Fotos: Paulina Watty
Por Mariana Mijares/ Hay un consejo para escribir ficción que dice: ‘si quieres ser universal, habla de tu aldea’. Con eso en mente, Conchi León -yucateca de nacimiento-, creó La tía Mariela, un relato situado en Mérida, Yucatán, donde tres primas: Jesusa (Montserrat Marañón), Inmaculada (Conchi León) y Sagrado (Alejandra Ley), se reúnen para cumplir el deseo de la recién fallecida tía Mariela, tirarle un puño de tierra a su tumba. Una vez juntas, empiezan a rememorar a sus otras tías.
Todos tenemos secretos de familia, pero en esta en particular, estos ocupan casi un carrito de tamales para anunciar: “Familia jodida no sabe ocultar sus secretos. Pasen, pasen a ver a la tía chismosa, a la tía preguntona, a la tía chocoit, a la tía dejada, a la sobrina embarazada, al primo cangrejo”; señala Jesusa (Marañón), una de las primas.
A esto, Inmaculada (León), le replica: “Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”.
Y es que en esta singular familia, las primas se dedicarán a rememorar las anécdotas de las mujeres de su familia; y si bien las abuelitas son gran fuente de sabiduría también las tías, quienes transmiten sus historias de generación en generación.
Así conocemos, por ejemplo, que La tía Marbella salió con su domingo siete. “Pero… ¿Cómo? ¿De quién? ¿A qué hora? Si esta niña se la pasa de la casa a la iglesia”, pregunta Jesusa. Pero Marbella estaba embarazada, precisamente, ¡del cura! Este hecho provino de una de las tantas memorias de Conchi: su tía abuela se embarazó muy joven del cura del pueblo.
Con historias como esta, la obra resulta también una crítica al machismo y a la violencia de géner; pero a diferencia de otros montajes, no lo hace desde un lugar de lamento, sino como una oda a la fuerza y carácter de las mujeres.
Otro de los principales valores de este montaje es la escenografía de Adrián Martínez Frausto, que se asemeja a las tradicionales casas de Mérida. Allí hay techos altos, paredes amarillas, los 12 de retratos de las tías, esculturas típicas, mosquitos…
La obra incluye además música en vivo interpretada por tres mujeres que bien podrían emular a un Coro Griego. Aportan detalles importantes de la trama, bailan y cantan al son de temas típicos del sureste mexicano, incluidas composiciones de Armando Manzanero.
Otra enorme fortaleza son las tres protagonistas. Hay algo fascinante en la sutilidad de la comedia de Montserrat Marañón: no necesita gritar, subir la voz, ‘hacerse la chistosa’. Su encanto radica en sus expresiones, miradas, el tono de voz. Es sutil y precisa.
Conchi resulta la típica y simpática tía bonachona, que aunque no es tía, encara esas características: sincera, jovial, amigable. “Un día, la sombra de la tía empezó a verse más gordita” recuerda Inmaculada, “Se lo atribuyeron a la soledad: ya ven que las harinas y los chocolates son buena compañía para las mujeres solas. ¡Pero cuáles harinas, la tía dio a luz a un varoncito! Lo bautizó como Miguel, por aquello del ángel de la justicia”.
Como cereza del pastel, está Alejandra Ley, quien además de buena actriz, es además una extraordinaria cantante y por ello entona varios de los temas del montaje.
Al trasladarnos a un universo tan particular como Yucatán, la visión del director Francisco Franco resulta muy acertada; realmente olemos, vemos y sentimos esa casa; a la vez, sentimos que podría ser nuestra casa.
La tía Mariela es una divertida comedia que nos relata historias entre trova y humor, pero sobre todo, resulta una celebración a los recuerdos y a la vida de las mujeres. Mujeres que han reído, llorado, sufrido y que, demostrando enorme fortaleza y resiliencia, se han levantado para inspirar a otras, a sobrinas, o espectadoras.
Las funciones son en el Teatro Helénico hasta el 3 de marzo, consulta precio y horarios, aquí.
