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DOS MUJERES Y UN CABALLO A PUNTO DE SALTAR: Amigas después de la muerte



Fotos: Kerim Martínez

Por Kerim Martínez/Durante mucho tiempo el estereotipo ha sugerido que es difícil una amistad sincera entre dos mujeres, que quizás les gana la envidia, que siempre se ven como competencia, que existe el peligro de una cruel rivalidad. Pero lo cierto es que en 2020 las reflexiones con perspectiva de género han hecho que las mujeres alcen la voz desde muchas trincheras. Una de ellas, de las más poderosas, es el teatro.

La Máquina Poética es una productora de espectáculos encabezada por Claudia Tobo (Mariela perdona, Segismunda), dramaturga, directora y actriz colombiana/española formada en la RESAD que actualmente reside en México y que está probando suerte en el país como creadora escénica. Su nuevo montaje Dos mujeres y un caballo a punto de saltar se presenta en el Teatro Bar El Vicio y tendrá una brevísima temporada.

Bea y Antonia fueron muy amigas mientras estaban vivas. Ahora, las dos han fallecido y acaban de reencontrarse en el otro mundo para hablar de todo aquello que dejaron pendiente y recordar los acontecimientos que las unieron para siempre.

Claudia Tobo encarna a Antonia, una mujer de cuarenta y cinco años que acaba de morir víctima del cáncer. Al llegar a esa especie de limbo se nota bastante confundida pero poco a poco va asumiendo su nuevo estado gracias al encuentro afortunado con Bea, interpretada por Violeta Santiago, su mejor amiga, que se suicidó a los treinta. Al calor de los mezcales aparecen los llantos, las risas y todo tipo de emociones que hacen que el espectador sienta empatía con las actrices.

La actuación de Tobo es convincente. Desde que aparece en escena con un emotivo monólogo, el público le presta mucha atención, no para compadecerla sino para acompañarla en este nuevo viaje en el más allá. La actriz confía en su texto y se nota. Se muestra segura y al mismo tiempo se divierte al contar una historia llena de matices, que conmueve, que divierte y que a la vez provoca una reflexión: ¿realmente disfrutamos al cien por ciento cuando “estamos vivos”?

Violeta Santiago es la mancuerna perfecta de Tobo. Le da vida a Bea, un personaje atrevido, desparpajado y simpático, alguien que demuestra que ser mujer puede ser todavía mejor de lo que se ha dicho. La actriz maneja muy bien la comicidad y durante una hora establece una conexión directa con su público. Sorprende a los espectadores al cantar la clásica Sandunga a capella con una botella de mezcal simulando un micrófono. El dedicado vestuario (Gerardo Jaimes) que Santiago porta la convierte en una especie de catrina atractiva que hipnotiza y seduce hasta al más incrédulo.

Lo que no ayuda del todo a la obra es el espacio. El Vicio suele presentar obras más irreverentes donde todo es tan esperpéntico que no importa demasiado si un mesero se cruza ante los espectadores, o que éstos mismos comenten la obra durante su representación o que suene algún ruidoso ventilador. Este montaje ganaría con un espacio teatral más íntimo, puesto que su dramaturgia (de buena factura) parece hilvanada con cuidado y en un sitio con estas características es difícil que los asistentes conserven la atención en todo momento: se pierde el detalle y en este montaje cada palabra que se dice importa. Estas dos actrices están comprometidas con sus personajes, sus rostros lo hacen notar pero no siempre es posible concentrarse en ellos debido al bullicio del bar. La proyección de voz de este par así como su dicción son impecables y ambas hacen un esfuerzo por contarnos la trama y sobreponerse ante los distractores del bar. Un escenario que potenciara la concentración del público le sumaría varios puntos a este espectáculo.

El espacio escénico, a cargo de Esaú Corona, es muy sencillo pero atractivo. Del techo cuelgan cascadas de flores metálicas (que parecen mariposas) azules y blancas, hay otras flores naturales por el suelo y muchas botellas de mezcal que llegan a convertirse en una tentación para el público. Afortunadamente en una parte de la obra una de las actrices reparte amablemente vasitos con esta bebida para satisfacer el antojo.

Durante la representación, Antonia se cuestiona varias veces: “¿De qué hablaremos cuando no estemos?” A lo que Bea responde: “Hace rato que no estamos, comadre”. Este diálogo cala profundo y tiñe el ambiente de cierta desolación.

Dos mujeres y un caballo a punto de saltar es una obra intensa y al mismo tiempo elocuente, que a pesar de estar situada en un plano místico, conecta con el ahora, con las problemáticas actuales, con la mujer que exige sus derechos y con aquello que llamamos “amistad”, palabra tan devaluada en los últimos tiempos.

Las funciones son en Teatro Bar El Vicio hasta el 25 de marzo, consulta precios y horarios, aquí.

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