Por Saúl Campos/Tres fantasmas rondan el Teatro Helénico. No saben a ciencia cierta el porqué, pero están ahí. Sobre el escenario, dispuestos a tratar de recordar los acontecimientos que les hicieron perder la vida. El camino al final del recuerdo sin duda no será fácil, sin embargo, El Compiadre, El Compita y Este Güey, tratarán de indagar en medida de lo posible en su pasado para resolver por qué se encuentran aún entre los vivos.
César Enríquez vuelve a los escenarios para presentar una historia de fantasmas… muy a su estilo por supuesto, en Por jodidos y hocicones. Mataron a los actores, la historia de tres fantasmas de actores que en tiempos revolucionarios perdieron la vida, sólo que no recuerdan por completo ni su profesión ni el por qué perdieron precisamente la vida, esta será la clave para que nos permitan recordar una serie de situaciones actorales que interpretaban y las cuales los hicieron famosos entre la sociedad.
A través de estos pasajes, los actores nos van sorprendiendo con dejos de una inventiva maravillosa que construye escenarios y momentos gloriosos con la magia del teatro. La dirección de Enríquez es el acento perfecto para su propio lenguaje en dramaturgia, llevándonos por un camino entre el documental y el cabaret, dando pauta a situaciones políticas que reflejan una clara presencia en la cotidianidad mexicana.
Es justo este tema político el que nos permite presenciar una serie de desdichas con tintes cómicos que dejan ver la situación y el origen del teatro de carpa como una respuesta desde el arte ante la impunidad, las injusticias y los movimientos más oscuros del poder frente a las minorías y el pueblo en general.
Enríquez construye un mundo en el cual el dolor de la realidad es la fuerza para construir la honestidad del teatro en su mejor expresión, la franqueza y la calidad de las historias que a través de el se viven, se reclaman y que, a pesar de los intentos, no son sencillas de callar. Pero si sumamos un punto que vuelve a este montaje una pieza importantísima en la historia del teatro mexicano: Logra revivir el teatro de carpa en su más pura expresión. No el teatro de revista y picardía que tuvo auge en los 70’s y 80’s, sino ese auténtico arte revolucionario que cambió la forma de las representaciones en México, todo con un homenaje bastante acertado.
A nivel escenotécnico, presenciamos una auténtica obra maestra, en dónde la escenografía de Natalia Sedano, el vestuario de Brisa Alonso y la iluminación de Edgar Sánchez se suman por completo a la fantástica inventiva de Enríquez y construyen un mundo revolucionario que respeta cánones de la época y nos entrega una calidad visual que baila entre texturas y colores sumidos en el olvido y la desesperanza de las ánimas que los portan en escena.
Por Jodidos… es un auténtico canto de guerra ante la necesidad del arte para reclamar las injusticias de un mal gobierno que no desaparece… ni lo hará… hasta que su pueblo decida dejar de repetir su pasado, accionando en el presente. Verla es una obligación para entender la calidad que debe alcanzar el teatro mexicano, y aún más, quienes lo consumen.
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