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VAN GOGH, UN GIRASOL CONTRA EL MUNDO: La intimidad del artista en escena



Por Alegría Martínez/ El profundo amor entre Vincent y Theo, la comprensión y el inmenso apoyo del galerista hacia su hermano y su obra, la naturalidad, honestidad y belleza literaria mediante la que ambos se expresaban a través de sus cartas, permea la existencia del creador holandés y la totalidad del montaje Van Gogh, un girasol contra el mundo.

Distintos óleos creados por el artista nacido en 1853 y fotografías familiares en tono sepia se proyectan al fondo del escenario, reproducciones de gran formato que emiten su belleza y su luz, acogen y otorgan forma y contexto a los sucesos vividos por quien hoy es celebrado y reconocido universalmente.

Mario Iván Martínez es el autor de esta obra que introduce al espectador en la intimidad del pintor atormentado por las inmensas dudas sobre su propia obra. Seducido por la delicadeza de las flores, el sufrimiento humano y la fragilidad de la mujer que amó, sujeto a un permanente arrebato creativo en aumento como su producción, en la que invertía cada centavo enviado por su hermano.

El texto dramático desarrolla minuciosa y acertadamente episodios decisivos en la vida del creador de La noche estrellada, desde recuerdos de sus primeros empleos como predicador en la región minera de Borinage, hasta vivencias con su querida “Gacela”, el desencuentro al compartir casa con Gauguin, sus estudios académicos con Cormon, el descubrimiento de la obra de sus contemporáneos, el matrimonio de su hermano, su autoagresión y posterior estadía en el hospital para enfermos mentales, hasta su relación con el doctor Gachet, que cuidó de él hasta antes de su fallecimiento en 1890, sin dejar fuera la paradoja del valor económico y apreciativo actual de su obra.

Acucioso conocedor de la historia de este magno personaje, que en una de sus cartas a su amado hermano afirmó: “Pienso asumir sin rodeos mi oficio de loco”, Mario Iván Martínez plasma detalles que revelan la compleja personalidad de Vincent, su dulzura, dolor y agitación interior, alimento de sus obsesiones.

La presencia de su hermano Theo, de su cuñada, Johanna Bonger de Van Gogh, gracias a quien conocemos obra y cartas del pintor, así como de los distintos personajes que formaron parte de su vida, están ahí, en parlamentos esencialmente humanos, contundentes y breves que denotan sus características sin necesidad de explicaciones.

Referencias al movimiento impresionista europeo, a las contradicciones y vaivenes del mercado de arte que enfrentaba Theo desde la galería Goupil, incluida parte de la extrema situación vivida por hombres y mujeres del campo, así como la atmósfera en torno a las trabajadoras sexuales, otorgan al espectador el contexto de lo que le tocó vivir a Van Gogh, que dejó escrito en una de sus misivas: “Nosotros, artistas en la sociedad actual, no somos más que cántaros quebrados”.

Mario Iván, que décadas atrás ha dado muestras de su capacidad actoral en el extraordinario monólogo A la manera de Shakespeare, y posteriormente en La jaula de las locas como Albín/Zazá, por mencionar solo dos obras de distinto género, crea a todos los personajes que aparecen en la puesta, a través de distintos tonos de voz y formas de hablar, de un movimiento, un giro, un paso que muestra por ejemplo a Theo, su elegante hermano, ante su escritorio, segundos después de ser Vincent ante un caballete sin lienzo que deja ver el rostro, las pinceladas, el cuerpo de quien bosqueja la obra que se agiganta al fondo.

Bajo la depurada dirección escénica de Luly Rede, creadora de montajes que el tiempo no borra de la memoria, como Escorial, de Michel de Ghelderode, su actual puesta en escena es una experiencia estética, emotiva y visual, que sumerge con suavidad al público en el universo poético y dramático del hoy idolatrado artista plástico.

La mancuerna artística conformada por la directora Rede y por Mario Iván Martínez, propone al espectador un viaje biográfico enfocado en la obra, la escritura epistolar y el impulso creativo, vinculado al infierno interior de Vincent Van Gogh, sobre un espacio semivacío de elementos escenográficos, que se llena de presencias claras aunque incorpóreas, donde el pelirrojo de ojos claros respira y late en el cuerpo del actor, que abraza con el alma cuando aprieta los brazos sobre sí mismo.

La obra se presenta de viernes a domingo hasta el 24 de julio en el Teatro Helénico, consulta horarios, precios y descuentos, aquí.

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