Fotos: Alberto Hidalgo
Por Mariana Mijares/¿Vivimos realmente la vida que queremos vivir? O más bien, ¿la que otros nos han convencido que es la ‘correcta’? Con esta premisa, Straight, escrita por Scott Elmegreen y Drew Fornarola, muestra la incipiente relación de Dan (Erick Elías), un exitoso banquero, y Andrés (Alejandro Speitzer), un veinteañero a quien conoce en línea. Como cualquier nueva relación, ellos experimentan nervios, momentos raros y también algo de presión… y es que Dan no es como otros hombres gay; Dan tiene novia: Elsa (Zuria Vega)…
El montaje es dirigido por Manolo Caro, quien había colaborado previamente con Vega en No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (obra y película), además de la puesta Sin Cura, y con Elías en la cinta Amor de mis Amores.
Esta es la primera vez que Caro dirige un texto que no es de su autoría, pero logra hacerlo suyo (aunque se extraña su humor) y lo complementa bien con una escenografía que recrea el departamento del protagonista; y por medio de cambios de iluminación, y coreografías, logra ‘sexys’ transiciones de tiempo.
Las actuaciones resultan un tanto dispares; a Elías le falta desinhibirse, aunque de alguna manera esa inseguridad le queda bien a su personaje; Zuria resulta convincente y sutil como la ‘novia ingenua’, una estudiante de doctorado de bioinformática, y Alejandro Speitzer sorprende brutalmente por su evolución: física, corporal y actoral, que deja muy atrás sus trabajos previos en teatro: Vaselina (2013) o Aladino y la lámpara maravillosa (2012).
Como decía al inicio, la obra que se presenta de viernes a domingo en el Teatro Milán es sobre todo una oportunidad para cuestionarnos si verdaderamente estamos viviendo como queremos; o más bien, como nos dicta la sociedad. Porque aunque Straight se enfoque específicamente en el conflicto de un hombre que no acepta que es gay; este mismo tipo de dilema podrían experimentar los jóvenes que se ven obligados a estudiar, o a trabajar en algo que no les gusta solo por complacer a sus padres; o mujeres que acceden a tener hijos sólo porque es lo que se espera de ellas…
Straight es también una invitación a revisar qué tan normalizado tenemos los temas ‘de apertura’: porque que alguien lejano, o que un amigo sea gay; en definitiva no lo mismo a que, como mujer, aceptes que tu novio lo sea…
Precisamente este dilema recae en Elsa (Vega) la idealista científica que aspira a curar el cáncer y por tanto se nos presenta como una mujer muy inteligente; tanto, que por momentos hace pensar que quizá sí sabe que su novio es gay (lo descubre en una situación ‘extraña’ con un amigo); no obstante, le conviene más pretender que ahí no pasa nada; para así, poder continuar a su lado…
Alguna vez un amigo gay me dijo que la pregunta determinante para alguien que duda sobre si es o no homosexual debería ser: ¿disfrutas el sexo con alguien de tu mismo género; sale ahí tu ‘instinto’, tu verdadero yo? Porque si sí, no hay marcha atrás… Bajo una teoría así, Dan es definitivamente gay, aunque le cueste reconocerlo.
Pero precisamente esa duda, o el que haya gente ‘dentro’ del closet en pleno 2018, sería menos aterrador si no fuera real; pero es muy triste recordar que en el siglo XXI tantas personas, por una gran diversidad de circunstancias que podrían resumirse a ‘falta de apertura’ en una sociedad -o en una familia-, tienen que seguir viviendo una vida que no les llena.
Considero que ese es el mayor atributo de Straight -pese a su arcaico y muy cuestionable final (que no revelaremos)-: su valor está en que, aún cuando se cierre el telón de la obra, los temas que plantea seguirán siendo relevantes; para una charla de sobremesa, una profunda reflexión; u ojala, para que alguien despierte y decida cambiar el rumbo de su vida… Sólo tenemos una.
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