Por Ro Tierno, Foto: José Jorge Carreón / La actriz yucateca Liliana HeSant (El siglo de las Mujeres, Máquina Mundo L), nos habla de su experiencia en el mundo de las artes escénicas, mientras comienza su estadía en la ciudad de Buenos Aires, becada por el Ministerio de Educación de Argentina.
Oriunda de Cancún, Liliana Hernández Santibañez (HeSant para el mundo del arte), ha logrado prevalecer ante la difícil tarea que significa ser artista. Y más aún: ser actriz de teatro, y vivir en Yucatán. “Yo quería estudiar la Licenciatura en Teatro, pero en Cancún no existía esa carrera, entonces era irme a la Ciudad de México, Veracruz, o a Mérida. Mi mamá y mi papá no consideraban el teatro una carrera como tal, me decían que estudie otra cosa, entonces tengo una carrera trunca de Innovación empresarial”, cuenta la actriz desde un café ubicado en la Avenida 9 de Julio, ícono de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
A pesar de las dificultades, con el tiempo logró realizar la Licenciatura de Teatro en Mérida, en la Escuela Superior de Artes de Yucatán, y actualmente se encuentra realizando una Maestría en Teatro y Artes Performáticas de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), becada por el Ministerio de Educación que sólo otorga esta oportunidad a tres personas.
Desde el 2010 participa del circuito escénico de Mérida, en obras como El siglo de las mujeres, de Raquel Araujo (Teatro de la rendija), y el proyecto colectivo Máquina Mundo L, que trata de visibilizar la problemática de las mujeres lesbianas en Yucatán. Además forma parte de la red de artistas escénicos, Red Alterna, con la misión de desarrollar audiencias para las diferentes artes escénicas de la región.
¿Cómo decidiste que tenías que dedicarte a la actuación?
A los 16 años hice mi primera obra, teatro callejero de Tomás Urtusástegui. Un maestro, José Ramón Enríquez, habla de que el teatro te llama, y si te decides quedar es porque de ahí eres. Luego de que hice esa obra de teatro, sentí al público y ya ahí me quedé.
¿Qué diferencias encuentras entre el teatro de Yucatán y la Ciudad de México?
La calidad de Mérida, de Yucatán en general, desde mi punto de vista no le pide nada a la Ciudad de México. Hay creadores muy importantes, muy talentosos, muy propositivos en todas las líneas de creación e investigación. Un claro ejemplo es Raquel Araujo, de Teatro de la rendija, y otras personas que siguen la misma línea, José Ramón Enríquez, Eglé Mendiburu, Juan Ramón Góngora y Silvia Káter.
Sí encuentro distinción en el rigor, porque en Ciudad de México hay demasiada oferta, si no te vuelves riguroso con tu trabajo, si no te profesionalizas, no puedes acceder a ciertos papeles o compañías. Mérida, al ser más pequeño, no es tanta la exigencia, pero en cuanto a calidad es la misma. Por otro lado, en CDMX hay más rigor para problematizar los conceptos, son más complejos. Los compañeros que van a Mérida se enamoran, porque los procesos, al no ser tan inmediatos y con la exigencia de producir, permite que sean más sustanciosos, de más tiempo, el análisis del texto es más rico, con más carnita.
¿Cómo viene siendo tu experiencia en Argentina y qué proyecciones tienes a futuro?
La beca me exige volver a México. Este poco tiempo que llevo en Buenos Aires, solito me está diciendo que me tengo que aplicar. Fui a migraciones, que es toda una experiencia, y vi una chica con un pañuelo verde, me encanta porque se vuelve un signo de ‘en quién puedes confiar’, se me hace increíble. Me siento perdida, veo una chica con pañueleta verde y le pregunto a ella. Resulta que la chica es de Ecuador, es cantante, y Buenos Aires es eso, artistas, gente…hoy fui al ensayo de la Orquesta Filarmónica y la exigencia es como en la Ciudad de México, o te aplicas o te aplicas. Entonces para mí es llenarme de todas las herramientas posibles y encauzarlas en mi país.
