Te has preguntado ¿cuál sería la forma de cambiar las injusticias de las cuales todos hemos sido víctimas a partir de la negatividad que el desinterés por el otro genera?, quizá no. Sin embargo, la más reciente producción de Otto Minera, El inspector llama a la puerta, escarba en el interior de la conciencia para encontrar una o tal vez varias maneras de al menos solucionar el problema en tu interior y en tu círculo más cercano.

Esta puesta en escena se presenta de jueves a domingo en el Teatro Orientación Luisa Josefina Hernández, hasta el 17 de julio, así que si aún no has visto esta propuesta, a continuación te damos 3 razones para que no te la pierdas.

1. La trama. El inspector llama a la puerta es un drama creado por J.B Priestley en 1945, que retrata la indiferencia que como sociedad ejercemos todos los días, interesándonos poco por las personas que tenemos a nuestro alrededor, satisfaciendo únicamente las necesidades propias. La obra ocurre en 1912 en el interior de un núcleo familiar adinerado, donde un suspicaz inspector se presenta en la casa de esta familia para destapar el horror de la humanidad a través de las acciones que han llevado a cabo cada uno de los integrantes.

2. La dirección. El narrador y dramaturgo Otto Minera, hace un trabajo de dirección escénica que mantiene al espectador intrigado desde el momento en que arranca la primera escena, con altas dosis de humor ácido que llena de risas la sala en el transcurso de la historia, llevando al límite la interpretación de los actores, que confrontan al espectador con sus demonios internos.

3. Las actuaciones. Aquí, Pedro Mira, Laura Almela, Lourdes Gazza, Leilani Ramírez, José Ramón Berganza, David Villegas, Helena Aparicio y Carlos Aragón, interpretan a los personajes perfectamente delineados por la pluma del autor, donde cada uno es pieza clave para entender la complejidad del tema principal de la obra a través de sus actos, dudas e ignorancia producto de su posición social. En este sentido, es interesante cómo los actores recrean con fluidez y credibilidad la interacción que una familia tendría durante una cena en casa, oportunidad perfecta para olvidarse de las etiquetas sociales y mostrarse como son.

Ahora tienes tres razones más para disfrutar este montaje, que desde la primera mitad del siglo pasado, retrata la oscuridad de las relaciones humanas, para sacudirnos, contemplar nuestra forma de interactuar con las personas a nuestro alrededor y quizá direccionar el camino.

Por Ulises Sánchez, Fotos: Roberto Sosa

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