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LAS DEVORADORAS DE UN ARDIENTE HELADO: El espectacular infierno de las querencias



Por Alegría Martínez/ Una madre y suegra dominante, un hijo adulto a quien no se le ha permitido crecer y una nuera adicta al sexo y al dinero, -personajes que emergen de una realidad mexicana, plasmada por el dramaturgo Antonio González Caballero-, se insertan bajo la dirección de Emmanuel Márquez, en un estética drag y conviven dentro de una farsa trágica que redimensiona la relación de amor-odio enraizada en conductas añejas, inscritas actualmente en un ámbito donde el sexo, la identidad y el género, le agregan una complejidad que se muestra con humor y sarcasmo en Las devoradoras de un ardiente helado.

La obra escrita en 1972 por el dramaturgo mexicano González Caballero (1927-2003), se estrena después de años de impedimentos con adaptación y dirección de Emmanuel Márquez Peralta, quien en esta oportunidad decide a hacer teatro para adultos y jóvenes después de haberse dedicado al teatro para audiencias de menor edad durante décadas.

Un actor famoso, -reconocido más allá de sus grandes interpretaciones teatrales-, como autor de personajes villanos y machos-, Jorge Zárate, hace el papel de Isadora, la suegra ácida y remolona. Misha Arias de la Cantolla, quien ha dado vida a personajes de Brecht y Shakespeare, entre otros grandes retos, encarna a la provocativa y ambiciosa Circe, mientras que Omar Esquinca Sánchez respira bajo la piel del castrado Dieguito y Ángelo Enciso juega el rol de Personaje 4, que atiende la nevería Las Valkirias, terapeuta, hombre espectáculo y voz al que los otros, difícilmente prestan oídos.

El elenco realiza un arduo y delicado trabajo que va desde la traducción y comprensión de metáforas, ironías, sarcasmos, y versos, hasta el encuentro del significado de palabras imaginarias, en desuso y de doble sentido, contenidas en el texto, hasta la creación interna de su personaje y el aprendizaje para desplazarse enfundados en vestidos, medias y tacones, con accesorios como bolsas, collares, aretes, incluidas pelucas de gran volumen, lo que para cada uno requirió necesariamente de un entrenamiento especial que les permitiera hacer parte de sí la forma externa que da fondo a sus personajes.

Los actores de Las devoradoras de un ardiente helado, a cargo de papeles femeninos extremos, se desenvuelven a sus anchas en escena, a partir de la experiencia adquirida durante años de representar a una importante diversidad de obras, estilos y géneros.

Destinada a un público emocionalmente maduro, dispuesto a reírse de las graves heridas que causa el amor materno y sus retorcidos vínculos con quien se acerque, -especialmente si se trata de amantes, esposas o amigos del hijo único-, la presente puesta en escena tiene lugar en un espacio que semeja la página de una gran historieta, donde se mezcla lo fantástico con una abrumadora realidad antropófaga.

Un gigantesco rostro caricaturesco de pequeños ojos verdes, conformado por líneas curvas, domina el escenario en el que hay un puente, la Alameda y una nevería, donde tendrán lugar los hechos que el autor de obras como “El plop, o cómo escapar de la niebla”, “La señora y sus amibas” y Señoritas a disgusto”, plasma magistralmente.

El diseño escenográfico y de iluminación de Tenzing Ortega, crea el ámbito de un cuento en colores brillantes, que parte de semicírculos en el piso hasta formar la garganta gigante del rostro ingenuo, en cuyo interior tiene lugar la acción de estas devoradoras -que a su vez están siendo devoradas por el espacio en el que se mueven-, al tiempo en que traspasan sus propios límites en el afán de ser dueñas de sí, del hijo-marido, de falsos bebés y de una felicidad que están lejos de alcanzar.

La posibilidad de presenciar esta historia en la que el director y su equipo artístico se dan la oportunidad de jugar a tope -como Márquez lo ha hecho en todos sus montajes-, le otorga a la puesta en escena el exagerado tono entre grotesco y absurdo que permite liberar, gozosamente, dolorosas verdades plasmadas en el texto.