Liliana habla del ensayo abierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, del Teatro Colón, dirigida desde hace más de 10 años por el maestro mexicano Enrique Arturo Diemecke.
“Me encantaría llegar a mi país y hacer talleres de teatro, hay mucha gente talentosísima en Cancún, pero las herramientas son distintas, hay mucha gente que no puede acceder al estudio del teatro porque es difícil económicamente, la sustentabilidad es complicada, tienes que tener una verdadera vocación”, aclara HeSant.
¿Qué rol crees que cumple el teatro en Mérida?
El último montaje que hice fue una creación colectiva, con Mariano Olivera y Rosa Márquez, un proyecto que se llama Máquina mundo L, con dramaturgia de la yucateca María José Pasos. Es una obra que habla de la visibilidad lésbica en Yucatán, porque si bien Yucatán es muy rico, una semilla muy fértil para la creación escénica, también es un tanto conservadora la ciudad, entonces hablar de temas de diversidad es complicado, hablar de temas de lesbianismo es el triple de complicado. Yo soy lesbiana, y veo cómo un hombre gay tiene más soltura, menos pesadez. Yo me quería despedir de la escena yucateca con un montaje que me representara desde las entrañas, entonces hicimos equipo y pensamos en una máquina que recibe órdenes, que está oprimida por el patriarcado. Ahorita no quieren tocar lo del matrimonio igualitario en el Congreso, se resisten, es increíble el conservadurismo y la falta de respeto hacia los derechos en general del ser humano.
¿Crees que el teatro puede transformar al público?
Cada vez me convenzo más de que el teatro es una trinchera para la creación de una sociedad mejor. Aunque los políticos nos quieran retroceder, el teatro nos hace para adelante, es una herramienta de lucha, de acentuación, si la sociedad no reconoce el problema que el teatro lo haga para solucionarlo, que la trinchera del arte lo haga, qué estrategia más humana que el teatro para darle a entender al otro que hay cosas que cambiar, que ajustar, para ser una sociedad más justa. En Mérida siento que los colectivos están apostando a cuestiones más sociales, y que nos falta mucho por hacer.
Hace no mucho aquí en Buenos Aires, actrices salieron con un pañuelo verde luego de la función y alguien del público se ofendió ¿Crees que es válida esta forma de interpelar al espectador que solo pagó una entrada para entretenerse?
Si bien el teatro es un recurso más para entretenerse, relajarse, el teatro tiene que ser cuestionador, tiene que ser duro, una peste, como diría Artaud, provocar, hacer cimbrar, está respondiendo a una necesidad también del Yo artista, de hablar. Creo que hay que ganar espacios de reflexión, y si un pañuelo verde genera un espacio de reflexión, es maravilloso y aplaudible.
En este sentido, ¿qué opinión tienes del teatro en México?
Creo que se bifurca, por un lado los creadores que tienden más a un tipo de teatro de entretenimiento, por ejemplo la comedia regional en Yucatán, pura risa, groserías, te burlas del gay, del migrante, y pasaste un momento de diversión, te relajaste, pero ¿qué pasó? te reíste, fin. Hay otro tipo de teatro, que yo tiendo más a esta otra línea, que es para problematizar cuestiones sociales, pero sí hay una tendencia a lo comercial más que a lo alternativo. Acá en Buenos Aires se ve también, de repente tienes un musical La vida es bella y dices ¿qué es eso? Pero luego ves otros flyers en el subte dónde se presenta algo más abstracto, algunos asemejan un pañuelo verde y así… Yo espero que en los lugares más populares, donde va más gente, se pueda dar otro tipo de tratamiento a la escena teatral.
¿Por qué hay que ir al teatro?
Porque necesitamos contacto humano, es eso
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