Fotos: Roberto Sosa
Por Roberto Sosa/Es ateo, ordinario y vive en México; acaba de recibir un video póstumo de otro judío que vivía en Alemania. El envío viene con un texto, se trata de una obra de teatro que desea que su amigo la monte. “Te mueres y quieres que haga una obra de teatro…” La petición viene con dinero para la producción y sus honorarios. “Tu alemán, yo mexicano, los dos judíos, más bien jodidos”. La obra es un monólogo cuyo tema es la identidad judía.
Él está desempleado, así que tiene tiempo y revisa el texto, mira a su alrededor y ve las posibilidades de montar la obra allí en su espacio. “Tu escribes y yo lo interpreto, eso quieres pinche alemán…”. En la lectura se reinventa, en las líneas vuelve a encontrar todo aquello que le da equivalencia, su origen. “Un judío, un israelita…un hebreo”. Alberto solo quiere ser Un judío común y corriente.
Del autor Charles Lewinsky (1946, Zurich, Suiza), la obra fue escrita para el cine en 2005 con el título “Un judío ordinario”; en ella el periodista Emmanuel Goldfarb -hijo de una pareja sobrevivientes del Holocausto- es invitado por un profesor para que responda las preguntas de los estudiantes sobre el judaísmo. Con un monólogo de más de 90 minutos, Goldfarb explora los “temas judíos”. A partir de la traducción al español de Lazaro Droznes, Daniel Goldin y Alberto Lomnitz la adaptan al teatro con una capa de metateatralidad; un actor interpretándose a sí mismo.
Esta versión cuenta con la dirección y actuación de Alberto Lomnitz y Enrique Singer, es decir, cuando Lomnitz actúa Singer lo dirige y viceversa. En este sentido el espectador puede valorar –si tiene oportunidad de ver las dos- el mismo relato desde dos perspectivas distintas, tanto en la dirección como la actuación. Dos formas de ver y sentir el teatro con un mismo texto; es conocer al mismo personaje con dos voces y dos rostros distintos. Emmanuel Goldfarb (en video) es interpretado por Daniel Goldin.
Alberto Lomnitz es quien se encarga de encarnar al protagonista en esta primera parte de la temporada. De origen judío, Lomnitz entiende y sabe perfectamente lo que aborda el texto; el personaje le queda a la medida. Su actuación es notable, como valioso es aprenderse este monólogo que se toma casi dos horas de función. El inicio atrapa, el desarrollo es por momentos lento y cansado y culmina con un espléndido trabajo de Alberto Lomnitz. La dirección de Singer le da ritmo y movimiento, importante en un monólogo, que no se vea estático.
Para el público no judío la obra es interesante, le permite un acercamiento al universo del judaísmo. Sus costumbres, religión, su forma de ver y percibir la vida que contrastan con las demás religiones. Los judíos se consideran el pueblo elegido de Dios; históricamente perseguidos y casi exterminados de Europa por los nazis. El Holocausto los marcó de por vida. En el escenario mundial se han presentado como víctimas, sin embargo, hoy Israel es la tercera potencia militar a nivel mundial (de acuerdo, uno es el gobierno de Israel y otro el pueblo judío), y de víctimas no tienen nada, que se lo pregunten al pueblo palestino.
Diseño de espacio e iluminación, Matías Gorlero. Producción Arón Margolis. Las funciones son en el Foro Lucerna, hasta el 1 de diciembre, consulta precios y horarios, aquí.
Roberto Sosa me gusta mucho leer tus reseñas, porque eres un gran maestro que tiene la mirada perfecta para describirnos el contexto de las obras.Y en cuanto a “un judío común y corriente” me tocó ver la actuación del maestro A. Lomnitz y aplaudo de verdad su talento para interpretar a este personaje, también me sorprendió su trabajo cognitivo de memorizar y decir un texto tan largo, tan profundo y tan lleno de historia. De verdad Gracias.