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AGUÁNTAME QUE ESTOY REZANDO: Una llamada telefónica poco común



Por Kerim Martínez, Fotos: Karla Martínez/ Hablar de religión se ha vuelto un tema algo incómodo en un mundo que se ha diversificado velozmente. Cada persona cree en algo (o en alguien) distinto y es probable que se toquen fibras sensibles al defender una postura. En medio de este mundo tan revuelto aparece en cartelera una obra de teatro que indaga sobre la existencia de Dios y brinda la esperanza de incluso tener un diálogo directo con la divinidad.

Aguántame que estoy rezando se estrenó a finales de 2017 en el Teatro Principal de la Ciudad de Puebla bajo la dirección de Fernanda Mijares-Bracho y en marzo de 2018 inició una breve temporada en el Teatro Telón de Asfalto donde contó con el apoyo escénico de Josefina Feliz. El montaje ha recorrido distintas escuelas, iglesias y casas de oración por toda la república con el afán de que los jóvenes empaticen con el personaje principal y reflexionen sobre Dios y su existencia. Michelle Mateos retoma la puesta como directora y su nueva versión de la obra se presenta actualmente en el Foro Lucerna los fines de semana.

Max, un adolescente común y corriente, regresa a casa después de un ajetreado día y lo único que piensa es en encerrarse en su cuarto y dormir tranquilamente. De repente, el teléfono suena y al contestar se lleva una gran sorpresa: es Dios quien le habla.

Desde hace tiempo, Max tomó la decisión de vivir el día a día en automático, llenándolo de quejas e insatisfacciones, debido a un acontecimiento trágico que lo marcó para siempre. Está enojado con Dios y ésta es la razón por la cual este ser omnipotente y todopoderoso lo elige para conversar un buen rato.

La dramaturgia, de Rubén Córdova (quien también interpreta a Max), resulta elocuente y no se siente forzada a pesar de que en una lectura superficial podría parecer que tiene como objetivo principal un adoctrinamiento del espectador. Se trata de un híbrido contemporáneo donde predomina el género didáctico: Mateos lo entona hábilmente en comedia para conectar con el público. El gran acierto del texto es la dialogación fluida entre Max y la voz de Dios así como la diferencia bien marcada (desde el texto) en cuanto a la forma de hablar de los dos personajes. A través de desglosar las frases del Padre Nuestro, Córdova nos lleva a la reflexión: quizás no siempre entendemos lo que rezamos o muchas veces rezamos en automático sin darle el valor a las palabras que decimos.

Destaca la soltura que tiene Córdova como actor, su impecable dicción y su proyección de voz. Su juventud no le impide contar con la presencia suficiente para aguantar solo en escena durante sesenta minutos que dura el espectáculo teatral. Desde los primeros minutos de la puesta empatiza con el público y lo lleva de la mano por este viaje místico. En algunos momentos, sus gestos se tornan exagerados por su intención de querer meterse en los zapatos de un adolescente testarudo o tratar de parecer más niño de lo que su físico muestra. No sería necesario llevarlo al terreno de la farsa, el espectador es bastante inteligente para entrar en la convención sin tener que mostrarle a un hombre “aniñado” y el intérprete ya goza del suficiente carisma para captar la atención de su público.

Afortunadamente no se recurrió a una grabación para la voz de Dios y en la puesta en escena el actor Omar Alonso lo interpreta apoyado hábilmente por el diseñador de audio Fernando Sisniega. El sonido es impecable y dota de clara importancia al personaje: la voz viaja por todo el espacio para dar a entender lo que siempre se ha dicho: Dios está en todas partes. Alonso es un Dios que cae bien, que escucha, que aconseja, que entiende y además se permite ser un poco juguetón. La conexión entre los dos actores se siente en todo momento a pesar de que nunca se ven. Se logra un encuentro vertiginoso que se disfruta.

La dirección de Michelle Mateos es puntual y honesta: le da forma a una obra sin más pretensiones que la de mostrar a un adolescente de carne y hueso lleno de inquietudes y a otro personaje al que tanto le pedimos ayuda y que ahora estos jóvenes teatreros se atreven a retarlo gracias a la magia de la escena. Mateos se apoya de un equipo creativo que trabaja a favor de la historia encabezado por Emilio Zurita como responsable de iluminación y escenografía.

Hace más de una década Odín Dupeyrón encontró con A vivir un nicho de gente que quería escucharlo y oír sus consejos. Con Aguántame que estoy rezando a Rubén Córdova podría pasarle algo similar: creó, desde el texto, una obra que puede conectar con un público que aún tiene fe y que le dará gusto saber que Dios te puede hablar en el 2020 en el interior de una sala de teatro.

La obra se presenta hasta el 1 de marzo en el Foro Lucerna, consulta precios y horarios, aquí.

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