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CORAZÓN GORDITO: De las hermanas distintas y el amor de madre



Fotos: Francisco Bravo

Por Saúl Campos/Mango y Stella son dos mellizas que han compartido muchas cosas, entre ellas, las diferencias que las distinguen. Stella es la niña delicada, bella, artística, Mango es más bien todoterreno, valentona y de una fuerza total. Su madre aceptó el reto de criarlas siendo soltera y también el reto de cuidarlas de un mundo lleno de cosas que las pueden lastimar. Hoy, tienen una historia que recordar, aquel capítulo en sus vidas en el que todo estuvo a tal límite que sus tres corazones se unieron en un solo palpitar, un corazón gordito que ama y resiste frente al mundo que lo rodea.

Once Once Producciones siempre es teatro de calidad. En esta ocasión, la productora nos lo reitera en Corazón Gordito de Saúl Enríquez, bajo la dirección de Angélica Rogel, que llega a habitar la Sala Xavier Villaurrutia en la matiné de fin de semana.

A través de una historia sencilla entre dos hermanas que, pese a no compartir ninguna afición o característica que realmente pueda unirlas, se aman con la misma intensidad que la madre de ellas. El autor se adentra sutilmente en el tema del machismo ingresando en un hogar femenino, del abuso infantil, de la pérdida de la inocencia y de la unión e igualdad.

Enríquez ejecuta un acierto imprescindible al entregarnos un cuento de sororidad que rebasa la barrera de la femineidad y deja claro que cualquier batalla en la que un humano vea violentada su integridad por acciones corrosivas de alguien más, ésta debe perder etiquetas de género o condición, y convertirse en la gente buena exigiendo el cese de las acciones de la gente mala. Algo que bien podríamos llevar a la realidad social actual.

Rogel toma este concepto y lo abraza bajo una dirección efectiva, dinámica y que transforma esta trama en un desplegado de matices, motivos y técnicas que van nutriendo cada palmo  la  narrativa. Rogel presta atención a los detalles y los alimenta uno a uno con un sentimiento que va impactando en su audiencia, que va dejando a cada uno en una pila que va hallando tope, y entonces, suelta el más grande, pero también el más honesto. Esto, señoras y señores, es saber dirigir echando mano del efecto, pero sin dejar que este reste a la artisticidad en las tablas y a la verdad escénica.

La directora se visualiza ante este proyecto como la entrenadora de un equipo de fútbol que debe sacar lo mejor de cada jugador aprovechando sus ventajas. Así nos entrega a un camaleónico Alejandro Morales, al cual basta verle un personaje por escasos 3 minutos para aprehenderlo como alguien a quien deberemos guardarle cuidado en la historia, y que no es necesario que vuelva a aparecer, pues la directora va a tomar cada oportunidad que pueda para ilustrarlo con otro elemento. Bien jugado.

Al partido se incorpora Yulleni Verti con una actuación in crescendo, la fuerza, inocencia, sed y experiencia de una madre soltera en búsqueda de proteger a sus hijas y seguir a la par con su vida. Es una delicada línea sobre la cual camina la actriz y supera con creces cada que rompe esta ruta para lograr un personaje más, totalmente distinto, pero quizá con una sed aún más grande, de justicia.

Meraqui Pradis y Dano Ramírez, como Stella y Mango, respectivamente, se convierten en una dupla actoral que difícilmente encontraríamos en otro proyecto. Dos actrices con un rango actoral capaz de llevarnos en un viaje por los 6, los 10 y los treinta años de sus personajes sin problema alguno. Ambas, conteniendo una fuerza emocional que llena la sala, y que deja vivenciar a dos personajes íntegros, que se vuelven cercanos, que se sienten conocidos, y que se aprecian.

Si bien el único tema que podría cansarnos es la decisión del diseño de escenografía, al presentarnos una especie de casa de muñecas en deconstrucción con maderas y una paleta de colores vibrantes, pero vintage. Una apuesta de diseño que francamente no logra emocionarnos en propuesta, pero que resulta bastante resolutiva en escena y logra ser cómplice de un certero diseño de vestuario de Giselle Sandiel, que con sutiles movimientos va definiendo personajes, edades y situaciones emocionales.

Corazón Gordito es una obra con una misión, la cual quizás se debería mantener en secreto para no arruinar la sorpresa emocional. Pero que, sin duda, debe ser vista para lograr que al menos un niño pueda ser salvado de una situación de abuso, por efecto de este montaje y el aleccionamiento que ofrece.

Las funciones son en la Sala Xavier Villaurrutia hasta el 17 de noviembre, consulta precios y horarios, aquí.

 

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