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LIMÓN, LIMÓN, LIMÓN, LIMÓN: De la importancia de cada palabra



Por Saúl Campos/Un día cualquiera Marlene & Oliver se conocieron en el funeral del gato de una amiga en común, y como si fuera un lugar cualquiera, el cementerio de mascotas se volvió el sitio en el que acordaron verse desde entonces. Todo iba bien, él un artista, ella una abogada. Hasta que un día el gobierno decidió limitar el uso de palabras en la gente, quizás para controlarlos, quizás para silenciarlos. Quizás podrían soportar esta represión, construir algo a partir de esto, o tal vez era necesario limitar el uso de palabras tan solo para ver si esto disminuía también el efecto.

Es curioso que estando en medio de una época donde pareciera que nuestros legisladores buscan restringir cada vez más los flancos de libertad del pueblo con prohibiciones absurdas a géneros musicales y cerveza (Sí, esto también es México), Teatro La Capilla decide presentarnos un texto de Sam Steiner en el que los ciudadanos se encuentran en un panorama de prohibición del habla tan solo porque el gobierno fue muy lejos y no creyeron que eso pudiera suceder… coincidencia o no, es terrible poder ver esa realidad reflejada.

Así, Punto Al Frente, Redondo 7 y Mariano Ducombs presentan Limón, Limón, Limón, Limón, un montaje sumamente disruptivo, que bajo la dirección de Paula Zelaya encuentra un ritmo distinto para tratar el desarrollo de una relación amorosa en medio de la imposibilidad de la comunicación y el hartazgo de buscar formas para que esta suceda.

Steiner se vuelve el principal crítico del sistema en todas sus formas aplicables, tanto en la pareja como en el régimen gubernamental, exponiendo las debilidades de estos al ser organismos carentes de la habilidad de sobrevivir frente al cambio, atacando desde un pilar base, como la comunicación. Es ahí donde su juicio crítico se sostiene con argumentos tan válidos que resultan perturbadores en su dosis de verdad, momentos de agudeza que calan para demostrar a la audiencia que los seres humanos podemos ser gregarios por naturaleza, pero que también tenemos la naturaleza de abandonar nuestra capacidad de relacionarnos, quizás como mecanismo de defensa, quizás solo lo implementamos.

Bajo la dirección de Paula Zelaya, esta historia narrada de forma alineal, se va tejiendo para dejarnos ver las fibras más humanas de sus personajes a través de las situaciones que enfrentan. Zelaya lleva a sus actores por un camino realista en el que cada intención del pasado va hiriendo el suelo en el que la historia se sostiene, momentos clave que generarán ausencia en el futuro, tan dolorosos como el resto de palabras en el lenguaje para dos personas que tienen mucho que expresar como cualquier relación.

La directora hace uso de su sello particular de escenas contemplativas y movimientos coreográficos bastante medidos como un recurso necesario e inevitable ante una historia llena de momentos crudos que se narran con un toque de comedia que en sus puntos más oscuros hace pivote por intervención de las intenciones impostadas, quizás esta obra sea uno (o el mejor) trabajo para poder explicar cómo dirige una de las figuras creativas jóvenes más importantes de la escena mexicana, hoy por hoy, pues la filigrana con la que la puesta se cura y ejecuta es verdaderamente envidiable.

La producción suma los talentos de Nahuel Escobar y Alejandra Redondo en escena (Alternando con Roberto Beck e Ivonne Zurita) como pieza clave para dejarnos entender la mezcla entre la dureza del texto y la sutileza de la dirección, con una dupla bastante amalgamada en una veracidad suficiente para lograr que el convencimiento reine y el público se identifique con el proceso “cítrico” al que sus personajes entran.

Aunado a esto, el espacio de Javier Ángeles logra una complicidad justa para desarrollar la atmósfera de inestabilidad y desquebrajo en justa medida a la calidez que se diluye en un hogar en crisis. Un concepto que logra con detalles y elementos tan funcionalistas y minimalistas que resulta óptimo para contar la historia en servicio del tono de dirección.

Limón, Limón, Limón, Limón es una excelente propuesta para desenmarañar la realidad de la incomunicación no solo como pareja, sino como sociedad, como personas con oficio, como humanos en convivencia. Una obra cruda que demanda la atención de su espectador, verla con detenimiento es un deber.

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