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FUROR: Una sociedad incomunicada e inserta en un hartazgo en ascenso



Por Alegría Martínez/ El precario equilibrio de los seres humanos que sobreviven dentro de espacios minúsculos en las grandes urbes, se rompe dramáticamente a raíz de un accidente de tránsito que involucra a un joven adicto, a su madre, al primo del chico, y a un político en contienda, a quien las autoridades han relevado de toda responsabilidad.

Los personajes de Furor se encuentran al borde del derrumbe, como la mayoría de las personas en la sociedad actual, hundida ciegamente en una incomunicación que genera rabia, miedo y venganza, donde las redes sociales son arma, escudo y terreno de un hartazgo que se acrecienta ilimitadamente.

La obra escrita por Lutz Hübner y Sarah Nemitz, con traducción de Stefanie Weiss y dirección de Luis de Tavira, enfrenta al espectador al microcosmos de las personas comunes, que libran batallas diarias con su cansancio, lo escaso de su sueldo, la drogadicción, la discapacidad, así como a la manipulación mediática y de redes sociales, a lo que -en este caso-, se suma la discapacidad y la imposibilidad de moverse en un hábitat cuyas dimensiones constriñen a sus ocupantes.

La puesta en escena ubica al espectador ante la estancia abierta de un departamento de interés social que muestra en el papel tapiz resquebrajado de sus paredes, en la suciedad general y en lo avejentado y sencillo de su mobiliario, el paso del tiempo y las carencias, como si la vivienda mostrara las cicatrices agigantadas de sus habitantes.

El diseño escenográfico y de iluminación de Jesús Hernández abre al espectador la posibilidad de conocer por dentro ese hábitat, al tiempo en que le permite observar, mediante un cristal interior, de piso a techo, el descanso del edificio, mientras que, al abrirse la puerta principal, descubre la escalinata por la que
transitan los vecinos, en un incesante subir y bajar con pesadas cargas, como si su andar y su esfuerzo fueran eternos y sin pausa.

El espacio escenográfico creado por Hernández, enmarcado en la boca escena rectangular, da la impresión de ser absorbido por una oscuridad mayor, al tiempo en que abre lugar a los personajes, -unos pasos fuera de la estancia, cuando la presión del conflicto se eleva-, para retomar el encierro al interior, segundos más tarde, donde los verticales rectángulos arquitectónicos, que dan al pasillo o a al balcón, otorgan la ilusión de intervalos rumbo una libertad engañosa.

Furor enfrenta al espectador a las situaciones límite por las que transitan los ciudadanos del mundo, al distinto modo en que afecta un suceso a cada persona y a la forma de reaccionar de cada uno ante un hecho inesperado en el que la historia de vida, la política, la manipulación virtual y mediática, la violencia y el hartazgo, propician un caos social que se expande.

El elenco está integrado por Estefanie Weiss, en el papel de la madre, mujer soltera y trabajadora, a quien se le viene encima el mundo encima; Juan Carlos Vives, en el rol del candidato al próximo alcalde que busca reparar el daño; Rodrigo Virago, quien encarna al sobrino que vive a la caza de aliviar en algo el desencanto, la rabia y el agotamiento que cercan su existencia, y Cecilia Sordo Morán, quien interpreta a los personajes que representan el trajín cotidiano exterior.

La dirección de Luis de Tavira y el minucioso trabajo actoral del elenco, pone en evidencia las contradicciones, el terror, la forma en que cada personaje decide defenderse del obstáculo que amenaza destruir su camino: el de la madre, asido a una endeble supervivencia, amenazada al límite en su nueva circunstancia, el del sobrino, sujeto como si tuviera ventosas, a un vaivén emocional determinado por las luchas virtuales en redes sociales, por las verdades manoseadas, por conclusiones derivadas de la rabia y el desconsuelo, mientras que el político vislumbra su futuro inmediato hecho añicos.

El espectador puede percibir en Furor el momento en que los personajes dudan si continúan o no rumbo a su objetivo principal. Tiene la oportunidad de observar el trabajo interno de la actriz y los actores cuando por su mente cruza el temor, el coraje o el desconsuelo dentro de un proceso interno en que avanzan y retroceden al reaccionar ante el predicamento en que se encuentran.

La obra de Lutz Hübner y Sarah Nemitz, es un texto trascendental que plasma el desencuentro entre personajes opuestos, inmersos en una sociedad cada vez más ciega y sorda, que vocifera y explota sin escuchar al otro.

Como si cada uno estuviera predeterminado a interpretar un eterno monólogo, la incomprensión, la intolerancia y la violencia -verbal, física o psicológica- envuelve a los personajes de una sociedad en la que aún aquel que intenta ser responsable, o cumplir acuerdos, se ve amenazado por la fragilidad de su decisión en un contexto que atenta contra sus intereses, dentro de una vorágine de necesidades insatisfechas, de la que nadie se salva.

Furor cuenta con la asistencia de dirección de la también, directora y maestra, Patricia Yáñez, el vestuario de Jerildy Bosch, diseño sonoro de Rodrigo Espinosa, maquillaje de Maricela Estrada, asistencia de producción de Carlos Alexis, producción general de 25 producción y La Casa del teatro, y coordinación general y producción ejecutiva de David Castillo.

La obra se presenta hasta el 4 de diciembre en el Teatro de las Artes del Cenart, consulta horarios y precios, aquí.

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