Por Mariana Mijares/ Urinetown no es un musical convencional: un título en inglés hace referencia a un pueblo de pipí, personajes rompen la cuarta pared y el libreto continuamente sorprende; razones perfectas para cautivar tanto a los musicaleros, como al público que suele asegurar: ‘odio lo musicales’.
Al inicio, dos narradores: el Oficial Lockstock (Eduardo Siqueiros) y La Pequeña Sally (Liliana Rojas y alterna con María José Bernal) nos hablan sobre su difícil realidad: tras la sequía, el agua se ha vuelto un recurso limitado y muy caro, por lo que ahora hay que pagar a una compañía privada cada vez que se quiera utilizar los baños públicos; orinar en la calle se castiga con el exilio. Esta trama puede sonar sombría, y lo es, pero lo increíble del musical escrito por Greg Kotis (quien se inspiró en lo caro que resultaba pagar por los baños durante un viaje a Europa en 1995), es que esta anécdota se vuelve el vehículo para trasladarnos a un universo fantástico.
Este musical que se ha presentado en Reino Unido, Australia, Singapur, Sao Paolo y Estados Unidos, conquistó Broadway en 2002, cuando fue nominado a 10 Premios Tony y obtuvo 3: Mejor Libreto, Dirección y Partitura original.
La versión de México, adaptada y dirigida por Miguel Septién, se ha ido actualizando y renovando continuamente, no solo con términos mexicanos como ‘Fulano, Mengano’ sino que ahora incluye divertidas alusiones a José El Soñador.
En cuanto al reparto, los actores que originalmente presentaron el montaje: Siqueiros, Rojas, Memo Sánchez (Bobby Strong), Andrea Biestro (Penélope Pennywise) y Felipe Reyes (Cladwell) continúan.
Mientras que nuevos talentos se integran, como Caro Vélez en el papel de Hope Cladwell. La joven actriz luce gratamente su carisma gracias a la inocencia del personaje, su gran talento al valerse solo de expresiones faciales (cuando la tienen amarrada en una silla) y su gran voz en números como “Sigue a tu Corazón”. La actriz regiomontana había participado previamente en musicales del TEC como La Bella y la Bestia, Legalmente Rubia y Los Miserables. Este papel lo alterna con Carolina Reyes.
En su estreno en la Ciudad de México, en 2017, este musical cautivó al público y a la crítica (obtuvo el premio ACPT como Mejor Musical, además de Mejor Actor y Actriz de Soporte) por la energía y talento de su joven compañía: Ícaro Teatro, en su mayoría jóvenes queretanos que se trasladaban cada semana para dar funciones en CDMX. Esa misma esencia que los diera a conocer se mantiene en este remontaje y los mejores números resultan justamente aquellos que involucran a la mayoría del elenco, como “Urinetown” y el final del primer acto.
Ese mismo número -que precede al intermedio-, es uno de los más hilarantes, pues es un guiño a quienes no están familiarizados con el formato de los musicales, o incluso a quienes NO les gustan, pues la Pequeña Sally -que representa al público-, va haciendo preguntas puntuales sobre la estructura y decisiones de la obra, y al explicarle los porqués, el Narrador va contando, e ironizando, cómo funciona un musical.
Urinetown se estrenó originalmente en el Teatro Metropolitano de Querétaro y en CDMX en el Teatro Hidalgo, espacios con mayor capacidad y tamaño. Ahora en su nueva casa: el Teatro Milán, la obra adquiere una mayor cercanía con el público pues se aprecian mejor no solo las expresiones de los actores, sino también los detalles de sus vestuarios (concebidos por Luis Roberto Orozco), hechos de materiales reciclados de forma creativa que remarcan la pobreza de los personajes. La dirección musical y arreglos son de Dano Coutiño, y la coreografía de Arantza Muñoz.
La escenografía de Félix Arroyo (también a cargo de la iluminación) se mantiene minimalista y consiste en una “caja geométrica de nada” (como explicó Septién) y letreros que especifican dónde estamos: el urinario público o la Urine Good Company” (UGC); esto resulta suficiente pues el montaje encuentra formas claras para contar la historia gracias al trabajo de su elenco.
Para lograr esta nueva temporada, Septién y los actores pasaron un tiempo en un lugar conocido como ‘Casa Laberinto’, donde además de ensayar, la compañía se consolidó como una verdadera familia. Realmente esa fuerza y cohesión se transmite, y se siente, sobre el escenario.
Después del último número: “Veo un Río” y tras concluir la obra, el público quizá no verá el desenlace que esperaba; sin embargo, ese también es otro de los atributos del montaje: sorprender continuamente y cuestionar tanto al musical, como a su audiencia.
En algún momento el Narrador le dice a la Pequeña Sally que probablemente este trabajo no le guste a la gente, pues a nadie le gusta recordar que su estilo de vida no es sostenible; pero la realidad es que Urinetown termina siendo increíblemente relevante al lograr ambas cosas: remarcar lo importante que es cuidar los recursos naturales, y en el proceso, ser uno de los mejores musicales que se hayan visto en México en los últimos años.
La obra se presenta de viernes a domingo en el Teatro Milán, consulta horarios y precios, aquí.
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