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Es París en 1987. Es la noche de estreno del montaje francés de Cabaret, la obra de teatro que si bien desde su estreno en Broadway en 1966 fue un éxito rotundo, la versión cinematográfica la convirtió en un espectáculo de culto a nivel mundial. Es la noche de estreno, Sally Bowles está lista para tomar el escenario del Kit Kat Club, cuando de pronto mira en primera fila a la mismísima Liza Minelli y, junto a ella, a los compositores John Kander y Fred Ebb. Entonces, Ute Lemper, la actriz, cantante y bailarina que interpreta a Sally, siente una emoción única. Desde entonces, nos cuenta al abrir su recital en la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM, “la vida para mí ha sido un cabaret”. Y sí, desde hace varios años, se reconoce que Ute Lemper y el cabaret son uno mismo.

Con más de cuatro décadas de trayectoria, la artista alemana visitó la Ciudad de México una vez más, como lo ha hecho desde hace veinticinco años gracias a la visión de la empresaria Orly Beigel, quien la ha llevado al Palacio de Bellas Artes, al Teatro de la Ciudad, al Teatro Julio Castillo, al extinto Salón 21 y al Lunario, pero por primera vez la llevó a territorio puma: el sábado 10 y el domingo 11 de septiembre Ute pisó suelo universitario para ofrecer dos presentaciones en la Sala Nezahualcóyotl, acompañada por la Orquesta Filarmónica de la UNAM, bajo la batuta de Iván López Reynoso.

Bastaron los primeros segundos de Milord de Marguerite Monnot y Georges Moustaki para saber que el encuentro entre la artista y la OFUNAM sería una gozada, a caballo entre el arrabal y la sofisticación que proponen la canción francesa y alemana de la primera mitad del siglo XX: Venga, Señor / siéntese a mi mesa / allá afuera hace frío / aquí adentro estará a gusto, lanza Lemper evocando la bohemia parisina, dialogando con la mítica Edith Piaf.

Tras el inicio en París, Ute recuerda esa noche en la que a los 24 años protagonizó el musical de Kander y Ebb en la Ciudad Luz y concreta la invitación para el público mexicano, mientras se despoja de su saco negro y luce a plenitud un elegante y sensual vestido carmín: qué ganas quedándote solo en tu habitación / ven a escuchar la música / la vida es un cabaret / vente al cabaret. El público le toma la palabra.

Enseguida, Ute invita a acompañarla en un viaje por las noches de la República de Weimar, cuando Marlene Dietrich reinaba como ícono de entretenimiento y resistencia. Por casi media hora, Ute visita la sátira política y social de Mischa Spoliansky y Frederik Hollander, previamente, apoyada en una anécdota sobre la Dietrich ha proclamado: “¡Saquen a los hombres del gobierno!“, lo cuál es celebrado por el público mientras ella, entre desafiante y tímida, le sonríe a López Reynoso y a los músicos de la orquesta.

En medio de la suite, se cuela el jazz de los Gershwin y Ute se sumerge en el anhelo de The Man I Love: algún día él vendrá / el hombre que amo / y cuando esté conmigo / haré lo mejor para que se quede. Billie Holliday y Ella Fitzgerald, muy presentes. La suite cierra con esa rapsodia urbana que por casi un siglo se ha paseado por el teatro, el cabaret, el jazz, el rock y la salsa. Cuando Ute le canta a Mackie Messer, Mack the Knife, Mackie -o Pedro- Navajas, a sus espaldas se posa una pléyade de ancestros teatrales encabezados por Kurt Weill y Bertold Brecht. El aplauso para Ute, Weimar, Berlín y sus fantasmas es largo y emotivo.

La travesía se ancla de nuevo en París. Aunque la Piaf ronda por ahí, el homenajeado ahora es Jacques Brel y su poesía arrebatada, existencialista. Abre la suite con el arreglo jazzy de Je ne sais pas para luego entrar en la hondura del puerto de Amsterdam.

Parece que el concierto ha llegado al clímax cuando Ute nos grita todo lo que pasa con los marineros que ríen, beben, bailan, sudan, mueren… pero hay más. Tras un silencio breve, el piano de … se escucha suave, llorón. Lemper hace grave su gesto y, desde ahí, lanza el máximo ruego: no me dejes / deberíamos olvidar / todo puede olvidarse… En la balada desgarradora de Brel -que cuenta la leyenda se la escribió a la mismísima Piaf-, la actriz y la cantante logra su apoteosis: su voz rota, su lamento en susurros cala en el alma de la Sala Neza cada que pronuncia Ne me quitte pas.

Como en fin de fiesta, Ute viaja a la Argentina de Piazzolla y por unos minutos se transforma en María de Buenos Aires y le canta exultante al Ché, tango, ché. Hay un rigor de artista notable al escucharla cantando los versos de Horacio Ferrer en español. López Reynoso y la OFUNAM jamás la abandonan, son inmejorables compañeros de viaje.

La travesía concluye entre Londres y Nueva York. La actriz confiesa que fue cansado interpretar durante tres años a Velma Kelly en los montajes del West End, Broadway y Las Vegas del musical Chicago, también de Kander y Ebb. Empero, el jazz siempre será necesario y por eso intenta despedirse al ritmo de All that jazz: no, no soy mujer de nadie / amo mi vida / y todo el jazz.

Los aplausos son cálidos. El público agradece de pié la espléndida noche que acaba de propiciar la diva alemana -a la que no le gusta que le digan diva-y, en reciprocidad, ella lanza un beso de buenas noches -al menos en la presentación del sábado, la del domingo fue a mediodía-con una dulcísima versión del clásico de Charles Trenet Que reste-t-il de nos amours que en francés es una nostalgia: ¿qué queda de nuestros amores? / ¿qué queda de esos días bellos? y que en inglés se torna un parabién: te deseo pájaros azules en la primavera / que le dé a tu corazón una canción para cantar… Y eso fue lo que Ute Lemper, la actriz, cantante y bailarina alemana de 59 años de edad deseó a su audiencia mexicana la noche del sábado.

La tarde del domingo, además de reconocer el trabajo y la amistad de Orly Beigel, ofreció como segundo encore una hermosa versión del himno Blowin’ in the wind de Bob Dylan, demostrando que toda la trasgresión, irreverencia, ironía y sátira que distinguen al cabaret no es más que un pequeño intento, desde el arte, por dar al mundo un poco de luz y de paz en tiempos convulsos. Y vaya que estos tiempos lo necesitan. Estos tiempos necesitan del arte de Ute Lemper.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Cortesía Música UNAM/Paola F. Rodríguez

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