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ALMACENADOS: La libertad que abre la discrepancia



 Por Alegría Martínez/ El señor Lino cambió de peso, estatura y facciones. El personaje de la obra Almacenados, que desde su estreno en 2012 ha interpretado Héctor Bonilla, respira actualmente gracias a su hijo Fernando, mientras su padre vuelve al escenario.

Fernando Bonilla, que nueve años atrás emprendiera con la Compañía Puño de tierra, la aventura de dirigir la obra de David Desola, protagonizada por su hermano Sergio y su padre, interpreta el papel que Héctor ha realizado desde entonces, hasta que el reconocido actor se recupere de la lesión ocurrida el día que ofrecieron la rueda de prensa para anunciar esta nueva temporada.

El montaje ha crecido y madurado con su elenco original a través de los años, de ahí que se extrañe la depurada creación artística de Héctor Bonilla. No obstante, en su actual presentación a cargo de los dos hermanos, la puesta en escena conserva el valor del excelente texto del dramaturgo barcelonés, así como su diversidad de lecturas y significados.

El conocimiento de la obra que Fernando tiene desde su visión de director, la experiencia de Sergio Bonilla en el papel del joven e inexperto Nin, así como la sencillez de la propuesta escénica, centrada en la actuación, sin falsos artificios, hace que Almacenados continúe como una muy buena opción en cartelera.

El texto reflexiona con humor y profundidad en torno al abismo generacional, el trabajo, la enajenación, el desempleo, la vejez, la jubilación, el conformismo, la rutina, la juventud, los sueños, los cuestionamientos, la honestidad, la corrupción y los negocios ilícitos.

El aviso de bienvenida y la consiguiente aclaración que Sergio comparte con la audiencia antes de comenzar la función, es recibida con gratitud por el público del Teatro de las Artes, que verá el rostro de Fernando intervenido por el aplique que su padre ha utilizado durante las funciones del monólogo titulado Sobre el daño que hace el tabaco, de Chéjov, obra que ha presentado por años en distintos foros.

La expresión corporal y vocal del actor-director, así como su interpretación, que le imprime un cansancio distinto al viejo personaje, emite significados con mayor ímpetu y energía, lo que destaca la avidez de escenas como aquella en la que el señor Lino cuestiona la letra del tango “Esta noche me emborracho” de Enrique Santos Discépolo que hiciera famoso Gardel, lo que, entre otros pasajes, genera carcajadas entre el público.

Bajo los cachetes abultados, la nariz aguileña y la media calva que cubren parte del rostro y la cabeza de Fernando Bonilla, elementos del aplique, combinados con maquillaje, además de lentes, resurge el nuevo, y a la vez deteriorado señor Lino, que se dirige con más desconfianza que experiencia al joven personaje que lo suplirá en su empleo.

El Almacén en el que se encuentran el obediente y cumplido hombre de edad lleno de manías, y el joven transgresor, se puebla de imágenes, esperanza, sarcasmos, duelos verbales y nuevos retos, en ese espacio donde los silencios hablan.

Las paredes del lugar en el que los personajes están eternamente a la espera, ostentan el nombre de los cinco días de la semana laboral, junto a una imagen religiosa con foquitos navideños que emite inconfundibles tonadas de la época. El abollado casillero, el maltratado escritorio y la silla, el garrafón con agua y un reloj checador, enmarcan la existencia laboral del impaciente novato y el viejo a punto del retiro.

El avance del tiempo se vuelve denso como una sombra que se expande sobre unos personajes cuya existencia marcha en sentido opuesto. Al encargado del almacén, siempre a la espera de que algo suceda, se le terminarán sus días de vida laboral, mientras que el joven, sin mayor expectativa que un sueldo mínimo, comenzará a andar por ese camino que no le ofrece mayor futuro que el de sobrevivir.

De esta manera, la obra de Desola, que plantea también una metáfora entre la vida de las hormigas y la de los seres humanos, alude al estatismo y a la falta de empuje para cumplir los sueños, más allá del cerco levantado por corrupción y política.

Si bien el panorama planteado por el dramaturgo es desolador, la llegada del joven Nin al espacio vacío controlado por el señor Lino, abre una luz a partir de la discrepancia y el ímpetu con que el personaje de menor edad incide en lo establecido para cambiar lo que parece imposible.

Con producción general de Gabriel Zapata, diseño de iluminación de Alberto Lomnitz, gerencia de producción de Sofía Álvarez, asistencia de producción de Miguel Alejandro León, asistencia técnica de Juanita Jimarés, además del diseño sonoro, gráfico, escenografía, utilería y vestuario de Puño de Tierra, la presente puesta en escena refrenda los motivos de su perdurabilidad.

Almacenados es una obra que revela algo nuevo en cada oportunidad. El elenco, original y el actual han encontrado diversos matices en las contradicciones emanadas de dos personas opuestas que se complementan.

La obra se presenta de viernes a domingo en el Teatro de las Artes del Cenart, consulta horarios y precios, aquí.

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