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NO TAN KOSHER: El error como premisa



Fotos: Cortesía Producción

Por Kerim Martínez/Pocas veces encontramos en cartelera obras que muestran personajes inmersos en la comunidad judeo-mexicana, un sector importante que tiene historias atractivas que revelar al resto de la sociedad. Desde 2011 la Fundación DAVAR se ha encargado de recopilar distintos textos agrupados en cinco espectáculos: In-pulsos, Frag/mentos, Prohibido desear, Sucedió en Polanco y la más reciente No tan Kosher. Estos montajes han sido dirigidos por expertos de la escena teatral mexicana como Enrique Singer, Alberto Lomnitz, Morris Savariego, Mahalat Sánchez, entre otros. Su sede principal: el Foro Shakespeare.

No tan Kosher está integrada por cuatro obras breves unidas a través de monólogos que la directora Angélica Rogel (El jardín de los cerezos, Happy, El juego de la silla) pidió a los dramaturgos para poder ensamblar su montaje. A partir del realismo surgen relatos, en su mayoría divertidos, que reflejan los errores humanos sin importar cuáles sean las creencias de los personajes. Los temas que presentan son universales: venganza, disputas familiares, celos, envidia, sueños truncados, etc.

La función inicia con Ojo por ojo de Jacobo Levy (El Gío, Eva y Adán), quizás la obra con más fuerza dramática, que presenta a los cuatro actores que interpretan todos los personajes durante poco más de una hora y treinta minutos. El dinamismo que posee arranca las risas de los espectadores y origina que se generen ciertas expectativas sobre lo que se verá más adelante. La trama expone a dos parejas que se encuentran en un restaurante donde compiten y se reclaman errores pasados para luego buscar un equilibrio en sus vidas.

La segunda ¿Gay o goy? de Sharon Kleinberg (Esperando morir, Suicídate langosta) revela un conflicto entre hermanos que se disputan la herencia del padre moribundo sin darse cuenta que también han heredado sus virtudes y defectos. La propuesta es sugerente pero el exceso de pausas dramáticas de los dos actores la convierten en una anécdota lenta y entonada en una pieza irregular. El personaje homosexual se convierte en una caricatura que no causa empatía ni con el público ni con su compañero de escena.

Una parte de mí de Hugo Yoffe (La paloma de la paz, La prueba) involucra a la concurrencia en una obra de diván donde aparecen los sueños ocultos del paciente y de su psicóloga. Aunque la premisa es seductora la dramaturgia es inconsistente; propone juegos de palabras que invitan a descubrir qué es lo real y qué surge de lo onírico; su planteamiento se extiende demasiados minutos para desembocar en un final poco atractivo que ni la dirección escénica logra rescatar.

Se concluye con El mensaje de José Appo (La azotea, Cena para noctámbulos) donde dos personajes, cuyo principal defecto es su escasa inteligencia, llegan a creer que uno de ellos podría ser el Mesías. Aquí, existe un juguete cómico encantador que entretiene al público y quizás lleve a que la mayoría guarde esta sensación antes de salir de la sala.

El elenco está conformado por Verónica Bravo (La metáfora de las aves, Asatia), Fernando Memije (¿Qué con Quique Quinto?, El Príncipe Ynocente), Mario Alberto Monroy (La estética del crimen, Hotel Malapata) y Diana Bovio (Forever young never alone, Los bonobos), actriz que sobresale por su frescura y comicidad. Los cuatro realizan un trabajo digno pero sus personajes se quedan en un esbozo falto de profundidad.

En la conferencia de prensa Bovio expuso que los actores no tenían mucha idea de lo que significa ser judíos pero creen que los caracteres que interpretan van más allá y pueden considerarse universales. Se puede observar lo anterior como una falla porque los dramaturgos (todos de origen judío) intentan retratar un universo donde se ríen de sí mismos y demuestran que el folklor judeo-mexicano es muy diferente a cualquier otro sector judío en el mundo. Si ellos se arriesgaron en esta búsqueda, los actores, de la mano de su directora, podrían encarnar personajes más verosímiles como los que algunos de estos dramaturgos proponen.

La escenografía está a cargo de Mauricio Ascencio que diseña un espacio sencillo y funcional, pero no atrayente; los muebles son visualmente pesados y una barra de luz blanca, manipulada con torpeza durante las transiciones, atraviesa el fondo del escenario e impide poner atención absoluta en los intérpretes. Conviene revisar algunos valores de producción para beneficio de la temporada.

En el programa de mano explican que el término Kosher se emplea para determinar la alimentación que los judíos deben tener con base en las leyes derivadas del Levítico y Deuteronomio. La expresión también se refiere a las acciones y actividades consideradas como apropiadas. Por lo tanto, No tan kosher muestra que esta comunidad también mete la pata de vez en cuando y qué mejor que el teatro para mostrarlo y buscar una cercanía auténtica.

Consulta precios y horarios de la obra, aquí.

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