Por Luis Santillán/ Román, con una pletórica fiesta, celebra de manera anticipada el cumpleaños de Eva, su esposa; lo que podría ser una noche sin trascendencia dará un giro por la llegada de Darío, hijo de Román, sobrino de Eva. Darío dice tener una razón para visitar a su padre previo a entregarse de lleno al sacerdocio, pero antes de poder exponer sus motivos, la dinámica que se establece con Abigail, sobrina de Eva y Román, develará la razón por la cual abandonó la casa paterna.
Esta es la línea de desarrollo que usa Reynolds Robledo en su texto Carne, mismo que bajo la producción de Lobos producciones y la dirección de Enrique Singer tiene temporada en el Teatro Helénico.
Hernán Mendoza encabeza el reparto con el personaje de Román, su trabajo es extraordinario; crea a un hombre que disfruta de la vida, hace uso de su poder para satisfacer a quien tiene cerca, responde de manera resiliente las inclemencias de la vida, tiene la rudeza de su oficio, es tosco e inhábil relacionándose con Eva y está dispuesto a realizar un enorme sacrificio. La evolución del personaje la proporciona Mendoza, tiene los matices adecuados para cada situación, resalta los deseos del personaje con sutileza y exabruptos, esos cambios le dan profundidad; construye estados emotivos que permiten provocar el desagrado del público para luego provocar la compasión. Su trabajo lo realiza como si el actuar en él fuera lo mismo que respirar.
Es muy grato el trabajo de Adrián Ladrón, lo sobresaliente es lo que crea en los momentos de silencio porque la carga emotiva es visible; lleva a Darío por diversos estados y los cambios de comportamiento enriquecen la dinámica de relación con los personajes. La forma en que se refiere y reacciona ante Eva construye, sin necesidad de contexto, la tensión para intrigar; acata las peticiones de Román y al hacerlo comparte la transformación que ha tenido el personaje fuera de casa; la dinámica que tiene con Abigail une su pasado con su presente; todo lo logra con su trabajo actoral.
Nailea Norvind tiene un personaje que debe trabajar con la contención, que debe cuidar que los estados emotivos alimenten las palabras; el momento de mayor logro se da cuando dimensiona lo que le ha ocurrido a Abigail, es un detonante para proyectar una fuerza que mantendrá hasta el final de la obra.
Jesusa Ochoa tiene el personaje de Abigail (el autor dice que está motivado por la creación de Miller en Las brujas de Salem), una adolescente que parece tener trastornos de personalidad y no por lo que le ocurre sino por sus inconsistencias. Ochoa se esfuerza en crear un personaje verosímil; la Abigail de Miller tiene un propósito claro, una línea de desarrollo compleja, la Abigail de Robledo sirve para que la trama se mueva hacia donde el autor quiere sin importar si hay construcción o no.
Jerildy Bosch diseña un precioso vestido blanco para Eva, la belleza de su diseño está en la carga dramática que tiene, el segundo vestido rojo potencia al personaje, lo coloca a la altura de Salomé; contrasta con la vestimenta negra de Darío, pero al mismo tiempo lo fusiona, esos son grandes aciertos en la propuesta de Bosch.
Singer ha colaborado previamente con Robledo. Las duplas dirección/dramaturgia fueron muy abundantes en décadas pasadas, permitían un desarrollo de lenguajes, de estructuras, de poéticas, pero sobre todo de fortalezas, porque cuando la dirección podía estar perdida la dramaturgia la guiaba, cuando la dramaturgia no llegaba a buen puerto la dirección evitaba su naufragio. Singer toma el texto y lo apuntala, lo vuelve “carne” de escena. El estilo de dirección de Singer proporciona la mesura para que la trama de Robledo respire, crea un contraste con la naturalidad para Román y la estridencia de Eva; hace uso de la composición para acentuar las motivaciones de los personajes, usa el espacio como elemento de tensión, sin embargo, hay elementos que, por decir lo menos, se enrarecen.
La escenografía plantea lo que podría ser una muy pulcra cocina, en primer término a la izquierda lo que quizá sea un tronco de carnicero, un juego de cuchillos; en el centro una superficie alargada donde hay una tarja, botellas de vino y copas, y una pierna de jamón serrano, sillas; a la derecha lo que podría ser los frigoríficos de la carne, sin embargo, el espacio no se incrusta en el universo de la obra; salvo los cuchillos, ninguno otro tiene una función, una carga. El tronco de carnicero, con forme la obra avanza, promete ser muy relevante, sin embargo, cuando podría ser un punto de máxima tensión, el colocar la acción al fondo, distante, y una pistola lo esquivan.
Se quiere mostrar un universo donde un hombre vive de la carne y, curiosamente, se simboliza con una pieza que está lejos de los mismos referentes que el mismo personaje expresa; las reses, como los secretos, solo son proyecciones, mapping. El discurso verbal pone en evidencia lo que le interesa al autor, pero, en escena quedan como proyecciones sin profundidad, es un texto con estructura de pieza salpicado con detonantes de melodrama, esa combinación lo vuelve estridente.
El público puede disfrutar de la propuesta de Robledo/Singer y he ahí la grandeza del teatro, las obras conectan y estremecen por la lectura que hace cada espectador; la experiencia sensible de quien mira es el alimento de la escena.
Carne se presenta los lunes y martes hasta el 11 de abril en el Teatro Helénico, consulta horarios y precios, aquí.
