Por Mariana Mijares, Fotos: Paulina Watty/ Uno de los principales distintivos de La tía Mariela es el ambiente construido para el montaje, la recreación de una casa típica de Mérida, la música que interpreta un coro de tres mujeres y los vestuarios típicos que engalanan a tres simpáticas y talentosas actrices: Montserrat Marañón, Conchi León y Alejandra Ley.

El orquestador de todo es el director Francisco Franco, quien en co-producción con el Instituto Cultural de Aguascalientes, el Festival Internacional Cervantino, las Naves Producciones y Once Once Producciones, recrearon a una familia de Yucatán que cuentan anécdotas con la que es fácil identificarse.

El también director de memorables montajes como Todo Sobre mi Madre o El Curioso Incidente del Perro a Medianoche, nos cuenta sobre el proceso creativo de la obra que se presenta de jueves a domingo en el Teatro Helénico.

¿Hace cuánto te mostraron este texto y qué fue lo que más te gustó para aceptar dirigirlo?

Francisco: Hace dos años. Creo que Conchi León es una de la voces más originales y más potentes dentro de la dramaturgia latinoamericana en estos momentos. Me parece que es espectacular su trabajo, sobre todo, tiene una manera de abordar las historias -historias siempre fuertes, que contienen una vida muy intensa detrás- pero siempre con humor y una manera muy particular de abordarlas. Entonces a mí siempre me ha gustado mucho su trabajo.

Cuando me dieron este texto, lo leí y lo que me pasó es que me sentí completamente en mi casa; yo soy de Aguascalientes, un lugar también de Provincia, donde ese tipo de historias suceden continuamente. He estado rodeado de mujeres -tengo seis hermanas-, entonces para mí leerlo fue como sentarme a jugar cartas y tomar café con ellas. Son historias de familia, de tías, de todas estas charlas familiares en las que se supone que se habla de todo lo que sucedía en el pasado, que tenían que ver con diferentes grados de violencia y diferentes tipos de maltrato, pero tratadas con un sentido del humor.

Justo la obra aborda temáticas importantes como el machismo y la violencia de género desde una perspectiva distinta; no desde el drama. ¿Cómo se llegó, justamente, a tratar estos temas con humor?

Todo tiene que ver con la experiencia. Conchi está hablando de cosas que le sucedieron a ella o a gente cercana y son historias de primera mano. No hay una distancia entre la historia que está contando y el personaje que la está representando. Y esa cercanía es la única cosa que te permite tratarla con una especie de sensato y lejanía; justamente, tiene derecho a hacerlo porque Conchi conoce profundamente de qué está hablando. Entonces esa es la posibilidad que tiene La tía Mariela, en donde estamos hablando de lo que ella ha vivido.

En ese sentido, ¿cómo fue tu trabajo con ella para vestir este texto con la música, escenografía, y tantos elementos representativos de Yucatán?

De hecho, esto sucedió porque a mí me invitaron del Instituto de Cultura de Aguascalientes, quien co-produce el espectáculo. Aguascalientes fue el estado invitado del Cervantino. En la edición del año pasado me invitaron a dirigir la obra que iba a presentar Aguascalientes, y yo dije: ‘bueno, yo lo que quiero es trabajar esta obra que ya tengo en la mira’, que era la de Conchi, y que era un texto yucateco.

Nos sentamos Conchi y yo a trabajar, y empezamos a hilar todas las similitudes que hay entre Aguascalientes y Yucatán. Y hay otra historia en la que nos reímos ella y yo en una de nuestras pláticas, y es que el teatro de Conchi siempre lo consideran como ‘teatro regional yucateco’.

Entonces, jugando un poco con la idea del teatro regional, diseñamos este espectáculo juntos en el que estamos jugando con el teatro de revista, con el teatro de merendero que hay en Yucatán -en el que se encierra todo mundo a la hora el calor- y hay una serie de espectáculos mientras te van dando comida y te vas poniendo borracho.

Finalmente hicimos eso: una especie de teatro de revista y jugamos además con la bidimensionalidad. Ahí, Adrián Martínez Frausto diseñó la escenografía que es un mecanismo muy simple, pero al mismo tiempo, hermoso que es esta casa que se va a abriendo, y que es una casa totalmente bidimensional que te remite a los telones del teatro barroco o del teatro de revista.

La música viene como consecuencia de hacer este teatro de revista, este teatro en el que cuentas las historias a la par que están sucediendo cosas musicales nada más porque sí. Resultó muy gozoso el proceso.

