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TOKYO Y ME VOY: La entrega de un actor



Fotos: Cortesía Producción

Por Luis Santillán/Tokyo y me voy es una obra de Fabián Harazatey que se estrenó en México el año pasado en La Capilla, ahora, con un cambio de actor, tiene temporada en La Teatrería.

La situación base consiste en que un cantante (en la versión de México es un mariachi) llega al cuarto de un hospital donde su hermano está en terapia intensiva. La condición de no hablante del hermano permite que el personaje tenga desahogos verbales sobre el pasado.

La versión que se presenta en La Teatrería es con el actor Alfredo Huereca.

Lo que destaca de Huereca es la forma en que se entrega en la obra, hay una gran pasión que proyecta sobre su trabajo, son de esos ejemplos en los que se ve a un actor que constantemente disfruta el tiempo que está en escena. Y lo mejor es que ese disfrute está acompañado de un trabajo de calidad.

Huereca tiene variaciones rítmicas que mantienen el interés por las tareas escénicas que ejecuta, mientras trata de establecer platica con el personaje internado. Logra generar variantes emotivas que acompañan el recuerdo, va de estados donde aprovecha las situaciones cómicas hasta bloques en los que se le exige un desarrollo emotivo más complejo.

Asume el rol de quien se autoexilia y vuelve, plantea diferencias verbales según la textura del discurso, tiene plena conciencia del efecto que provoca la modulación de voz y el ritmo del discurso, para establecer un puente emotivo con el espectador en los segmentos donde el dolor de la partida y las circunstancias en que se dió provocan la fragilidad del personaje.

Su trabajo es sólido, constante, aun así, no puede evitar caer en repeticiones tanto de tareas escénicas como de estados emotivos y eso no es responsabilidad de él, sino que el texto no evoluciona.

El texto de Harazatey es un discurso verbal del pasado, todo ocurrió ya y el personaje lo cuenta tratando de establecer un diálogo con el hermano convaleciente. Los momentos que quieren ser de vulnerabilidad nacen de una acción que ya ocurrió, llega a oídos del público porque el personaje lo cuenta, pero no es del todo claro cómo afecta o repercute en el presente, aún así Huereca lo convierte en algo sensible porque apela a la construcción interna.

La creación de un monólogo siempre enfrenta dos grandes retos: la creación del escucha impedido del habla y la activación del relato en presente con acciones que pongan en crisis al personaje emisor. En Tokyo y me voy se logra lo primero, el segundo aspecto es más relativo, quizá queda más en la apreciación del público y en cómo éste puede vincularse con la escena propuesta.

Las cosas, verdades, confesiones, memorias, esperanzas que puedan decirse en escena parecen desvanecerse porque la acción o repercusión de las mismas no genera una modificación tan clara del estado de cosas.

Tokyo y me voy ha cosechado buenas opiniones del público, la necesidad por comunicarse con un ser querido es algo que en cualquiera puede causar compasión, el hacer de Huereca ayuda mucho a que esto ocurra y es en sí, la mejor invitación para acudir a esta puesta en escena.

Las funciones son en La Teatrería hasta el 28 de junio, consulta precios y horarios, aquí.

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