Fotos: Yolitzin Martínez
Por Roberto Sosa/A Oswaldo no le provoca nada, no le dice nada, no sonríe; es serio, aburrido. “Eres un poco rarito”, “¿Te drogas…?”, le pregunta Wendy. Son diametralmente diferentes, no tienen los mismos gustos, piensan distinto; ella habla mucho, él guarda silencio, pero algo le atrae de Oswaldo, algo que ella no sabe qué es. Oswaldo nunca ha tenido novia, ni besado a una chica, y lógico nunca ha cogido. “Está de la verga, no mames…”, le dice Wendy.
Ellos se conocieron como lo hacen los jóvenes de hoy, por internet, se vieron y descubrieron que no comparten nada, viven en mundos distintos. Además no han sido sinceros, él le hace creer que vive con su mamá; ella no le dice su verdadero nombre. El primer beso que se dieron, para Oswaldo fue mágico, a Wendy le dieron ganas de cogérselo. Ella se pone en órbita con una rola de Timbiriche, él prefiere las canciones de Palito Ortega.
De Adriana Nájera, el texto se construye con el lenguaje que utilizan las generaciones de hoy –ella lo maneja muy bien-; con dos personajes disímbolos nos cuenta una historia de amor que se entreteje en la modernidad. Nájera nos habla de una relación su generis donde dos jóvenes que no sienten ni piensan igual buscan un motivo, una razón de donde asirse en un mundo confuso e incoherente.
Hoy los jóvenes se conocen a través de las redes sociales, hoy lo virtual les deja un vacío emocional. Cuando Oswaldo y Wendy se ven en persona, no se reconocen, son distintos…no hablan el mismo idioma. La atracción física cuenta, el deseo sexual es inherente entre los jóvenes, pero tal vez no sea suficiente.
La dirección es de Enrique Aguilar, su labor le da sentido al texto que tiene en sus manos, trabaja bien con los dos protagonistas, sabe por dónde y quiere llevar la historia, como contarla y de que elementos echar mano. Para Aguilar la música es un importante componente en sus puestas en escena, en esta obra texto y música se abrazan y complementan, el resultado es favorable.
Las actuaciones son de Fernanda Enemi y Mario Rendón, sus actuaciones no están niveladas; ella construye mejor su personaje, lo hace suyo, no lo suelta en ningún momento, vive en él. A Rendón le queda el personaje, está bien caracterizado, sin embargo, su interpretación contrasta con la de su compañera; el personaje se le va, no lo tiene bien sujeto, le falta fuerza a su actuación. No es un trabajo equilibrado.
La canción más alegre del mundo es una comedia ligera y dinámica; rosa, cursi y oscura. Una historia que nos habla de soledad y vacío existencial, un hueco emocional que no sabemos cómo llenar y lo intentamos satisfacer con más vacío. El mensaje sería que lo mejor es reírse de la vida, o la vida se ríe de ti.
Espacio escénico e iluminación son de Edgar Mora; música original y diseño sonoro, Brandon Torres. Producción, Diego Berthier. La Compañía LabTeatro la presenta en La Capilla Teatro , hasta el 25 de julio.
Consulta precios y horarios, aquí.
No dejes de recibir en tu correo, Facebook o Twitter toda la información y los estrenos de las obras de teatro de la Ciudad de México.