Y, ¿cómo escogieron los temas musicales? Porque son canciones muy icónicas del sureste mexicano; y también, por supuesto, incluyeron composiciones del maestro Armando Manzanero, yucateco de nacimiento…

Tenía que ver con las situaciones y tenía que ver con cada personaje, porque las canciones no están escogidas porque sean bonitas, sino porque son las adecuadas para el momento que se está contando de la historia. Entonces, cada canción tiene que ver con lo que se está contando, y sobre todo, tiene que ver con el personaje del que se está hablando.

Todos esos temas iban con la época y con la historia que se estaba contando.

¿Cómo elegiste a las protagonistas? Porque Conchi escribió la obra y probablemente quería actuar, pero se incorporaron además a Montserrat Marañón y Alejandra Ley.

Conchi no la iba a hacer originalmente. Conchi escribió el texto cuando yo lo iba a dirigir, y yo la invité a actuar, pero ella no llegó y dijo: ‘Ay, tengo este texto para que lo dirijas y yo actúe’. A mí me encanta su trabajo, entonces fue la primera que estuvo por eso.

Con Montserrat tengo una relación profesional de muchos años, hemos hecho teatro, televisión, muchas cosas juntos y a mí me encanta trabajar con ella, la admiro muchísimo como actriz.

Y después de que Montserrat entró, también enamorada del texto, encontramos a Alejandra. Bueno, ‘encontrarla’ es un decir porque ella está en el ADN del espectáculo y de la vida cultural y de la música, todo el tiempo. Así que entró a este proyecto como anillo al dedo, porque canta y es una actriz muy sólida y con un gran timing para la comedia.

Ellas tres hacen un trío galáctico, realmente son muy fuertes juntas. Tallereamos mucho tiempo, trabajamos mucho. Los ensayos nos tomaron un buen rato, desde trabajar el acento yucateco hasta aprender a bailar jaranas.

 La obra incluye anécdotas de gente que conoció Conchi, sin embargo, termina siendo un espejo para el espectador, quien seguramente se podrá reflejar en más de una de estas historias…

Sí, sin duda. Y además esto de que sea tan local y que esté tan localizada en un lugar específico, y en una sociedad claramente cerrada, hace que también, casi todos, podamos conectar con ella.

El microcosmos es el que refleja mejor al macrocosmos, o sea, vete a lo más pequeño, vete a lo más local, a lo más familiar. Vete a lo más cerrado, y ahí vas a encontrar la esencia de todo lo que somos universalmente.

En tu caso, ¿tuviste una tía como Mariela?

Sí, muchas. Podríamos hacer una obra con todas mis tías. De hecho, con Conchi hablamos de hacer una trilogía; podríamos hacer una con las mías, y seguro también podríamos hacer una con las tuyas…

Por ende, ¿te acordaste de tu propia familia mientras la montabas?

Todo el tiempo. Los tuve presentes siempre y además fue una especie como de ‘terapia’ de grupo respecto a nuestra familia; porque no paramos de hablar de nuestra familia, de sus historias, y de las historias de las mujeres que nos rodean.

 ¿Por qué te gustaría que la gente que no haya ido, vaya a ver La tía Mariela?

Es una obra que habla de cosas muy importantes, en un tono completamente ligero, y es una obra profundamente divertida, pero al mismo tiempo, profundamente humana.

Por otro lado, está por concluir un proyecto muy importante en el que participaste el año pasado, la telenovela Mi marido Tiene Más Familia

Inicialmente iba a hacer una temporada, que se alargó ya como a tres. O sea, eran 80 capítulos y terminaron siendo el triple. Yo solamente estuve en los primeros 80, pero realmente fue una experiencia increíble.

Juan (Osorio) es un tipo increíble, muy trabajador, que tiene muy claro qué es lo que quiere, y además, quien realmente se compromete durísimo con sus proyectos. A mí me impresiona además la energía que tiene para hacerlos.

Pero lo mejor fue haber reunido a un grupo de actores -que yo adoro-, y con los que estuve feliz de trabajar, como Diana Bracho o Silvia Pinal, con quien tengo una relación muy cercana; igual que con Zuria (Vega), gente muy cercana a mí que también me permitieron entrar en esto.

Y también ahí conocí a otros actores, como Emilio, el hijo de Juan, que es un actor extraordinario, además de todos los niños que están en la novela.

Realmente es un proyecto que gocé y que disfruté al máximo el tiempo que estuve. Cuando terminó la primera etapa, yo ya tenía otros compromisos y me tuve que ir, pero me da mucho gusto que termine en todo lo alto, que es como empezó.

Finalmente Francisco, ¿qué viene para ti estos próximos meses en teatro, en cine o televisión?

Pues ahorita por lo pronto la temporada de La tía Mariela, y vamos a sentarnos a ver qué sigue en teatro.

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