Los hermanos Vanya, Masha y Sonia se disponen a ir a una fiesta de disfraces a la casa de campo contigua. Masha luce su belleza madura en el disfraz de Blanca Nieves mientras Vanya la acompaña como uno de los 7 enanos. Cuando esperan que Sonia aparezca ataviada como otro de los enanos, ésta hace una entrada triunfal al sonido de la música de Cuna de lobos y enfundada en un vestido de gala que, aunado a un parche en el ojo, la identifican como Catalina Creel, el icónico personaje de las telenovelas mexicanas. Sonia, interpretada por Raquel Garza, lanza a diestra y siniestra las frases célebres de la villana (por ejemplo: “jamás sospeché caminar por mi jardín custodiada por un inspector de policía…”), mientras el público ríe, pues, aunque la telenovela data de 1986, sigue siendo un fuerte referente de nuestra cultura popular.

La escena pertenece a la obra Los guajolotes salvajes que bajo la dirección de Enrique Singer se presenta en el Teatro Ignacio López Tarso del Centro Cultural San Ángel. A pesar del muy mexicano título, se trata de la versión mexicana de Vanya, Sonia, Masha and Spike del veterano dramaturgo norteamericano Christopher Durang, quien retoma el universo cotidiano y asfixiante de las obras mayores del autor ruso Antón Chéjov y presenta una comedia plena de guiños y hondas referencias a La gaviota, Tío Vanya, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos que en lugar de criticar la vida de la burguesía rusa, disecciona a la clase alta estadounidense, lo mismo con intelectuales malogrados que con rutilantes estrellas de cine en la misma familia.

Merecedor del Premio Tony a la Mejor Obra de 2012, el texto de Durang -importante comediógrafo de quien en México se han montado Cómo arruinar la vida de sus hijos, Muertos de risa soplando velas en el infierno y, la más conocida, Sor María Ignacio lo explica todo para usted, la cual está publicada en el primer tomo de Teatro Norteamericano de Ediciones El Milagro-, Vanya, Sonia, Masha and Spike es una obra difícil de trasladar a un país como el nuestro, en la que los referentes chejovianos no son de impacto masivo, lo que logra en cada representación es una genuina sorpresa, pues es gracias a la muy inteligente traducción y adaptación que hace la actriz y traductora María Renée Prudencio que la obra se pemite sacar esos ‘ganchitos’ que conectan con el público. Lo que en el original de Durang es una imitación de los manierismos de la legendaria actriz británica Maggie Smith, aquí es una imitación delirante de Catalina Creel -interpretada para la posteridad por María Rubio- y eso es una de las formas en que Prudencio como traductora y Singer como director allanan el entendimiento de las situaciones de la obra para el gran público.

Están mezcladas las obras de Chéjov, todas están en una especie de combo. Los productores decidieron ponerle un título que fuera más llamativo y que sí tuviera una razón de ser con lo que pasa en escena: en esta casa de campo en la que viven Vanya y Sonia hay guajolotes y ellos se repiten toda la obra que ellos son esos guajolotes salvajes porque son torpes, porque no entienden la vida como deben ser. Y también hay una referencia cómica, porque aquí en lugar de haber una gaviota, hay guajolotes”, explica el director.

Singer confiesa que es la primera vez que trabaja con María Renée y la experiencia ha sido por demás satisfactoria al ver trasladados el espacio escénico, los chistes y los referentes a un contexto mexicano, sin sacrificar por ello la comedia de Durang y la atmósfera chejoviana. Para ello, resulta de vital importancia el trabajo del elenco, en el que Raquel Garza, Beatriz Moreno y Margarita Gralia destacan en sus ácidos retratos satíricos.

Al igual que Los guajolotes salvajes, en la cartelera de teatro se han podido disfrutar otras puestas en escena de dramaturgia norteamericana reciente. Apenas hace un par de semanas estrenó Casa de mascotas -cuyo título en inglés, A dog’s house, es un claro guiño al clásico A Doll’s house, Casa de muñecas– del dramaturgo, guionista y productor Micah Schraft, hasta ahora desconocido en nuestro país y que es escenificado gracias a la traducción de Martha Herrera Lasso González y la dirección de Antonio Castro, bajo la producción de Cacumen Producciones, con las actuaciones de Alejandro Calva, Mónica Huarte, Ximena Ayala y Tizoc Arroyo.

También hasta ahora desconocido en nuestro país era el dramaturgo Stephen Karam, uno de los nombres más brillantes de la escena neoyorquina. Obras suyas como Speech and Debate -cuya versión cinematográfica puede verse en Netflix- y Sons of the Prophet -finalista del Premio Pulitzer- le hicieron ganar un prestigio que se consolidó con The Humans, una excelente pieza que fusiona la comedia familiar con el horror cotidiano. Finalista del Premio Pulitzer de Drama 2016 -y se hubiera alzado con la presea de no haber existido en ese año el fenómeno Hamilton-, y ganadora del Premio Tony a la Mejor Obra del 2016.

Los humanos finalmente llegó a nuestro país en este año -luego de varios intentos por levantar el proyecto- en una traducción y adaptación de Paula Zelaya que traslada un Thanksgiving Day en Chinatown en Nueva York a una Nochebuena en el Barrio Chino de la Ciudad de México. Bajo la dirección de Diego del Río, quien insertó elementos metateatrales y propuso un entorno sumamente intimista, casi voyerista, por fin se pudo conocer en nuestro país esta obra sobre los miedos más profundos arraigados en el ser humano y cómo medio se expresan y medio se ocultan durante las reuniones familiares.

