Por Óscar Ramírez Maldonado, Foto: tripmycity.com/ En el 2020, el Día Mundial del Teatro llegó a un mundo de escenarios vacíos. Hoy, un año después, llega a un mundo donde el teatro va reapareciendo, tomando espacios abiertos, retomando teatros con aforo reducido; va regresando tímidamente, como llega la primavera.

En marzo de 2020, ni los más pesimistas imaginaron un encierro tan prologado. La pandemia por la Covid-19 llegó de pronto y fracturó nuestras vidas y nuestros sueños. Los primeros días, para unos afortunados todo fue novedad -el sentimiento de angustia e incertidumbre se mezclaba con el de fascinación por lo nuevo, por lo apocalíptico-, la tecnología nos permitía mantenernos cerca de nuestros seres queridos aun a miles de kilómetros de distancia. Tal vez nos sentíamos de cierta manera más conectados que otras veces, porque en cualquier rincón del mundo el encierro era el mismo.

Pero también, desde el primer día estaban -y en nuestros países latinoamericanos, la mayoría- los que no podían permitirse el encierro ni el distanciamiento social, los que debían salir a la calle a buscar el sustento para ellos y para su familia. Ellos han vivido en las calles y los lugares de trabajo los peores momentos de esta pandemia.

Poco a poco, en cada país la emergencia sanitaria ha ido tomando su propio ritmo, condicionada por una enorme diversidad de factores. Las olas de contagio cada vez son más dispares y el mundo va volviendo -muy despacio y de manera escalonada- a la actividad. Las vacunas son una esperanza tangible, pero todavía lejana en el horizonte para muchos.

Los saldos del encierro van haciéndose patentes y muchas industrias se encuentran heridas de muerte. En un estudio reciente de la Unión Europea, se encontró que las artes escénicas perdieron en el 2020 un 90% de sus ingresos. En un continente que entre los años 2013 y 2019, el sector creció anualmente un 2,6%, es de por sí un dato alarmante.

En países como el nuestro, donde la mayoría de los productores coinciden en que la industria vivía una crisis desde hace varios años, y dónde las pérdidas por la pandemia, según cálculos de Teatromex, eran de un rango de entre de 270 y los 418 mil millones de pesos, la situación es devastadora.

Sin embargo, las artes y el teatro habrán de sobrevivir como siempre lo han hecho. El teatro sobrevivió a los cierres generalizados durante la pandemia de influenza en 1918; los teatros permanecieron abiertos, como una forma de resistencia, durante los violentos bombardeos sobre Londres en la Segunda Guerra Mundial; fue en Londres también, cuando en 1592 se dio un brote de peste bubónica que obligó al cierre de la ciudad, incluidos los teatros, sin embargo Shakespeare siguió creando.

El teatro es una fuerza viva, el público está ávido de la presencialidad. Si bien algunas encuestas como “Mediatización de las artes escénicas- Consumos durante la cuarentena y perspectivas futuras “(Alternativa Teatral y Enfoque de consumos culturales, con el apoyo de Proteatro de la Ciudad de Buenos Aires) apuntan a que el regreso de la gente a las salas será gradual, también destacan los sentimientos que el público ha sufrido al verse privado del acontecimiento convival: el 63% del público teatral dijo sentir nostalgia, mientras que el 13% habló de sentir angustia.

El regreso no será sencillo, pero el teatro puede lograr eso y más. Porque, ¿en dónde si no en el teatro podremos contar estas historias? El teatro estará para sanar esas fracturas de las que escribí en un principio. La ausencia y la distancia, la historia de quienes lucharon en la primera línea contra la enfermedad, la historia de los que ya no están, de los amores que se perdieron y de los que nacieron, aún en las condiciones más adversas, todo eso nos lo contará el teatro.

Hace un año, en nuestro texto para conmemorar esta fecha, decíamos que “la imaginación y el teatro son indomables, su semilla está en el alma de lo humano. Superan el tiempo, la distancia, hacen posible lo imposible”. Hoy seguimos creyendo eso, estamos convencidos que la vida volverá plena a los escenarios, para recordarnos que, cómo escribió Camus en La Peste “la alegría está siempre amenazada”; no olvidando esto podremos siempre defender mejor todo eso que hemos dado por hecho.

El teatro estará ahí para decirnos que la vida sucede hoy, para reconocernos en lo distinto y lo diverso. ¡Celebremos al teatro!

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