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ROMEO & JULIETA: De los amantes jóvenes y el castigo del nombre



Fotos: Alberto Clavijo

Por Saúl Campos/ ¿Realmente hace falta describir de qué va Romeo y Julieta? Vaya, es una historia tan conocida que si usted querido lector se encuentra frente a este escrito sería bastante raro que no lo supiera ya, pues es por ende una víctima del hermoso hechizo teatral, sin duda, es una obra clave al hablar de William Shakespeare. Los amantes jóvenes que no pueden celebrar su amor en libertad al ser miembros de familias rivales en la antigua Verona. Una tragedia tan dolorosa, como el amor mismo.

Bajo la adaptación y dirección de Mauricio García Lozano, esta tercera temporada de Romeo & Julieta sucede ahora en el Foro Lucerna, con un nuevo elenco que lleva en sus titulares a Assira Abbate y Miguel Jiménez, dos de los actores jóvenes más sonados en los últimos meses en la cartelera nacional, y con la justa razón del talento que les respalda.

En esta versión de la historia, García Lozano retoma la poética a la que nos tiene acostumbrados, con momentos llenos de movimiento e imágenes contrastantes que logran trabajar la historia en un ritmo constante. Sin embargo, el mensaje de la dirección busca que este montaje se sienta tan joven como su elenco, y desde el torbellino de energía abrupta con el que decide romper la sala para iniciar función, nos queda en claro que los espectadores no estamos ahí para salir enamorados, sino con el alma rota y la desesperanza en alto.

García Lozano expone la frivolidad de los rencores heredados. Toma a los personajes de Shakespeare y nos enfrenta ante dos niños que se aman y no pueden ser felices por que alguien más les ha impuesto la idea de que lo prohibido existe y es el romance mismo que viven.

La crítica social que Shakespeare hizo en tiempos isabelinos nunca se había sentido tan viva como en este montaje, cuando hablamos de un contexto adolescente expuesto a demasiadas prohibiciones sociales, empezando por la diversidad de género o del cruce ideológico entre generaciones X, Y & Z frente a prácticamente cualquier tema.

El director nos permite ver a través de sus personajes a un montón de adultos que, sin entender de donde mismo viene el odio que sienten por alguien más, deciden inculcarlo a sus descendientes sin la oportunidad de un pensamiento libre.  Y ahí están entonces esos hijos, con la capacidad de obedecer ciegamente o actuar por la propia decisión de acuerdo a lo que sus sentimientos y razón indiquen. Eso es lo que Romeo & Julieta representan, la rebeldía del corazón y la mente en medio de un sin sentido.

Para contar este sentir, en exploración absoluta de la adolescencia, con las propias inquietudes de la edad, principalmente las corporales, el elenco a la mesa, empezando por el numeroso coro se encarga de desarrollar una imagen viva de la juventud caótica, en la que la presencia de actores como Haydeé Boetto, Diego Jáuregui y el propio García Lozano, logran inyectar la experiencia necesaria para equilibrar la balanza.

Ernesto Coronel, Quetzalli Cortés, Miguel Santa Rita, Julian Segura y Samantha Coronel suman el resto del elenco joven con actuaciones precisas para lograr contar esta historia con el apoyo y sentir preciso que los clásicos Paris, Mercucio, Teobaldo y Benvolio requieren, a la par de los personajes extra que representan, en un juego escénico bastante reñido y complejo.

Sin embargo, la parte actoral más poderosa por obvias razones, recae en esta ocasión en Miguel Jiménez y Assira Abbate. Mediante un evidente trabajo de dirección sumado a sus capacidades natas, Jiménez logra desarrollar a un inocente Romeo, víctima de su propio apellido y del amor que siente. En medio de una historia donde la venganza hace juego con el deseo, Miguel obtiene momentos de absoluto brillo escénico que sin duda marcan una pauta.

Habiendo dicho esto, es necesario dejar en claro que si alguien logra llevarse este montaje es Assira Abbate. Sin duda la joven actriz presenta un amplio catálogo de sus capacidades histriónicas al entregarnos una Julieta que avanza de la inocencia a la madurez trágica en una ruta emocional francamente irreal.

Abbate logra conectarnos con la niña de casa que se convierte en mujer para vivir su propia identidad. Cada matiz preciso que entrega escena a escena, va llevando al espectador a un lugar en el cual la empatía es absoluta, reconocemos en Julieta todas los miedos e inseguridades de su edad, queremos correr riesgos junto a ella, sabemos como sabe ese fracaso, y lograr esto, es ya un triunfo escénico bastante alto.

Para cerrar el círculo, la propuesta de escenografía y vestuario de Marío Marín del Río obtiene un paisaje escénico que, aunque podría pecar en lo monocromático, resulta útil para dar vida al montaje con la virtud de la simpleza, que a juego con la iluminación de Ingrid SAC se torna en un escenario bastante útil para concretar momentos íntimos y alturas que brindan dinamismo a la trama.

Romeo & Julieta es, sin duda, un clásico bajo una curaduría de dirección tan buena que se vuelve obligatoria en automático. Una oportunidad clara de recordar por medio de las palabras de Shakespeare que a veces es necesario dejar que lo exterior no influya y defender la pureza del amor a toda costa.

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Un comentario sobre “ROMEO & JULIETA: De los amantes jóvenes y el castigo del nombre

  1. Si decides montar una obra TAN emblemática y conocida, por lo menos hay que tener en claro que se trata de Shakespeare: es decir, los chistes fáciles, los albures y los gritos exagerados. Romeo y la mayoría de los actores parecen chavales de preparatoria en una obra escolar. Francamente le falta muchísimo a la obra.

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