Pilar Flores del Valle resultó una grata sorpresa en el personaje de la madre, el cual le valió a Jane Houdyshell el Tony a la Mejor Actriz de Reparto. Pepe del Río, Luz Aldán, Paulette Hernández y Nacho Tahhán integraron el reparto de este montaje que ojalá regrese al escenario -y ojalá que las otras obras de Karam se traduzcan y escenifiquen-, pues se trata de una de las piezas más relevantes del drama norteamericano del nuevo milenio, al igual que piezas como Agosto de Tracy Letts -que tuvo una malograda versión mexicana-, Duda de John Patrick Shanley -que en 2023 se escenificará por segunda ocasión en nuestro país-, Prueba perfecta de David Auburn -que este año tuvo su segundo montaje en la ciudad de México- y, por supuesto, Indecente de Paula Vogel, cuyo impacto todavía resuena en nuestra Cartelera de Teatro.

En México ya conocemos el trabajo de Vogel, una de las dramaturgas norteamericanas fundamentales de finales del siglo XX y lo que va del XXI. Las puestas en escena de sus obras ¿Cómo aprendí a manejar? -traducida y dirigida por Otto Minera e interpretada por Rebecca Jones y Jesús Ochoa– y Desdémona o la historia de un pañuelo -en traducción de Alfredo Michel, dirigida por Benjamín Caan y actuada por Marina de Tavira y Zaide Silvia Gutiérrez– tuvieron un buen recibimiento de público y crítica. Dirigida originalmente por la ganadora del Tony Rebeca Taichman, Indecente evoca la historia de la obra teatral, El Dios de la venganza de Sholem Asch y los embates que enfrentó a lo largo de su creación, montaje y representaciones. El espectáculo mereció el Tony a la Mejor Obra de 2017.

Enrique Arce fue el traductor del texto de Vogel, dirigido en nuestro país por Cristian Magaloni. El también actor y traductor de otras obras en cartelera como Network -del inglés Lee Hall-, comenta: “La experiencia de traducirla fue gozosa, profunda y divertida, fue un trabajo de amor. La empecé a traducir hace más de dos años y al empezar la pandemia la abandoné. Cuando la productora Ana Kupfer me avisó que se hacía este año, la retomé y fue como encontrarme con un viejo amigo y ver desde otro punto de vista cosas que antes pensabas que estaban bien. La trabajé con la directora original y luego con Magaloni. Es una obra que me habló al corazón y al alma y conecté muy bien con ella”.

Asegura que lo más complejo del proceso de traducción “fue encontrar las diversas formas de habla, pues todo es en español, pero había que ir construyendo la forma de los distintos idiomas que se hablan en la obra”, empezando por el yiddish, la lengua original de El Dios de la Venganza.

Arce celebra el hecho de que en la cartelera haya presencia del teatro extranjero -en este caso, norteamericano- y que se pueda ofrecer al público mediante una traducción y montaje a la altura de los originales. “En México estamos muy permeados del teatro extranjero. Manolo Fábregas decía hace muchos años que en México sólo llega buen teatro, porque solo se hacen los los éxitos de otros países: las obras buenas. Aquí nos llegan obras que están muy probadas, muy trabajadas, para que nosotros podamos interpretarlas. A mí me encantaría que hubiera más teatro mexicano, pero en la Ciudad de México el teatro comercial está tan influenciado por el teatro norteamericano o inglés que es difícil que los autores mexicanos compitan a nivel de cartelera y de público con obras que ya están muy probadas y que nos maleducan”.

Sumado a esto, Enrique Singer considera que “México es un país que le gusta vivir en su zona de confort. Hay otras sociedades a las que le gusta lo nuevo, como la alemana, entonces para los artistas alemanes es muy fácil, porque hay mucho público que busca lo nuevo, pero en México nos gusta conservar. Para el artista es muy frustrante, porque él por definición está buscando nuevas formas, pero tienes un público que le gusta lo conservador. Por eso es importante que instituciones como la Universidad esté buscando nuevas formas y que aquello que tenga éxito permee sobre la sociedad”.

Para Arce, quien también ha traducido musicales y éxitos comerciales, el público también responde a modas: “La gente quiere dejar de escuchar cosas extranjeras y quiere oír cosas sobre sí misma. Hay un despertar cultural en esta ciudad en la que pocas obras extranjeras hablan sobre nuestra experiencia y hay una necesidad de ver obras que hablen de ella. Y para ello hay dramaturgas y dramaturgos mexicanos espectacularmente buenos”.

Singer remata: “Cuando fui director de la Compañía Nacional de Teatro, yo sentía la necesidad de que en la Compañía hubiera más dramaturgia nacional, porque es labor de la Compañía abrirle espacios a los autores nacionales, pero no nos podemos cerrar a la dramaturgia de fuera de México, sea clásica o contemporánea. Conocer hacia dónde está yendo el teatro en otros países nos hace más ricos. Y hay que apoyar la dramaturgia nacional desde las instituciones y favorecer el diálogo entre ambas dramaturgias”.

Y, al final del día, de eso se trata, de que las diversas lenguas -con todo y cuanto expresan- se encuentren sobre el escenario y sigan dando forma a los múltiples teatros que habitan esta ciudad y su infinidad de idiomas.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Cartelera de Teatro, Luis Quiroz

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