Por Omar Muñoz / Aunque la manía está comúnmente relacionada con prácticas o costumbres rutinarias atípicas, en realidad, tiene otra acepción bastante menos popular: La manía. Este trastorno es, desde un punto de vista clínico, un síndrome que se refleja a través de estados de ánimo elevados, tanto eufóricos como coléricos y está fuertemente asociada a la depresión. Ésta es, precisamente, la temática central expuesta en Psicomanía, una comedia negra escrita y dirigida por Alan Blasco.
Tres extraños son citados para una terapia grupal a la cual no asistirá el terapeuta, pero les deja la indicación de elegir quién de los tres guiará la sesión. Conforme avanza la acción, cada uno de los personajes expone la razón por la cual asiste a terapia. De esta manera, el autor plantea complejos escenarios psicológicos que revelan todo tipo de filias y fetiches, dando pie a conflictos de diversa índole entre los personajes y permitiendo al espectador, mediante los recursos de la comedia, relacionarse con el texto y purgar sus más íntimos secretos.
La propuesta estética de Arturo Vega genera un ambiente de contención y encierro que refuerza el estado psicológico de los personajes. La escenografía consiste en un piso de tipo laminado con un tapete al centro, que plantea el espacio de un consultorio, con tres sillas y dos lámparas altas de piso estilo contemporáneo; todo envuelto por cámara negra. La iluminación junto con el diseño sonoro de Iván Mondragón, juegan un papel fundamental en materia de ambientación y contraste. El trabajo de dirección de Alan Blasco es coherente y dinámico. Sobre todo, logra divertir al espectador, sin descuidar la base del texto y hace énfasis en el hecho de que más que un fetiche o que una reacción en específico, la depresión es el problema de fondo de los personajes, con lo cual, cualquier espectador se puede relacionar.
A nivel actoral, Glow Berdeja (Martha) logra una interpretación enérgica y precisa de una mujer que oculta sus inseguridades, a través de la máscara de un feminismo mal entendido; César Azanza (Andrea) habita la escena con gran soltura y verdad escénica, dando vida a un hombre con un pasado de mucho sufrimiento y que es incapaz de aceptarse a sí mismo; y Daniel Chávez (Checo) nos presenta a un sacerdote con un secreto muy importante derivado de una vida de privaciones que no eligió y que nos invita a importantes debates morales de pertinencia en la actualidad.
Psicomanía es una obra que divierte a la vez que incomoda y que propicia la reflexión. Ante esta producción cualquier persona se puede ver reflejada porque, aunque no queramos aceptarlo, todos somos un poco maniáticos. La obra se presenta en el Teatro Legaria, un espacio cómodo, que permite gran intimidad y complicidad con el espectador.
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