Por Ro Tierno, Fotos: Cortesía Chipotle Teatro/ La compañía de Chiapas, formada por Ana Cabot (España) y Gabriela González (México), fue invitada al Festival Internacional de Teatro de Sombras Don Segundo, en Argentina, uno de los pocos que se realiza exclusivo de esta técnica en Latinoamérica.

Hace aproximadamente cinco años, la española Ana Cabot emprendió un viaje al sur asiático con un solo objetivo: nutrirse de la tradición del Teatro de Sombras, un arte que pareciera no tener muchos exponentes, pero que existe en distintas partes del mundo y que siempre sorprende por su carácter imaginario e ingenioso.

Ya arribando en tierras mexicanas, precisamente en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, Ana se unió con Gabriela González y crearon Chipotle Teatro, un proyecto atravesado por un objetivo social, no sólo desde lo que transmite artísticamente, sino también desde lo territorial: en colaboración con distintas organizaciones llevan talleres y obras a lugares aislados, donde comunidades originarias resisten en los bordes de un mundo que no las contempla.

“Ojalá algún día se pueda concretar un objetivo que tenemos que es que todas y todos los jóvenes que van a los talleres puedan realizar sus montajes en su lengua original. En esas comunidades tienen su propio idioma, derivaciones de la raíz maya, mucha gente no habla español, nuestra idea no es tanto llevar nuestras funciones sino llevarles la técnica, una herramienta exacta y que puedan hacer las narraciones en su idioma para su comunidad. Los ancianos tienen las historias de cómo vivían las comunidades, los niños ya no las tienen tanto, entonces poder hacer este lazo en los diferentes idiomas y con su estética”, expresó Gabriela González.

Por su parte, Ana Cabot comentó que la comunidad que participa de los talleres, utilizan este medio para hablar de sus problemáticas y narrar historias que le contaban sus abuelos y abuelas. “Sirve para reafirmar su identidad y para poder hablar de problemas que no serían tan fáciles de hablar si no tuvieran un escudo, como en este caso la pantalla y el títere”.

San Cristóbal es uno de los lugares más particulares de México. Su población es una mezcla de comunidades nativas y personas que llegan desde distintas partes del mundo para hacer una vida allí. Esto ha creado, como explicó Gabriela, una población que cambia continuamente, gente que va y viene, y una gran oferta de artistas callejeros. “Hay cosas muy bellas, de muy buena calidad, eso ha generado que el arte sea tan accesible que ya no se valora, en cada esquina hay un músico, es como algo del paisaje, varios artistas de San Cristóbal estamos viendo cómo trabajarlo, porque ante tanta oferta, la demanda se ha disminuido”.

 

En este sentido, las creadoras explicaron que se está generando una organización para abordar tres frentes que mejorarían la calidad de vida y el trabajo de los artistas: crear un precio común que los lugares que requieran espectáculo artístico estén dispuestos a pagar, exigir al gobierno la apertura de los espacios y teatros públicos que en general permanecen cerrados todo el año, y trabajar en la creación de un público consciente.

“Hay una desvalorización, se da por ejemplo en los espacios que requieren eventos artísticos, nos minimizan y quieren pagar muy poco dinero. Estamos juntando fuerzas para que haya un precio equitativo para todos los artistas, que esas personas puedan valorar el esfuerzo de hacer una producción, todo el trabajo previo que lleva un espectáculo, a veces te quieren dar 300 pesos, son 15 dólares por un espectáculo, es ofensivo, y los artistas que lo aceptan están perjudicando a los que estamos intentando que se dignifique. Se está haciendo un trabajo entre todos de unión,  y hacer fuerza entre todos para que se visibilice desde las instituciones”, explicó Ana Cabot.

El motor del quehacer artístico: la imaginación

¿Por qué hacemos lo que hacemos? Muchos y muchas nos hemos preguntado esto en algún momento de la vida, cayendo incluso en pozos ciegos, vacíos, pero también pudiendo ver la luz en medio de la oscuridad. La respuesta siempre termina siendo la misma, simple y potente: “porque no puedo hacer otra cosa”. Aunque pareciera que no va a resultar, aunque el esfuerzo sea mayor que el resultado, algo adentro nuestro nos convoca, nos guía, y no podemos abandonar.

El arte y quienes lo ejecutan tienen eso, no abandonan. Las circunstancias a veces son duras, pero siempre está la satisfacción de saber que están haciendo algo que las y los llena, que aporta a la mejoría del entorno, a una concientización de la sociedad, al encuentro, y en esas acciones está la fuerza vital, el poder para cambiar algo.

“Nuestro lema mayoritario, que nos impulsa en esta necesidad de compartir, es el hacer imaginar como un acto político, dar un rayito de esperanza. La situación en México es muy compleja, hay mucha violencia, entonces algo que nos saque de tanta destrucción, es una vía de escape para nosotras y para todas las personas”, expresó Cabot.

“Sabemos que no es algo masivo, tampoco es nuestra idea, es hacer esta conexión con el público muy primaria, entre una persona y otra, en el encuentro ocurren cosas muy bonitas, es el motor, vemos lo que pasa a nuestro alrededor y queremos hacer algo, cada quién tiene su lugar en ese hacer algo”, dijo por su parte Gabriela.

Chipotle Teatro cuenta con cinco obras de su autoría, Cuentos del Gato, Encanto de la selva, El gran salto de Jacinto, Cuentos del mar, y la que presentarán en Mendoza, Argentina, del 4 al 8 de junio, Ya nos cayó el chahuistle, un montaje de tres historias, atravesadas por un mismo personaje que cuenta su experiencia en un viaje a México, rescatando tradiciones y la estética del país. “Tiene mucho humor, queríamos destacar el colorido y las tradiciones, actualmente existe un México muy sórdido, pero no sólo lo que pasa ahora es lo único que somos y que podemos ser”, explicó Gabriela González.

¿Qué significa para ustedes participar de este Festival en Argentina?

Gabriela: Es una emoción muy grande, el que nos consideren una compañía de talla para presentarse en un festival es un reconocimiento que agradecemos muchísimo, la confianza de todo el grupo de trabajo que realiza el festival y que hayan puesto sus ojos sobre nosotros. También estamos muy emocionadas de pisar tierras argentinas, nunca hemos ido al sur y nos sentimos como que nos sacamos la lotería.

Ana: También nos resulta súper emocionante el hecho de poder convivir con compañeros y compañeras de la profesión, que se dedican exclusivamente a las sombras, que no es un arte muy común, nunca hemos ido a un festival de esta índole, único y exclusivo de este arte.

Hay algo en las historias de Chipotle Teatro que se repite y que según sus creadoras ha sido algo inconsciente, sus personajes e historias parten de un viaje, ya sea físico o desde la imaginación. Esto logra un efecto de ‘sentirse en movimiento’, algo que como público despierta el interés por la búsqueda, y una iniciativa de transformación.

También hay una intención de la compañía de llevar al espectador a cruzar sus propios límites. Se ve muy claro en la pieza El gran salto de Jacinto, donde el personaje es un simple acomodador de teatro que un día debe enfrentar un reto al suceder algo inesperado: los actores no salen a la escena, y es tal el amor que tiene por el teatro y el respeto por el público, que decide enfrentar su pánico escénico y salir él. Así descubre a otro Jacinto, atraviesa la muralla del miedo y nace el artista. Entonces no se trata sólo de imaginación, ese es el primer paso, luego está la convicción de que de allí nace la acción, y este es el motor de Chipotle Teatro.

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