Fotos: INBAL
Por Luis Santillán/Una larga mesa sobre una tarima, una serie de sogas y poleas a los costados, diversos objetos en espera; todo eso es lo que recibe al público al entrar al Galeón para ver Orestíada de Robert Icke bajo la dirección de Lorena Maza.
El diseño de escenografía e iluminación es de Laura Villegas. Su propuesta expone el universo de cosas que irá construyendo el relato, cada uno de los objetos permanece como decorado, pero al entrar en la dinámica de acción adquieren una codificación compleja, interesante, algunos llegan a convertirse en metáfora y síntesis tanto de la línea anecdótica como de las pasiones de quienes accionan.
Villegas parte de metáforas del imaginario compartido, el vino enlazado con la sangre, el velo de la muerte ligado al decorado de la mesa, las cuerdas como el soporte del mundo y a la vez la línea de vida, así logra transitar de la concepción mítica del cosmos a la simpleza del mundo contemporáneo. Lo destacado de su propuesta es que mantiene la armonía entre el espacio y el relato, lo cobija, lo estimula, lo alimenta con cargas de tensión. El espacio se fractura de manera literal y figurada, es ahí donde el público puede ver que algo pasa en el acontecer de la familia protagonista.
La enorme mesa muta a necesidad de la acción, se establece como el axis mundis de la familia, como la pasarela donde el poder se exhibe, como los pasillos de la mente, el sepulcro, la zona de los escondites, el portal de los muertos y sus apariciones. Mucho de esto es posible gracias al otro gran acierto de la puesta en escena: la iluminación.
Villegas propone pasillos de luz a distintos niveles, con distintos grados, cada uno al accionar concretan lo que la escenografía propone, ya sea para delimitar espacios, para generar una atmósfera, para engrandecer un personaje, acentuar un momento o resaltar una carga emotiva.
Laura Villegas es el soporte de este proyecto, su trabajo mantiene el interés del público, en su propuesta se hallan los residuos de Esquilo y las líneas de acción que el autor británico Icke propone en su texto.
Abril Pinedo encarna a Electra, lo que ella hace motiva a imaginar el potencial de su trabajo si pudiera desarrollar al personaje; si los tiempos y el contexto le dieran el tiempo en escena para profundizar sobre lo que propone, devoraría la obra.
El resto del elenco, aun cuando tiene monstruos de la actuación como Laura Almela, no tuvieron su mejor función el día en que se presenció. La palabra está, la línea anecdótica los conduce, sin embargo, mucho de lo que hacen parece ser solo la repetición de función tras función. Hay una sensación de impostura.
Aquello que no se concreta es responsabilidad de: ¿La palabra? ¿De la forma en que se moderniza un entramado tan complejo como el que habita en La Orestíada? ¿En el reparto que por momentos parece taciturno? ¿En la dirección que después del primer bloque parece no hallar cómo sostener las variaciones rítmicas? ¿En aquel que mira esta Orestíada creyendo que verá a los personajes míticos del texto tradicional?
La puesta en escena del texto de Icke es una oportunidad para ver un gran diseño de escenografía e iluminación, mirar a una actriz con la potencia de Pinedo y disfrutar esos breves momentos donde Almela muestra que es una gran actriz.
Después de ver las 3 obras que conforman Invasión griega la sensación es de haber estado frente a un caballo de Troya.
Las funciones son en el Teatro El Galeón Abraham Oceransky hasta el 14 de julio, consulta precios y horarios, aquí.
