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TORCH SONG: Una obra que hay que ver y celebrar



Por Mariana Mijares/ Se empiezan a escuchar las notas de Life is just a bowl of cherries de Judy Garland; muy a tono ataviado en color cereza -con un llamativo vestido rojo de lentejuelas- Arnold Beckoff (Rogelio Suárez) entona este tema ante una audiencia. Al concluir, el escenario se voltea y él nos habla a nosotros: el público.

En menos de 5 minutos este personaje nos ha ganado por completo por su autenticidad, espontaneidad, un sentido del humor que incluye establecer que él ‘nunca ha sido joven y hermoso al mismo tiempo’, y sobre todo, por su honestidad, pues confiesa que aunque ha estado con más hombres de los que aparecen en la Biblia (tanto en el Antiguo como el Nuevo testamento) nunca ha sentido que alguien lo ame de verdad.

Torch Song, que se traduciría como “Canción de antorcha” y que se refiere a una canción sentimental en la que alguien lamenta un amor no correspondido o perdido, fue escrita y originalmente protagonizada por el actor y dramaturgo Harvey Fierstein (también responsable del libreto de La Jaula de las Locas y Kinky Boots). El montaje se estrenó por primera vez en 1982 y hace pocos años, en 2018, en Broadway, hubo un revival protagonizado por Michael Urie.

En México este trabajo es producido por Gabriel Guevera y dirigido por Alejandro Villalobos (también a cargo de la adaptación, del vestuario y la escenografía) y protagonizado por Rogelio Suárez (Arnold), Mariano Aguirre (Ed), Ginette Zavala (Laurel), José Peralta (David), Gilberto Esparza (Alan) y Anahí Allué, quien aunque solo aparece hasta la última parte, llega como un verdadero tour de forcé como la madre del protagonista.

Desde el inicio se nos presenta la complejidad de una de las relaciones que sustentan esta obra situada en la década de los setenta: la de Arnold y Ed, un maestro que no ha aceptado del todo su sexualidad y que por tanto ha empezado a salir con una mujer: Laurel, pues tiene la esperanza de poder hacer ‘una vida más normal’. Claramente, Arnold lo confronta en una hilarante conversación telefónica en la que Rogelio, de manera totalmente orgánica, deja salir su increíble timing cómico y divertidísimos punch lines (producto de la valiosa adaptación de Villalobos). Queda claro entonces que, aunque estos hombres realmente se amen, la inseguridad de Ed no permitirá que estén juntos, por lo que Arnold decide seguir adelante y empieza a salir con Alan, un atractivo modelo.

Pasa el tiempo (algunos años), y presenciamos momentos en la relación ambas parejas. Para este punto Rogelio -un experto en ganarse al público tras años de experiencia como ‘Chakas’ en Hoy no me Puedo Levantar-, tiene ya toda la atención y el corazón de la audiencia. Sus intervenciones son precisas, inteligentes, divertidas y, aun entre bromas, deja entrever la vulnerabilidad y fragilidad de este personaje que ha decidido vivir su vida sin importar lo que digan los demás, aunque en el fondo siempre buscará la aprobación de su madre.

Para el último acto, entra en escena otro de los mayores valores de esta producción: el joven José Peralta, quien da vida a David, el hijo adoptivo de Arnold y quien provoca las risas con su naturalidad y cautiva con su encanto.

Hay algo muy especial en presenciar un talento así sobre el escenario, como si se supiera que se está siendo testigo del inicio de una increíble -y ojalá-, prolífica carrera.

Como ‘cereza’ de la obra llega Anahí Allué, quien como lo anticipamos da vida a la conservadora madre judía de Arnold y en quien reside otra de las premisas de la obra: el no aceptar una orientación sexual diferente. Para ella, su hijo está en una “etapa pasajera”, “está enfermo”, o “confundido”, términos que segura y tristemente, muchos han tenido que escuchar a lo largo de su vida.

Es ahí entonces donde reside el poder de este texto, el que veamos a la madre como una persona que debe cambiar, alguien que debe entender que vivimos en tiempos diferentes y que estamos en una nueva realidad en la que cada persona tiene derecho de enamorarse de quien elija y de ser consecuente.

Torch Song es, sin duda, una de las obras más memorables del año; por su oportuno libreto, sus memorables actuaciones, y sobre todo, por su enorme poder. Llámenme optimista, pero creo que la ficción tiene ese poder de seguir ayudando a transformar la realidad; contribuir a sembrar esa semilla de que no solo debemos “aceptar” el amor, sino celebrarlo.

La obra se presenta los martes en el Teatro Milán, consulta horarios y precios, aquí.

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