Por Luis Santillán/ Álvaro Cerviño escribe y dirige Ofelia o la invención de la belleza, convoca a Félix Arroyo para que diseñe la escenografía e iluminación, quizá en mancuerna fueron depurando los elementos hasta dejar sólo aquellos que funcionan plenamente para ambientar el relato, se nota la atención y el cuidado, el espacio íntimo de un pintor existe sobre la escena; los objetos son aquellos que se requieren, no hay dobles en ellos, funcionan, y justo por eso se genera un “ruido” con la decisión sobre el elemento de mayor relevancia.
Las velas para calentar la sesión son reales, así lo es el fuego que poseen; las flores no son sustituto de algo sino realmente son flores, pero el agua, cuando es poca, sí es agua, sin embargo la de la tina es… sólo está en el campo de la imaginación.
Darling Lucas interpreta a Elizabeth Siddal, la célebre modelo que queda inmortalizada en la pintura de Ofelia, y muestra al personaje en su esplendor, con la fuerza y vitalidad que tiene al inicio de las sesiones para después llegar a ese personaje que ha enfermado, que se ha debilitado y de cierta manera se ha contagiado de los estados emotivos de Ofelia. Hay un trabajo corporal que permite la evolución del personaje de manera orgánica, su trabajo es la más logrado de la puesta en escena.
El texto juega con dos líneas, aquella donde los personajes recrean el proceso de creación y otra donde la creación (la pintura) es comentada. Alguien podría plantear que el autor trabaja a partir de disertaciones, pero el material está mucho más en el campo de la apreciación lectora porque los componentes de literatura dramática naufragan, quizá como texto leído tenga aciertos; en escena se tiene a dos personajes que inician en la cotidianidad del trabajo del pintor, pero que sucumben ante la palabra, y eso vuelve el ritmo lento, poco pasa sobre la escena y ese poco siempre está en lo que dicen los personajes y casi nunca en la acción. Es muy legible las intenciones del autor, pero da la impresión de que no logró hallar los elementos en conflicto o las contradicciones que le permitieran ir más allá de la exposición.
La dirección de Cerviño poco le favorece a su texto, hay decisiones raras sobre la escena, hay un énfasis en los objetos que hacen visualmente al pintor, hay un momento en el que para poder plasmar en la pintura el comportamiento del agua se usa un pequeño contenedor y se ilumina para ver los destellos, sin embargo todo lo referente a donde la modelo posa, “misteriosamente” debe ser imaginado; la enfermedad de la modelo –que para el autor parece relevante- se suscita por la temperatura, pero al no tener el elemento se apela a la magia del teatro, y podría ser, salvo que nada en la construcción del universo lo sostiene. Quizá no hay tina o bañera, quizá no hay agua porque no fue posible por cuestiones de producción o quizá porque es una provocación del director.
De ninguna manera un externo a la puesta decide qué debe estar en la escena, sin embargo, cualquiera puede leer los objetos que construyen el universo de representación y cuales no son consecuentes.
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