Por Roberto Sosa/ El desenlace, el fin de su vida se aproxima. Louis está enfermo y pronto morirá, regresa a casa después de doce años de ausencia, desea reunirse con su familia para darles la noticia. Se fue muy joven, pasó el tiempo y apenas tuvieron noticias suyas. Lo que debería ser un feliz acontecimiento, su visita revive el rencor y reaparecen las cuentas pendientes. Su madre, su hermana menor Suzanne, su hermano Antoine y cuñada Catherine a quien no conocía, le dan la bienvenida.
La familia está dispuesta y reunida en torno a él. “El domingo salimos a pasear….” El tiempo y la ausencia lo hace un extraño para ellos y ellos son extraños para él; no se reconocen, el contacto que ha tenido con la familia ha sido mínimo, en más de una década solo envío “cartas elípticas, con frases elípticas…”. Con sus hermanos no tiene nada en común, a su hermana la dejó cuando era niña; su hermano no supera los celos y envidia hacia él.
De Jean-Luc Lagarce (Francia 1957-1995) No es más que el fin del mundo se estrenó en Canadá en 2016. Louis es un joven escritor portador del VIH, en este sentido se podría decir que el texto es autoficción, ya que Lagarce como el protagonista supo que iba a morir de SIDA. La analogía con el autor son las soledades que habitan su dramaturgia, “Hago teatro para no estar sólo…”, alguna ocasión confesó. Sus obras fueron influenciadas por existencialistas como Eugene Ionesco o Samuel Beckett.
Solo el fin del mundo, del teatro pasó al cine con la adaptación y dirección del realizador canadiense Xavier Dolan, en el Festival de Cannes 2016, de forma controvertida ganó en Gran Premio del Jurado. El elenco lo integraron Vicent Cassel, Marion Cotillard, Léa Seydoux y Gaspard Ulliel.
La puesta en escena llega al Foro Shakespeare con las actuaciones de Abraham Vallejo (Louis), Anilú Pardo (Madre), Edgar Valadez (Antoine), Florencia Ríos (Catherine)y Epy Vélez (Suzanne), bajo la dirección de Karla Cantú.
Sobre un escenario desnudo, el relato se edifica a través de monólogos, Cantú se recarga en el trabajo actoral del elenco y el video como elemento para narrar con el protagonista el inicio y fin la historia. Su propuesta es un interesante juego escénico donde emergen emociones y sensibilidades de los protagonistas a través de los actores.
Las actuaciones están niveladas, bien cada quien con su personaje: matizan, fuerza interpretativa y buen manejo del tono dramático. El subtexto domina la narración y está esgrimido correctamente. Su trabajo refleja la dedicación y compromiso con el proyecto, el resultado está bien logrado.
La puesta en escena le ofrece al espectador un trabajo bien logrado. Los elementos que la forman se fusionan acertadamente. Si vió la obra en su versión cinematográfica, quizá podrá hacer comparaciones, no obstante deberá tomar en cuenta que el cine y teatro tienen lenguajes distintos. Lo cierto es que el teatro por naturaleza subvierte, trastoca de forma inmediata.
Solo el fin del mundo es una historia disfuncional donde los personajes se hablan de espaldas. El protagonista regresa para avisar su próxima muerte, y no encuentra tiempo ni momento para hacerlo, sí tropieza con la antipatía guardada en años, resentimientos que nos hablan de soledad existencial. Una deconstrucción que muestra contradicciones y ambigüedades en la familia. El resultado es una obra con gran nivel actoral.
Con producción de LÁZULI Theater y Abraham Vallejo, se presenta en el Foro Shakespeare del 6 de octubre al 2 de diciembre, consulta horarios y precios, aquí.
