Fotos Francisco Bravo
Por Saúl Campos /La relación de Isabelle y Gilberto comenzó con una inocente plática, en la barca de un parque, durante un día lluvioso. Un breve encuentro del que nació un cariño en el cual la primera barrera pudo haber sido la diferencia de edad que ella tenía sobre él. O quizás el hecho de que él estudiase en la misma Universidad en la que ella laboraba. Rematando con la cuestión de que él tenía severas adicciones que no hacían juego con las inseguridades de ella. Laura y Angélica recordarán desde sus respectivas visiones la evolución de un amor, que voló con los negros pájaros que vienen del mar y presagian la muerte.
Hay textos mexicanos que se han remontado una y otra vez desde su estreno original, gracias al poder de sus tramas, de sus historias y del gran ejercicio que pueden representar para sus intérpretes. Los Negros Pájaros Del Adiós de Oscar Liera es un claro ejemplo de esto, un texto de los 80’s, que se remonta en el Teatro Milán bajo la dirección de Adrián Darío Rosales.
La historia de una pareja con un claro desequilibrio de edades, en medio de una enfermiza pasión que ocultaba los graves problemas de comunicación y violencia que tenían, vista desde los ojos de la mesera del bar del pueblo en el que vivían y la mejor amiga de él, quien siempre le guardó un amor no correspondido. Un texto que logra tener vertientes bastante interesantes para abordar, pero que corre con el riesgo de caer en una sobre exposición del drama y por ende en comenzar a caricaturizar los acentos difíciles, de no tratarse de la manera correcta.
Cecilia Gabriela es convocada para protagonizar esta historia junto a Memo Dorantes. La pareja principal encuentra una dificultad grande para poder dar la credibilidad necesaria al idilio infernal en el que se torna el amor que profesan, dada quizás la ausencia de cuidado en el tono en el que ambos deben de estar, para incluso lograr que la réplica sea exitosa. Gabriela logra introducir al sentimiento real del texto, pero se queda en las primeras capas de una piel bastante gruesa.
Probablemente este fue un texto que en su momento debió levantar una conversación escandalizada sobre el manejo de la historia de amor entre un joven y una mujer adulta. Sin embargo, en pleno 2019, donde los discursos de libertad crecen en diversas vertientes cada día, es necesario poderle dar una nueva reinterpretación a este acto, o bien, dar mayor peso a otras áreas de la dramaturgia para poder darle un impulso pleno y que marque una pauta en lo que la obra ofrece a la cartelera, algo que la dirección opta por no realizar.
Empero, son justo las intervenciones de Alma Cero y Tatiana del Real las que logran conducir la trama hacia la progresión que necesita. A pesar de igualmente estar interactuando desde tonos completamente opuestos, las actrices logran permear en el desarrollo de la historia para acentuar las escenas más importantes y dar una continuidad.
Frente al espectador hay un juego escenotécnico que peca de una ambición innecesaria. A pesar de poder tener proyecciones que resultan útiles, la iluminación sobreexpuesta logra quemar todos los detalles, sumado al diseño escenográfico que ensucia con elementos poco prácticos una puesta que bien podría confiar en una cámara negra sujeta a un gran soporte lumínico.
Sin duda el montaje correrá con una mayor soltura en manera que haga revisita a los elementos que cortan la inmersión del público de tajo y sin aportar nada a la experiencia, como la inclusión de una ejecutante de ópera que además de distraer la escena, termina por opacarla sin que se comprenda el uso de este elemento para abordar momentos clave como los celos, la rabia la angustia o el maltrato.
Los Negros Pájaros Del Adiós resulta pues una opción de divertimento, de la cual sin duda se puede obtener una grata experiencia al tener a Tatiana del Real y Alma Cero, a cargo de dos actuaciones memorables y que sin duda logran arrancar una sonrisa con el mismo impacto que una lágrima de empatía.
