La exitosa puesta en escena Juguetes rotos concluyó la tarde de ayer, su corta temporada en el Teatro Esperanza Iris, cautivando al público mexicano con la potencia de su discurso y las interpretaciones entrañables de los actores Nacho Guerreros y Kike Guaza.
Este montaje es considerado un hito de la dramaturgia contemporánea de la península ibérica y llegó nuevamente a nuestro país con funciones el 11 y 12 de junio, en el marco del 6° ciclo Entre lenchas, vestidas y musculocas. Cabe señalar que su primera visita a México ocurrió en la pasada edeición del Festival Internacional Cervantino en Guanajuato.
Al entrar a la sala y ver el escenario del emblemático recinto ubicado en la calle de Donceles, ambientado por jaulas apiladas con cientos de plumas dispersas, da una idea de la contundencia del relato escrito por Carolina Román, quien a través de su texto busca dar voz a los miles de españoles que fueron silenciados, torturados e invisibilizados por pertenecer a la comunidad en una España franquista.
Y es que es imposible imaginar el tormento de sentirse perseguido por una sociedad alimentada de prejuicios injustificados por parte de un sistema dictatorial que negaba la posibilidad de ser diferente.
En este sentido, las jaulas creadas por Alessio Meloni, nos hablan de la opresión de un sistema heteropatriarcal que limitaba el desarrollo en libertad de hombres y mujeres con la necesidad de ser reconocidos y respetados, semejando palomas a las que les fueron cortadas las alas para ser repudiadas a la menor provocación.
La obra transcurre al interior de una atmósfera de recuerdos, secretos y añoranzas, donde Mario recapitula su existencia en un seno familiar inmerso en el atavismo de aquel contexto histórico, a partir de una trágica llamada que le avisa de la partida de la única persona que le ha provisto de cuidado.
Durante el recorrido de su vida, el personaje enfrenta su pasado, de la mano de un jovén travesti, personaje lleno de vida, sueños y esperanza, sin miedo a ser diferente con el coraje y la determinación suficiente para transmitirle cierta paz y comprensión en sus momentos de autodescubrimiento, encontrando el uno y en el otro el amor y el cariño de un mundo que les ha dado la espalda en su totalidad.
El montaje eleva la narrativa de su premisa con la aparición a escena de este singular personaje, es emotiva la manera en que el actor Kike Guaza encarna a este travesti, un ser complejo y bello, en el recae la esperanza de un futuro mejor, Sin embargo, su destino ya ha sido construido por un sistema que le orilla a un final trágico sin derecho a redención.
El trabajo interpretativo en escena es suficiente para recrear la historia de una gran cantidad de personas que no tuvieron la oportunidad de vivir plenamente, con tan solo algunos elementos escenográficos la propuesta logra retratar con fuerza la vida en esos años.
El vestuario realizado por Cristina Rodríguez no necesita ser demasiado elaborado para recrear las distintas personalidades de los dos personajes en escena, por un lado logra retratar la pasión de un travesti con alma de artista, así como la transición de una persona en el camino hacia su libertad.
En la propuesta participan, además, David Picazo en el diseño de iluminación, Nelson Dante en el diseño sonoro y Olga Margallo como asistente de dirección.
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Por Ulises Sánchez, Fotos: Cartelera de Teatro
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