La sobreprotección que castra desde su nacimiento a “Dieguito”, el hijo de Isadora, quien se ahoga entre la inseguridad, el machismo y la necesidad de ser alguien. El deseo sexual que carcome a la ambiciosa Circe, en continua búsqueda de satisfacción. La inagotable tiranía de la madre Isadora, contra su propia libertad, la de su hijo y nuera, envuelta en sarcasmo, siempre en contrapunto con su conveniencia, guían la existencia de estos seres humanos en desequilibrio.

La multiplicidad de funciones que cumple el empleado de la nevería,- bautizado como Personaje 4-. en tanto persona de servicio, cátcher emocional y voz de la conciencia, amplía el panorama de las complicadas relaciones familiares y políticas dentro de una sociedad machista, donde la progenitora es determinante en el infierno de las querencias.

El dramaturgo, quien solicita en su texto que las sombrillas blancas de ambas damas sean idénticas y en color blanco, -como bien respeta el director y adaptador-, centra en estos elementos el objeto de la pulla y la venganza, al tiempo en que indica que la acción deberá tener lugar en la época actual, por lo que Márquez Peralta decide que sean actores, quienes representen roles femeninos, además de ataviar a sus personajes con llamativas prendas drag, incluidas espectaculares pelucas diseñadas por Shayra Kämpfer.

El acertado e imaginativo vestuario de Lula Arreola, transforma los vaporosos velos imaginados por el autor, en ceñido y provocador traje lila para la sexy Circe y en una larga bata color vino sobre el interminable escote de Isadora. Asimismo, su diseño acata la indicación del ridículo traje de marinero, talla chica para el hijo que juega con su aro, como los niños de décadas atrás y viste de rosa al Personaje 4 en ajustado traje que resalta su cuerpo y lo estiliza hasta la punta de los barquillos que coronan su cabeza.

El maquillaje de Little Miss Salma, quien destaca la belleza de la joven Circe mediante exagerados tonos y apliques, y acentúa la rudeza de la suegra Isadora que bajo los afeites intenta atrapar color y belleza, otorga también al personaje del hijo, esa despersonalización que aúlla, mientras por otra parte, juega con un atractivo estilo andrógino para el Personaje 4.

Fernando Hurtado, coreógrafo y primer asistente de dirección, propone movimientos y danzas que subrayan la faceta ridícula de los protagonistas del “triángulo amoroso”, al tiempo en que generan ternura y risa, como si saltaran ingenuamente del pasado al presente.

Jeanette Macari, al frente del entrenamiento vocal, guía exitosamente al elenco, a encontrar la voz apropiada -hablada y cantada-, para esos personajes que comunican con nitidez su desasosiego, bajo la montaña de elementos externos que portan consigo.

La música original compuesta por Omar Guzmán, seduce y abre paso a momentos clave que equivalen a un viaje con ecos sonoros diversos, rumbo a lo elástico, sórdido, evocador, real y grotesco que envuelve a las relaciones humanas.

Tamizamy Ayala, como segunda asistente de dirección, Sofía Macedo en la asistencia de iluminación y escenografía, e Indira Aragón, asistente de maquillaje, integran también parte del equipo de este revelador montaje.

Como si se tratara de dar vueltas de carro sobre una cuerda floja, ante el reto que plantea escenificar una obra como “Las devoradoras de un ardiente helado”, desde la decodificación del texto hasta su apropiación y el intrincado proceso que implica este espectáculo que desborda creatividad, Emmanuel Márquez Peralta, director de la compañía Figurat y su equipo, se divierte y resuelve exitosamente desafíos técnicos y artísticos, e invita al público a ver un montaje distinto que da vida a la valiosa obra de un dramaturgo mexicano que ha permanecido durante años en el olvido.

La obra se presenta de jueves a domingo hasta el 2 de octubre en el Teatro del Bosque Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, consulta horarios y precios, aquí.

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