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TITUS: De la venganza ante la indiferencia



Fotos: Francisco Bravo

Por Saúl Campos/Cuando Titus Andrónico, el legendario guerrero vuelva a Roma con la reina de los Godos y su familia como prisioneros, el pueblo aclamará su inminente posesión del trono. Sin embargo, el general de guerra preferirá ser fiel a la familia del finado soberano y solicitará al pueblo que apoyen a Saturnino como el nuevo emperador. Este último, cegado por la belleza de Tamora, la monarca presa, le liberará de su destino para hacerla emperatriz de Roma, tan solo para dejar que esta fragüé una terrible venganza contra toda la descendencia de Andrónico, a tal grado que la sangre será lo más inofensivo que el suelo verá correr.

No es casualidad que Shakespeare sea el autor más montado en todo el mundo, la psicología de cada texto está sujeta a una vigencia detrás que dolorosamente vuelve atinado cada comentario mordaz que, el isabelino planteaba en sus tragedias y comedias, pero si nos situamos en un tema primordial como lo es el abuso de poder y el abuso a la mujer, Tito Andrónico se vuelve un libro que necesariamente debe abrirse en la mesa.

Y entonces La Rama de Teatro, Bh5 y Oscar Uriel se dieron a la tarea de darle una nueva mirada al bardo, reclutando a Angélica Rogel para capitanear la embarcación de Titus, en el Teatro Helénico, una producción que desde la idea se antojaba interesante y que al revelarse el elenco, en el cual el también director, Mauricio García Lozano, llevaría el estelar, hacía de la producción una de las obras más esperadas de la temporada y quizás, ahora, una de las sorpresas más extrañas también, dado a motivos curiosamente distintos a los que podríamos creer.

Rogel nos presenta una adaptación que rescata la esencia de la obra original y respeta cada palmo, atizando la idea de la venganza como el vehículo de fuga de todos sus personajes. Este afán de empoderarse, a través de la ira, construye seres que poco a poco de tornan cada vez más oscuros, con actos notoriamente inhumanos que vienen de ningún lugar. La adaptación tiene la esencia, la llama de Titus existe.

Todo lo que la directora logra entregarnos en la adaptación se va mostrando de manera inversa en la dirección. Lo mordaz del texto parece ir a cuentagotas, con tonos reservados. De manera que la violencia y sadismo de la historia hacen acto de presencia, desde el primer momento y de manera contundente, pero sin hacer un gran alarde. Y es esta dosificación la que termina por aletargar la obra, logrando de paso que las actuaciones del elenco se sientan casi siempre en el mismo tono.

Esa evolución que necesita Titus, como un personaje que aparece en escena envuelto en gloria y que va cosechando penas durante la trama que lo empujan hacia la locura, es lo que no sucede, tampoco con el resto de los personajes del elenco.

De manera que, por ejemplo: en vez de lograr percibir a un capitán de guerra herido por las lanzas del infortunio y a una Lavinia que ruega quitarle la vida a su verdugo por quitarle la vida antes que manchar su honor; tenemos a un GI Joe que se transformará en una especie de papá buena onda con demencia senil y a una adolescente desganada.

Podríamos tratar de entender esta visión de dirección sobre una lectura más coral sobre el texto. Sin embargo, el vestuario de Estela Fagoaga dice lo contrario, ya que identifica actores principales de inmediato. Con elementos que francamente resultan aburridos como gabardinas militares y motivos vaporosos en desniveles para representar a la realeza, un diseño que lejos de hacer conexión distrae y se siente visto.

Luego llega el turno de la escenografía, donde Adrián Martínez Frausto propone un escenario en tonos ocre, que guarda en su corazón una imagen que promete una carnicería violenta, luces pavorosas, ganchos y todo, pero que choca con el siguiente nivel y el siguiente. Después rinde prioridad al uso de una mesa que lejos de ser parte del diseño, logra pasar como un elemento del catálogo de Zara Home que es base de cada escena una vez que aparece.

Así que, teniendo a cada creativo con un discurso diferente, la obra va desarrollándose, alternando elementos que parecieran un descarado homenaje, como los muertos simulados con plástico y sangre que nos diera el propio García Lozano hace unos años en Ricardo III; con elementos brillantes como un prop diseñado para generar una falsa herida que se siente realista y que luego se reemplaza por artefactos sin el mismo encanto y que comienzan a acartonar las circunstancias.

Titus es pues una propuesta que cumple en el aspecto de sostener un discurso y ser un entretenimiento de calidad en varios niveles, pero se queda tibia en materia de representación, huyendo de mostrar un auténtico baño de sangre y negándose a no mostrar gota alguna, así, suspendida en un medio, que quizás no es el justo.

Las funciones son en el Teatro Helénico hasta el 10 de noviembre, consulta precios y horarios, aquí.

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