Por Mariana Mijares, Fotos: Francisco Bravo/David Mamet, el reconocido autor de obras como Oleanna, La Anarquista y Glengarry Glen Ross, planteó en 1988 en Speed-the-Plow un dilema que a 30 años de distancia sigue vigente: ¿se deben buscar proyectos por dinero, o aquellos que tengan alguna significancia en otros?
Ximena Romo y Adrián Vázquez, dos de los actores de Codicia, la adaptación mexicana, nos hablan sobre la obra nominada al Tony, dirigida en México por Daniel Veronese, que se presenta de viernes a domingo en el Telón de Asfalto.
¿Conocían el texto o la obra? ¿Cuál era su relación con David Mamet?
Ximena Romo: Nunca la había visto (montada). A David Mamet lo conocía más como teórico, había leído sus libros sobre actuación y sobre la industria.
Adrián Vázquez: He leído poco de la dramaturgia de Mamet, en cambio he leído asiduamente su teoría -con la que me identifico-, particularmente Dirigir Cine y Los Tres Usos del Cuchillo.
En la escuela leímos Glengarry Glen Ross, la analizamos y recuerdo me gustó mucho; también conozco Oleanna. Conociendo estos textos me atrevería a decir que Mamet es como el discípulo inmediato de Pinter, por cómo hay que irlo desentrañando. No es una dramaturgia representativa sino ideológica; tienes que desentrañar el carácter de sus personajes, hacer una construcción que a mí me resulta muy interesante.
Háblenos sobre el dilema que plantea Codicia…
Ximena: Se trata de un productor de cine de uno de los grandes estudios de Hollywood, que en su primer día como directivo de producción, se debate entre si hacer una película que vaya a hacer mucho dinero o hacer una adaptación de un libro que habla sobre el fin del mundo, y que pueda ser artístico; algo que la gente necesita ver.
Es muy interesante como lo aborda Mamet porque lo presenta muy crudo; presenta la realidad tal cual es y no tiene tapujos, no le pone moños. Es mucho diálogo, mucha conversación y tiene básicamente a estos tres personajes debatiéndose todo el tiempo.
Adrián: Mamet hace una denuncia que me parece muy pertinente sobre todo en el medio que nos desenvolvemos; pero más allá de eso, habla de una realidad contemporánea en donde los seres humanos constantemente trastocan su ideología en pos de lograr objetivos de éxito, superación. Es una crítica férrea y eso me movió a querer participar en la obra.
Ximena, ¿Qué dirías de Karen? Tu personaje.
Ximena: Es una empleada que llega ese día a sustituir a la secretaria, y el ejecutivo y su colega apuestan $500 a que el productor se la puede dar. Para lograrlo, él le da un libro para que ella se lo lleve en la noche a su casa. Pero termina siendo una joven que está buscando hacer algo más: algo con valores, chingón, y buscando que su vida tenga un sentido porque se siente perdida. Ella es la que debería hacer la película sobre el libro, y entonces tienen este debate sobre para qué estamos puestos en donde estamos, y qué deberíamos hacer: algo que nos haga sentir bien, que nos hable a nosotros o hacer algo que nos dé muchísimo dinero; que es básicamente sobre donde también se mueve la industria. Está muy interesante.
Adrián, ¿Cómo describirías tú a Charlie Fox, tu personaje?
Adrián: Quizá no en su desarrollo intelectual, pero sí en el sensorial, creo que es el personaje con el mayor conflicto dentro de la obra, porque en él recaen los sueños, y las desilusiones. Eso me resulta muy atractivo, un personaje que habite eso en un periodo corto de tiempo.
Ximena, ¿Cuál fue tu experiencia en Dogville?, ¿cómo te sentiste en esa obra y cómo consideras que te aportó para llegar ahora a Codicia?
Ximena: Dogville fue un proceso muy difícil; fue enfrentarme a un personaje que no entendía, a un personaje que me costó mucho trabajo entender y que estaba hecho para provocar muchas reacciones adversas en el público, y en mí también. Cada función era toparme con emociones muy fuertes; pero al mismo tiempo, era un personaje muy pacifico, helado y no me permitía mostrar muchas emociones. Eso, en el teatro, y más en un espacio tan grande como el Helénico, es muy difícil que no se vuelva estéril, aburrido, que resulte interesante. Al mismo tiempo estaba rodeada de grandes actores que me sostenían en escena. Fue como enfrentarme con la crudeza de la humanidad; tener que entender el dolor desde otro punto de vista.
Hace poco la volvimos a hacer en León, y fue muy grato cómo la obra dio otro giro. Yo me sentí completamente distinta; sentí que la obra ya era mía. Ya había pensado más el personaje, me reconcilié con él, y todo eso aquí me ha dado más herramientas para arriesgarme, para no estar buscando siempre el aplauso, sino para realmente tratar de entender qué le debes tú a un personaje -a quien le tienes que ser fiel-, sin importar que el público te quiera o no.
