El teatro tiene una capacidad de narrar historias que a veces no quisiéramos escuchar. Historias que nos confrontan y que, en otra circunstancia, preferiríamos voltear hacia otro lado para no mirarlas. Este es el caso de Niñas y niños, monólogo escrito por Dennis Kelly, con la traducción y adaptación de Paula Zelaya Cervantes. Interpretado por Amaya Blas y dirigido por Itari Marta, este montaje, que se presenta en el Teatro La Capilla, es capaz de mantenernos atentos e incluso por momentos divertidos con una historia llena de humor negro.
La anécdota en principio parece simple, una relación de pareja que inicia como muchas otras por una serie de casualidades; como cualquier amor inicia con la emoción y el caos hasta tornarse más seria y cotidiana. Maternidad, hijos, trabajo y conflictos muy normales en las relaciones dan paso a un giro perturbador, en el cual la sociedad que hemos construido, capaz de cometer actos de enorme crueldad como métodos de control, juega un papel fundamental.
Aquí te contamos tres razones por las cuales no te puedes perder este monólogo que –definitivamente- te dejará sentimientos y reflexiones profundas:
1. El texto. La creación de Dennis Kelly –y la adaptación realizada por Paula Zelaya– es poderosa. Niñas y niños nos muestra lados oscuros de esta sociedad, es un texto construido de manera que nos va llevando sutilmente por una historia que de pronto nos sorprenderá. Nos deja una reflexión de cómo es que esta sociedad la hemos levantado sobre formas y métodos de control crueles y violentos; sin embargo, debajo de este duro juicio subyace – débil pero luminosa – la esperanza de que no todo está perdido, que podemos reescribir nuestros recuerdos, podemos reescribir la manera en que hemos construido esta sociedad.
2. La interpretación. Como en todo buen monólogo el texto no lo es todo. Se necesita de una actriz o un actor que lo deje todo sobre el escenario y que se meta en la piel del personaje. En este caso, Amaya Blas nos lleva de la mano por distintas emociones: de la risa al estupor y al llanto. Amaya es la encargada de dar vida a una mujer que, en apariencia, lleva una vida común, pero que nos mostrará a fin de cuentas que existe una manera de reinventarnos, de renacer de las cenizas y de construir lugares para reír sin culpa.
3.La dirección. Itari Marta logra encauzar esta anécdota difícil de contar. Nos narra una historia dura y fuerte a través de toques lúdicos, de humor y de ternura, de elementos que nos ayudan a sobrellevar –como en la vida misma- realidades que podrían ser de otra manera insoportables. Se trata de un trabajo bien cuidado y que fluye con facilidad sobre el escenario, y que da voz a la mujer dentro de un mundo que –sabemos – prefiere silenciarla.
Por estas y otras muchas razones que descubrirán cuando la vean, esta obra, producida por Solovino Producciones, es una obra que no te puedes perder si te gusta el teatro que te deje reflexiones y que toque fibras profundas de tu ser, y la puedes disfrutar los domingos en el Teatro la Capilla, para conocer más detalles, da clic aquí.
Por: Óscar Ramírez Maldonado, Fotos: María José Alós
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