Por Roberto Sosa/Etéreos como los recuerdos, como los fantasmas que habitan su casa. Lo impalpable lo transforma en escritura que llena las hojas en blanco. Ella es escritora, en su novela describe su juventud en Nueva York. Trabajaba para una editorial especialista en autores latinoamericanos cuyas obras no habían sido traducidas al inglés. Una falsa traducción del poeta mexicano Gilberto Owen le costó el empleo, no su obsesión por Owen.
Años después, en su casa en Tacubaya, casada y con dos hijos decide escribir su biografía. Con notas, citas y cartas reconstruye sus días y los del poeta en Nueva York, junto a personajes como Federico García Lorca y Duke Ellington entre otros. El relato tiene en Gilberto Owen (El Rosario, Sinaloa 1904 – Filadelfia 1952) a su figura principal. La dramaturga lo articula como narradora y protagonista de su propia historia.
La fascinación por el poeta es evidente para la autora y personaje de la obra. Owen fue un escritor y dramaturgo de padre irlandés y madre mexicana. Ocupó cargos diversos como diplomático. Con Salvador Novo, Celestino Gorostiza y Xavier Villaurrutia entre otros, fundaron el Teatro Ulises (fue el primer teatro experimental y vanguardista), al amparo económico de Antonieta Rivas Mercado. Murió en Filadelfia donde fue cónsul, tenía 48 años, estaba ciego debido a su larga adicción al alcohol. “Los poetas muertos son mejores que los vivos…”
Fernando Bonilla la hace suya, escribe, dirige y actúa (no puede sustraerse al magnetismo de Owen). El resultado es bueno, está bien logrado, sin embargo si dejara en manos de otro creador la dirección de la obra, el corolario sería mucho mejor. Su trabajo fue acertado como director de escena en la primera temporada (2013, Teatro Orientación), bajo su mando Joaquín Cosío, Haydeé Boetto y Cassandra Ciangherotti realizaron un magnífico trabajo. Ahora le hizo falta dejarse dirigir.
Las actuaciones son de Lourdes Echeverría, Meraqui Pradis y Fernando Bonilla. Las dos están magníficas, construyen, crean y matizan. Lourdes interpreta a la dramaturga, es la madre y esposa de otro escritor. Encarna a una amiga de ella cuando era más joven y se desdobla en otros personajes, excelente trabajo. Meraqui demuestra gran versatilidad, hace el papel de un niño, de joven escritora, un mayordomo y por momentos da vida al propio Gilberto Owen. Mutar sobre el escenario, nada fácil. Bonilla es Owen, el esposo y el falso traductor.
La puesta en escena es en dos frentes con la historia fluyendo por en medio del escenario. Se desarrolla con pocos elementos: una mesa, máquina de escribir, un sillón en un muro, en el otro una decoración. Del techo cuelgan libros. El vestuario conjuga el pasado con lo contemporáneo. Iluminación, Tenzing Ortega; escenografía y utilería, Elizabeth Alvarez; vestuario, Sandra Garibaldi; producción ejecutiva, video y escenofonía, Gabriel Zapata.
Los ingrávidos es obra de la escritora mexicana Valeria Luiselli, nacida en la Ciudad de México en agosto de 1983, hija del diplomático Cassio Luiselli, primer embajador de México en Sudáfrica; egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En 2008 se estableció en Nueva York para estudiar un doctorado en literatura corporativa, ciudad que la inspira para escribir la novela, versión que ahora se presenta en teatro. Puesta en escena donde están presentes la literatura, el pasado y los fantasmas.
La compañía Puño de Tierra la presenta en el Foro Lucerna de viernes a domingo, hasta el 25 de noviembre, consulta precios y horarios aquí.
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