En Codicia vengo con más disposición para que sea una experiencia conmigo, con los compañeros, con el director, con la obra, y que más bien el público lo alimente, con lo que sea, con lo que ellos traigan. Todavía tengo muchas cosas que aprender.
¿Qué dirían de su experiencia trabajando con el director: Daniel Veronese?
Adrián: Sabía por la historia del teatro en el que nos desenvolvemos que es un gran maestro; y sí, lo pude corroborar al trabajar con él. Tiene una limpieza, una depuración por el trazo, por el texto; a uno le encanta ser dirigido así.
Ximena: Yo había visto Mujeres soñaron caballos cuando estaba todavía en la escuela, y me acuerdo que había sido una puesta en escena que me impresionó mucho. Me impresionó lo real que se sentían los actores, las actuaciones; conseguían hacer una atmosfera muy particular y luego lo estudié en Caza Azul, entonces conocía mucho de él. Cuando me dijeron que él iba a dirigir Codicia, estuve más que puesta, y ha sido una muy grata experiencia.
Es un director al que no le gusta lo teatral, no le gusta la actuación; le gusta desnudarte de todo eso y que todo lo que hagas sea real, verdadero. Constantemente te está poniendo en un proceso de enfrentarte a eso. Es genial sentir ese tipo de rigor como actriz, porque al final te enseña muchas cosas.
Retomando el dilema de los personajes en esta obra, y que podríamos aterrizar con los actores, ¿qué buscan ustedes? una profesión donde a veces se persigue la fama y el dinero; pero también donde se buscan papeles que les aporten…
Ximena: Sí, es la discusión de todo el tiempo. Yo no empecé como actriz porque deseaba esa idea idílica del ser actor: las alfombras rojas y todo eso; empecé porque fue algo en lo que me sentía acogida, que se sintió como mi casa. Conforme vas avanzado más en la carrera, llegan más cuestiones que te tienen que importar: cuánto dinero ganas, a quiénes les gustas y a quienes no, quiénes te ven y quiénes no, el número de followers. Toda una imagen de ti, y a veces más grande que yo misma. Pero lo que he decidido es que yo le apuesto al trabajo; le apuesto a que el trabajo me va a llevar a donde me tenga que llevar. Y si lo hago bien, si decido bien, entonces eso va a ser suficiente para tener una buena base; y no sé qué me va a dar, pero al menos sé que va a ser algo con lo que pueda estar feliz, con lo que pueda estar satisfecha. Todo lo demás no lo puedo controlar. Puedo jugar el juego sin que me afecte, sin que se trate de hacer cosas con las que no estoy de acuerdo.
Sigo trabajando con sentirme cómoda en esos lugares; con no esperar a que la gente me vea de una forma, sino yo asumir quién soy, y decirles a los demás quién soy. Si les gusta qué padre y si no, también. Creo que esa es la única forma en que las cosas se pueden balancear.
Al final lo que me importa es mi chamba, es el arte; eso que me parece un misterio, de lo que cada vez sigo aprendiendo más. Quiero llegar a poder actuar como mis héroes, como mis heroínas. Quiero llegar a ese nivel de calidad; y si puedo hacerlo, todo lo demás se va acomodar, o al menos eso espero…
Seguramente es el camino correcto, porque si apuestas por algo que crees que va a ser taquillero, y haciéndolo la pasas fatal; y luego termina por no hacer dinero, sólo la pasaste mal…
Ximena: Sí. Sólo la pasaste muy mal. Si algo he aprendido es que nunca sabes dónde está el oro, y por oro me refiero a ‘la gran oportunidad’. Nuca sabes, los proyectos que crees van a ser increíbles, terminan no siéndolo, y los proyectos que crees que no van a ser nada de repente terminan siendo los que más te dan. Al final tienes que apostarle a lo que quieres, a lo que te gusta, a lo que te mueve, también a las oportunidades que se presentan, y estar dispuesto; y si haces bien tu chamba, creo estarás a salvo.
Y tú, Adrián, ¿dónde te sientes en el dilema del montaje?
Adrián: Sí, es la parte temática de la obra, y lo que interesa. Desde mi punto de vista no creo que he habitado ese conflicto; decidir entre estar en una obra por fama y dinero u otra que tenga un discurso artístico. Hasta ahora siempre he estado en las obras que quiero estar y siempre encuentro un discurso poético afín a mi discurso artístico personal, a lo que yo quiero decir.
¿Y los demás? ¿Cómo puede balancear el público entre elegir trabajar en proyectos por dinero u optar por involucrarse en cosas que dejen sustancia?
Adrián: No lo sé. Es una decisión personal. Pero creo que en la vida hay que hacer lo que te hace feliz, y encontrar un balance; porque también he aprendido a dignificar el valor de mi trabajo. Si bien es cierto que hace 25 años, incluso 15, entraba a proyectos solo por el discurso artístico, ahora necesitaría que ese discurso se supiera que tiene mi labor empeñada; que va a haber algo de mi espiritualidad, integridad, humanidad que se implicará en ese proyecto, y eso tiene un valor.
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