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HOY SE MURIÓ MI TORTUGA: Del final de los momentos



Por Saúl Campos/Cuando María conoció Roberto, el amor fue instantáneo, un flechazo que debía sostenerse bajo una promesa, una que fuera totalmente certera y con un plazo definitivo: el amor duraría hasta que el otro Roberto, su tortuga, muriera. Después de todo, las tortugas viven mucho, incluso quizás viva más que ellos… al menos que la sustancia de este amor cambie, eso podría determinar el todo por el todo… la duración del amor, la vida de una tortuga.

De la pluma y dirección de Valeria Fabbri, Hoy se murió mi tortuga llega al Teatro El Galeón Abraham Oceransky.  Una obra basada en la esperanza y el ideal de tener una vida junto a alguien, bajo la esperanza de la prevalencia del amor, a pesar del tiempo, la distancia, las condiciones sociales. Algo que quizás no es tan solo un problema humano, si trasciende en gran medida.

Fabbri nos adentra a un paralelismo entre la realidad de lo sustancial de una pareja y de la visión de un animal sobre algo que no puede controlar y que se desmorona. Todo se junta para contar una historia de amor que nació de una necesidad de llenar un vacío y demandó tanto esa cobertura que acabó por vaciar a ambos seres.

La autora no busca complacer a su audiencia, ni hacer sencillo el viaje, al contrario, baila entre metáforas y rompimientos dramatúrgicos que van revolviendo las emociones y la psique de sus personajes. Pero el verdadero giro de tuerca lo ofrece en su resolución escénica, con una dirección bastante dinámica en la que aprovecha una cámara negra para crear diversos trazos con una gran poética.

Si bien la propuesta escénica de Fabbri toma elementos bastante sencillos para lograr algo muy grande, es el área de diseño escenotécnico la que traiciona la perfección del montaje. En medio de una sobrexposición lumínica que aísla la intimidad de momentos que requieren de mayor concentración y de un concepto escenográfico de mesas en diversos tamaños que, si bien pretende conceptualizar una historia, no aporta realmente nada al desarrollo y se siente reutilizado de cualquier montaje.

La valía que guarda Hoy se murió mi tortuga está en la honestidad con la que la historia logra contarse, basada en una anécdota que a estas alturas significa un cliché, pero con una visión distinta. Hay un punto de inflexión que nos permite ver a dos seres que se aman con locura desde un inicio y con la misma locura agotan su lazo de unión, todo desde la mirada aislada de un tercer receptor que distantemente será el más lastimado.

Hoy se murió mi tortuga es un relato que merece escucharse, comprenderse desde la arista del riesgo de amar y de aceptar ser amado. Una tragedia que sin duda logrará conmover a varios e identificar la espiritualidad animal de otros, quizás incluso, de varios que desconozcan su condición como tortugas condicionantes en una relación.

La obra se presenta hasta el 1 de octubre, consulta precios y horarios, aquí.

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