Hace algunos años, al terminar una función de Nostalgia de la muerte, una señora del público se acercó a Martha Verduzco y le dijo: “Me gustó mucho. No le entendí, pero así como no entiendo el canto de los pájaros, así me gustó.”

Y ese es el mejor elogio que le han hecho a la actriz y directora teatral que a sus 86 años de edad, en su calidad de actriz de número de la Compañía Nacional de Teatro, presenta nuevamente su lectura escénica de los poemas de Xavier Villaurrutia, el poeta, dramaturgo y crítico mexicano que es uno de los artistas en los que sigue descansando la cultura mexicana.

Cuando la actriz le propuso a Enrique Singer, director de la CNT, hacer recitales poéticos, él le ofreció mesas y sillas para hacer las lecturas correspondientes. La actriz le aclaró que se trataba de hacer puestas en escena a partir de la poesía de autores fundamentales. Así se gestó el ciclo “Los Contemporáneos”, que inicia con Nostalgia de la muerte de Xavier Villaurrutia y continuará en el transcurso del año con espectáculos a partir de los poemas de José Gorostiza, Bernardo Ortíz de Montellano, Jaime Torres Bodet y, aunque no fue parte del grupo pero sí uno de sus principales soportes, Alfonso Reyes.

En escena, para revivir los versos complejos de Villaurrutia, está acompañada de Erando González, Rodrigo Vázquez y Roldán Ramírez, quienes evocan la época en la que el poeta, junto a otros como Salvador Novo y Carlos Pellicer vivían noches de tertulia al lado de figuras igualmente esenciales como la trágica Antonieta Rivas Mercado y el galán Manuel Rodríguez Lozano.

Así, Verduzco y los actores encadenan poema tras poema y poco a poco van revelando el meollo del asunto. Tras la bohemia viene el juego, se destapa el deseo, ebulle la seducción y, finalmente, explotan las pasiones nocturnas. En medio, hay música que incita, imágenes que evocan y, sobre todo, versos desempolvados de los libros del Fondo de Cultura Económica que parecen surgir de las calles y las noches de hoy en día.

“Estoy harta de ver cómo ponen a los gays: como locas desatadas. El sexo no te da la calidad de una persona, su preferencia sexual no tiene nada qué ver, son tan siniestros o encantadores los homosexuales que los heterosexuales. Quise hacer una puesta en escena donde fuera evidente que son gays, que son cultos, preparados, graciosos, tal como eran esos poetas. Eran amigos, pero cada quién conservaba su identidad”, comenta la maestra para explicar su propuesta para esta nueva versión.

Y es que este espectáculo data de hace más de cincuenta años, cuando Martha Verduzco conoció la poesía de Los Contemporáneos: “A estos poetas los descubrí en Casa del Lago, en donde era la secretaria del director, Tomás Segovia, y trabajaba como actriz. Eran hombres muy preparados y muy insolentes, a veces” Poco después, bajo la dirección de su entonces esposo, Salvador Flores, interpretó el recital Poesía en movimiento, “ahí decía poemas de varios poetas, entre ellos “Nocturno mar”. Nuestro amigo Juan García Ponce me dijo: ¿por qué no haces todo el libro de Villaurrutia? Le respondí que estaba loco. Pero lo hicimos, de una manera distinta a la de ahora: el escenario era blanco, yo salía en una malla blanca y subrayaba corporalmente lo que estaba diciendo. Era muy bonito, pero ya no tengo la edad para ponerme malla ni la flexibilidad de entonces”.

Cuando empezó a hacer ese recital, el cual tuvo distintas temporadas -de hecho, su última presentación fue en 2006, en el cementerio Tepeyac, en donde se halla la tumba del poeta-, Verduzco recibió la visita de dos personas que querían darle algo que, insistían, ella debía conservar: “eran los hermanos de Villaurrutia y me entregaron el anillo que le perteneció. Como comprenderás, me puse loca de emoción”. Para enfatizarlo, presume la joya que luce espléndida en sus manos.

Con ese anillo y la comodidad de una elegante bata, Verduzco se planta en el escenario para decir los versos que aprendió desde los años sesenta: Todo lo que la noche / dibuja con su mano / de sombra: / el placer que revela, / el vicio que desnuda es apenas la introducción de una noche que tiene momentos divertidos, tiernos, homoeróticos, pasionales, oscuros…

Y mi voz que madura
Y mi voz quemadura
Y mi bosque madura
Y mi voz quema dura

Verduzco forjó esa voz precisamente en esos años de la Casa del Lago, en los cuales fue discípula, compañera y amiga de intelectuales que hoy en día siguen resonando: además de Segovia y García Ponce, Juan Vicente Melo, Juan Soriano, Vicente Rojo, José Luis Cuevas y, claro, José Luis Ibáñez, Héctor Mendoza y Juan José Gurrola, quienes la dirigieron como actriz: “Yo tuve la suerte de caer en esa casa en la que sucedían los actos culturales más avant-garde”.

Sin dificultad evoca que, además de elegir las obras clásicas que se presentarían en Casa del Lago, Tomás Segovia les enseñaba a distinguir las figuras retóricas y literarias en los versos. “José Luis Ibáñez los dirigía. Un día me peleé con Juan José Gurrola porque me dijo: ¡después de que yo te hice! Y le respondí: no, a mí me han hecho varios, porque yo soy una esponja. De Héctor aprendí la disciplina de trabajar en Día de las Madres o Navidad. De José Luis, el peso de las palabras, el buen decir. Y de Gurrola la improvisación: el día del estreno te decía: mejor no digas esto, vas a decir esto y aquello. Se sentaba, dejaba que hiciéramos y deshiciéramos y gritaba: ¡Genial! o ¡Eso es una mierda!”

Por eso, uno de los trabajos que más ha disfrutado dentro de la CNT es el dirigir Landrú y La mano del comandante Arana, la ópera de Alfonso Reyes y Rafaél Elizondo, que ella actuó en Casa del Lago dirigida por Gurrola. También en la CNT dirigió una elogiada versión de El malentendido y actuó en Éramos tres hermanas dirigida por José Sanchís Sinisterra. Actualmente, sigue las enseñanzas de todos esos artistas para lograr que la poesía de VIllaurrutia “se diga así como estamos platicando usted y yo, sin engolar la voz ni alargar las vocales; yo aprendí a decir la poesía así, como una plática”.

Con más de 60 años de trayectoria artística en la que ha actuado en éxitos como La noche de los asesinos, Medea, Intimidad, Cartas de la monja portuguesa y Viaje de un largo día hacia la noche y dirigido clásicos como Salomé, La celosa de sí misma y Mudarse por mejorarse, Martha Verduzco vuelve a esos poetas que marcaron su oficio y su vida. Y, al decirlo, se le quiebra la voz y se permite llorar: “vuelvo a ellos con muchísimo más cariño que antes… porque los quiero mucho”.

Por Enrique Saavedra, Fotos: Sergio Carreón Ireta

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