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A PUERTA CERRADA: Dos generaciones en escena y la misma destreza



Fotos: Logan García

Por Luis Santillán/ Jean Paul Sartre escribe en 1944 A puerta cerrada; su texto renuncia al desarrollo lineal de relato, se construye a partir de la suma de variaciones de los personajes instalados en una situación inamovible, explora la aparente ausencia de variaciones en la estructura para desarrollar el comportamiento de quienes están reunidos en esa única habitación. El ritmo del texto, la escasa acción dramática, la ansiedad que nace del espacio, pero sobretodo las reacciones de los personajes generan que la propuesta de Sartre realmente coloque el infierno en una cosmogonía más cruda.

Gang Studios y Teatro Gang llevan al Teatro San Jerónimo la obra de Sartre, bajo la dirección de Enrique Singer.

Lo primero que llama la atención es la escenografía de Jorge Ballina. De una manera interesante le da protagonismo al espacio; el manejo de color con la textura crea el referente de manera directa, pero lo coloca en proporción con la propuesta que la dirección emplea para los personajes. Las modificaciones del espacio enmarcan el desarrollo de tensiones que se generan, en una primera impresión podría parecer ilustrativa la propuesta, sin embargo, juega a darle variaciones visuales a un texto que mayoritariamente se monta en un espacio menos participativo.

Ballina muestra un espacio con las características principales de su trabajo, un espacio lleno de color, donde la iluminación le da matices, amplio, por momentos parece ahogar lo humano, pero poco a poco entra en proporción de aquello que le pasa a quienes habitan ese lugar que hace visible.

Tiempo atrás ya habían compartido escena Blanca Guerra y Adriana Llabrés (La gaviota) pero solo hasta esta ocasión puede verse la fuerza que generan, en tanto que sus personajes interactúan en un cambio constante en las posiciones de poder. Cada una crea un personaje con variantes, quedan expuestas las estrategias a las que recurren, las consecuencias ante sus palabras, pero destaca en ambas las pequeñas acciones que permiten complejizar a los personajes.

Guerra y Llabrés tienen tanta calidad actoral, que quizá sin proponérselo mandan a un tercer plano a Alejandro Camacho, él no tiene un mal trabajo, solo que parece menos complejo el trabajo interno ante lo que ellas proponen.

Paulina Soto Oliver tiene el personaje del “botones” y genera una especie de “prólogo” en el sentido que plantea la textura del universo donde el texto de Sartre se desarrollará, genera un personaje con elementos fársicos que vuelve atractivo el inicio de la obra, pero lo extraño –que no depende de ella- está en que nada de esa propuesta vuelve a mostrarse.

La parte que provoca la reflexión en este montaje de A puerta cerrada es que algo raro ocurre en el equilibrio de los personajes, por una parte Guerra y Llabrés construyen con mayor contención, Camacho colocando un poco más evidentemente los estados de ánimo y el otro personaje que rompe la proporción.

A puerta cerrada de Sartre bajo la dirección de Singer es la oportunidad de ver a una actriz consagrada como lo es Blanca Guerra y a una actriz que, trabajo a trabajo, muestra que alcanzará las mismas alturas escénicas.

Las funciones son en el Teatro San Jerónimo hasta el 29 de diciembre, consulta precios y horarios, aquí.

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