Por Roberto Sosa/ La cocina la cubren enormes cortinas de plástico, guarda en su interior los alimentos y las personas que los preparan; están quienes cocinan las carnes, pescados, aves y repostería, también el lava loza. Las colgaduras caen para poder presenciar este micro universo habitado por gente del pueblo, son un grupo de empleados provenientes de distintos estados, reunidos en un espacio donde se sazonan los alimentos y la cotidianeidad.
La cocina es el corazón de un restaurante que late en un vertiginoso vaivén. El personal entra y sale llevando platillos, ensaladas, café y postre para comensales que nunca se ven. La mirada al interior de la cocina es ver el día a día, desde su butaca el espectador es un voyerista ante su propia y absurda existencia. El lugar se convierte en una arena o circo donde el espectáculo es la lucha de los empleados por conservar su puesto.
La puesta en escena es una adaptación de la obra homónima del dramaturgo inglés Arnold Wesker (Londres 1932-2016), autor de teatro, ensayo y novela; de muy joven escribió obras como Roots, The Kitchen y Their Very Own and Golden City. Con The Kitchen (La cocina 1957) se inspiró cuando trabajaba en el Bell Hotel de Norwich, ahí conoció a quien sería su futura esposa. Es conocido por sus contribuciones al llamado kitchen sink drama.
La versión es del grupo 4.2 –datos del boletín de prensa- de la Licenciatura de Actuación de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT), es una adaptación contemporánea del texto original, ambientada en México en una cocina probablemente en la frontera con EE.UU. Entre los personajes está una veracruzana, un chilango y hasta un colombiano. La obra forma parte de la Temporada Académica 2022 de la ENAT.
Bajo la dirección de Juan Carrillo, la estética de la obra es con estilo y parecido al de Bertolt Brecht, el cual abogaba por el teatro de tipo social comprometido con las clases más necesitadas. Por momentos igualmente rompe la cuarta pared. Carrillo maneja las escenas donde lo ético pierde relevancia y se enfoca en los conflictos sociales y emocionales de los personajes.
Reparto: Andrea Barocio, Conny Cambambia, Miguel Sandoval, Dafne Romero, Daniel Berthier, Paola Flores, Luis Ricart, Rodrigo Darío Suárez, Andrés de la Mora, Juan David Castaño y Stefany Sotres. Equilibrado y buen trabajo actoral; sobre el escenario reflejan preparación, rigor y compromiso con el quehacer teatral. Hay talento en esta generación de buenos actores y actrices, sin duda.
Equipo creativo: escenografía, Alberto Reyna; iluminación, Thalia Placios; vestuario, Julio Chávez y Moisés León; pintura escénica, Alberto Reyna. Su trabajo funciona y contribuye con el montaje. Los dispositivos escénicos están diseñados ex profeso con la historia, es así que el espectador que llegue a ver la obra, estará frente a un trabajo bien logrado y acabado.
El montaje cuenta con música de Juan Gabriel, el popular autor adereza con canciones una historia que se desarrolla en la frontera norte, donde vivió. En este sentido Brecht y Juan Gabriel convergen en un escenario. Melodías y coreografías aderezan un espectáculo que por momentos se torna surrealista.
Las funciones son en el Teatro Salvador Novo hasta el 31 de julio, consulta horarios y precios, aquí.
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Ningún chiste se cuenta solo, necesita de un comediante
Faltó poner que uno de los actores está denunciado por agresión y violencia de género hacia su ex pareja y en la obra su personaje agrede a una mujer con un cuchillo. El chiste se cuenta solo.
Esta obra es muy aburrida y mala, nada que ver con Bretch. Sólo hay dos canciones de Juan Gabriel, todo lo demás melodrama mal hecho.