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EL CUERPO EN QUE NACÍ: El triunfo de una mujer que ha trascendido miradas



Por Alegría Martínez/ Nada más desafiante que hablar de nuestro cuerpo. Formas, tamaño, defectos, alcance, funcionamiento, debilidad, orgullo, vergüenza. Partes de un todo que determinan la vida de cada persona, su manera de encarar el mundo, de seguir con la frente en alto o con la mirada baja. Órganos y piel que detienen o impulsan un largo proceso para adueñarnos de lo que nos fue dado con bondades e imperfecciones. El cuerpo en que nací, novela de Guadalupe Nettel, recibe aplausos de pie en su traslado al teatro.

Los pies de Lu serpentean sobre el escenario para encontrar un espacio libre donde pisar, sin conseguir más tarde calzar un par completo que le permita conservar el equilibrio. Zapatillas, tenis, sandalias, botas, calzado con y sin tacón, saturan el escenario. La construcción imaginaria de la mujer que los usó en algún momento, con paso firme o indeciso, se desprende con reminiscencias de guerra íntima, de pérdidas y ausencia.

Lámparas de pie, de buró, de escritorio, de biblioteca, candiles, luminarias que penden del techo, una silla de gran tamaño y una de medida común, completan el espacio escenográfico diseñado por Matías Gorlero, que bajo la dirección de Benjamín Cann, crea la metáfora de obstáculos por la que transita la joven Lu y su yo adulta, Guadalupe, en su constante lucha por sobreponerse a un defecto de nacimiento en uno de sus ojos.

El cuerpo en que nací, es un texto introspectivo y valiente, auto crítico y con humor, que revela la forma en que la niña Lu percibe el mundo desde sus primeros años, con un ojo parchado, bajo la esperanza de arrancarlo de su rostro y liberarse así de una obstrucción que la cataloga en silencio como una persona diferente.

Lo que la niña vive, observa y siente en el México de los años 70 y 80, -en medio de crisis económicas, devaluaciones, cambios en la educación y en la moda, además de sucesos determinantes como la migración, el terremoto del 85- y sus propios conflictos familiares-, la conducen a encontrar sus fortalezas sin detenerse, tal y como en escena avanzan las actrices María Perroni Garza, que interpreta a Lu y Paulina Treviño, quien alterna funciones con Tamara Vallarta en el rol de su yo adulta, Guadalupe.

La adaptación libre de la novela escrita por Guadalupe Nettel, realizada por Bárbara Perrín Cann, dosifica el soliloquio de preguntas y respuestas que se hace el personaje y elige episodios de su vida que viajan en palabras, en diálogos de esta niña que es, con la adulta en que se ha transformado, como ante un espejo que cobra vida, en el que se observan ambas siendo una sola: la niña Lu y la adulta Guadalupe, ésta con sus contradicciones sosegadas.

En escena, la joven María Perroni Garza, deja fluir su espontaneidad y dota de matices a su personaje, con la vertiginosidad que la escena exige, al evocar sucesos que lo marcan poderosamente, como el hecho de presenciar una tragedia a distancia, la separación de sus padres, el significado de la prisión, el exilio que vive tanto en casa de familiar cercano, como en el extranjero, de lo que deriva su apego, empatía y solidaridad con migrantes como ella. Todo lo anterior además de su arrojo ante sus primeras experiencias sexuales.

Por su parte, Paulina Treviño, quien ha interpretado con brillantez complejos personajes escritos por Luisa Josefina Hernández y por Bertolt Brecht, entre otros, construye en esta oportunidad, a un personaje cálido, receptivo y empático consigo mismo, en interlocución constante con su yo joven, al que aporta una serenidad envuelta en energía positiva, que abraza al nuevo ser en que se ha convertido, gracias al tesón, que le ha permitido salir adelante.

Con diseño de vestuario, sencillo, funcional y cotidiano, a partir de pantalones amplios en telas orgánicas para ambos personajes, de Estela Fagoaga; música original de Federico Schmucler y Julio Cann, que se escucha a ratos, como un acento sonoro que las actrices suman a sus diálogos al accionar su teléfono móvil, ubicado en un extremo del escenario; producción de Claudio Sodi y Mariana Calderón.

El cuerpo en que nací engloba una experiencia escénica estética y literaria que desemboca en una narraturgia nutrida actoralmente en torno a una mujer que triunfa por encima de las miradas y a través de la propia que ha sabido enriquecer.

La obra se presenta hasta el 26 de marzo con funciones de viernes a domingo en el Foro Shakespeare, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.

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