Por Roberto Sosa/ Un escritor deja inconcluso su texto, creo personajes que viven atrapados dentro de un escenario, uno es dramaturgo, el otro cuentista. No saben qué hacer, esperan que algo suceda, pasan el tiempo inventando historias y juegos literarios; no saben cómo llegaron allí. De pronto sucede un apagón, regresa la luz y aparece una hermosa mujer, “me habían prometido una película neorrealista”, les dice.
La mujer es otro personaje como la imaginó el autor. “Me mandó aquí para deshacerse de mi…”, reflexiona. Le prometió una película en blanco y negro, pero se fue a dirigir una telenovela, el dramaturgo abandonó su profesión. “Las mujeres perdonamos todo, excepto el abandono y la mentira”. Los tres están dentro en un escenario, intuyen que frente a ellos está la famosa cuarta pared, la convención teatral.
Escrita y dirigida por Martín Zapata, El dolor debajo del sombrero habla de un dramaturgo –como él- que dejó inacabada una obra, los personajes existen en su imaginación pero no sabe en dónde están, ignora que los tres habitan su espacio natural: el escenario. La ficción dejará de serlo si los protagonistas traen a su creador a la escena. Zapata en esta obra se ve al ombligo, los actores se representan a sí mismos y el espectador es testigo.
Las actuaciones son de Adrián Vázquez, Ana Corti, Tadeo Zapata y el propio Martín Zapata. Elenco con probada capacidad y talento. Adrián actúa con la fuerza y carácter que lo define; Tadeo aporta mesura y sapiencia y Ana es la parte femenina que equilibra lo masculino. En la fábula ella se enamora de los dos y ellos corresponden. Un trío sui géneris que vive en el imaginario del creador y lo traslada al espectador.
El dolor debajo del sombrero es teatro dentro del teatro; autor y personajes salen de la entelequia para verse reales y viceversa. Es una comedia con guiños al teatro del absurdo. El escenario lo habitan actores para encarnar personajes, acá los personajes son los actores que se reconocen en su territorio. Los protagonistas enganchan al público y lo trasladan a su mundo de ficción donde todo está permitido.
El espectador que llegue a ver la obra encontrará un montaje bien logrado, bien acabado. Una puesta en escena con los elementos convencionales del teatro: texto, dirección, actuación y producción. Lo que pagó por su boleto le será redituado. El teatro desde esta perspectiva cumple su propósito. Espectar desde esta visión es entender y reír con lo que implica la creación dramática.. ¿A dónde se van los personajes cuándo el autor no termina su obra?
El teatro en esta obra le habla a su autor, escribe intentando encontrar esas ideas que perdió, sabe que están en algún lugar de su memoria. Recordar lo hace escribir el relato para hallar a su personajes, allí los tiene atrapados en un escenario sin poder salir, sin saber quién los llevó allí. Y quizá necesiten del espectador que con su presencia los pueda liberar. O mejor que se queden allí para la siguiente función.
La puesta en escena cuenta con los diseños de escenografía y vestuario de Mario Marín del Río; Eduardo Mier en la iluminación, creaciones que favorecen la historia. Y Joaquín López Chas en la creación musical, interpretada en vivo por Baldomero Jiménez, quien hace su labor sentado al piano frente a un muro compuesto con cabezas de muñecos, semejando cráneos incrustados en una pared, cada quien le dará su propia interpretación.
La obra se presenta de viernes a domingos, hasta el 12 de marzo en el Foro La Gruta, consulta horarios y precios, aquí.
