Por Mariana Mijares/ Los tangos suelen abordar emociones, sensualidad, amores complejos e incluir melancolía; estos son justamente los elementos que definen a Piantao, montaje que se presenta los jueves en el Teatro la Capilla.
La obra escrita por Enrique Navarro, periodista y dramaturgo mexicano, está inspirada en “Balada para Un Loco”, tango de Astor Piazzola y Horacio Ferrer que hace referencia justamente a un ‘piantao’, una palabra que otorga a alguien cierto grado de locura. Además, el texto incluye guiños a otros intérpretes del emblemático género musical argentino declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad: Rubén Juárez, Aníbal Troilo, Adriana Varela; además de escritores como Julio Cortázar y Carlos Fuentes.
Piantao tiene solo dos personajes: Horacio, un pintor argentino (Mario Alberto Monroy), y Daniela, una fotógrafa mexicana (Luciana González de León).
Desde su primer encuentro, esta pareja empieza a escribir su historia de manera diferente:
“Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste?”, dice Horacio haciendo referencia a la primera estrofa del tango de Piazzola.
“Piazzola y Ferrer… ¿Conocés el tango?”, pregunta Horacio a Daniela mientras ella mira uno de sus cuadros en una galería… “Eh, yo pinté eso”, le enfatiza.
Daniela no responde.
“Digo, el cuadro”, remarca él -en caso de que no quedara claro-.
Pero ella sigue sin responder.
“Perdón, ya. Ya sé que, eh… Ya sé que parezco mesero”, agrega él buscando cualquier reacción.
Daniela ríe. “Pintas mejor de lo que ligas”, responde finalmente antes de contarle que ella también expondrá su trabajo en esa galería, “Fotografío a la gente cuando no se da cuenta”, le platica.
Luego de que se van a cenar con una amiga en común, comienzan a intimar y como público empezamos a ver más fragmentos de esa relación que va avanzando como un buen tango: con pasión y desenfreno; pero, conforme pasa el tiempo, van descubriendo que sus pasos empiezan a tener ritmos distintos, a destiempo.
Este trabajo representa una buena oportunidad para ver a Mario Alberto Monroy en un papel alejado de la comedia por la que la mayoría lo reconoce. Horacio es un personaje consciente, un hombre que quiere cambiar sus perspectivas machistas, que evoluciona, pero conforme más convive con su pareja, más se van dando cuenta de que se dirigen hacia lugares diferentes en la vida: él quiere seguir pintando y queriendo a Daniela, ella muestra cada vez menos entusiasmo por la foto y por Horacio, pero sobre todo, por la vida misma.
Dirigidos por Sebastián de Oteysa, los actores continúan mostrándonos fragmentos de su vida cotidiana. La mayoría de la acción ocurre en el departamento de ella en la Condesa, sitio a donde él se ha mudado, luego de cinco meses y que se representa con una escenografía minimalista: un espacio con pocos muebles y accesorios, además de cuadros de Horacio; lo que permite tenerlos a ellos siempre como foco de la historia.
Daniela antes retrataba víctimas, ahora dice solo esperar inspiración; pero realmente no se haya en el mundo, por lo que hace algo que voltea el mundo de Horacio de cabeza. Él realmente quiere hacer todo por ayudarla, pero uno de los grandes mensajes de Piantao es que no hay manera de apoyar a alguien que no quiere ayudarse a sí mismo.
La obra es también una crítica a los procesos creativos y artísticos. ¿Deberíamos idealizar la melancolía? ¿Realmente es posible acercarse a la tristeza y salir ileso? ¿De dónde viene la inspiración, o al menos, la motivación? Más de un artista podrá sentirse identificado.
“Quereme así, piantao” reza casi al final el tango de Piazzolla.
Porque para Horacio, estar piantao es diferente que estar loco, estar piantao ayuda a vivir. Y tiene razón: hay que estar un poco ‘pirao’ para crear, para ser, como bien decía el escritor J.G. Ballard, “En un mundo completamente sano, la locura es la única libertad”…
La obra se presenta los jueves hasta el 1 de diciembre en Teatro La Capilla, consulta horarios y precios, aquí.
