Por Ro Tierno/ El teatro estilo isabelino de la Coordinación Nacional de Teatro vuelve a montarse en esta ocasión en la Plaza de la Música del Cenart. En este marco, la nueva Compañía Escuela Nacional de Arte Teatral se presenta con Los locos de Valencia, de Lope de Vega.

Este dispositivo escénico itinerante para plazas públicas, diseñado y construido por la CNTeatro, permanecerá durante tres meses en la Plaza de la Música. A partir del 3 de octubre, en este escenario debutará la nueva Compañía Escuela Nacional de Arte Teatral con el estreno de la obra Los locos de Valencia, de Lope de Vega, en la construcción de un puente entre el ámbito académico y el profesional

Gabriela Pérez Negrete, directora del ENAT, comentó que ya hubo otros dos intentos de sacar a flote esta compañía, en el 2000 y luego en el 2011, pero ambas con poco tiempo de vida. “Es la primera vez que la compañía se va a lanzar bajo el cuidado de muchos aliados, el maestro Ricardo Calderón y Enrique Singer”, expresó.

El montaje de Los locos de Valencia contará con la participación del actor Miguel Ángel López, integrante del elenco estable de la CNTeatro, cuya presencia, en tanto actor con experiencia profesional aportará una nueva dinámica, que involucrará a los jóvenes en un proceso de mayor y constante aprendizaje.

“Hay un momento en que entrar en la vida profesional no es tan sencillo. Poder poner en la mesa una compañía que pueda generar una frontera para el mundo profesional es muy importante, porque les vamos a permitir tener un proyecto profesional en las manos a nuestros mejores alumnos”, coemntó Negrete.

La idea de la compañía es trabajar un año con los mismos jóvenes, y cada año ir cambiando la dirección. Los montajes son orientados a que los egresados puedan experimentar lenguaje y elementos para incorporara en su nueva carrera.

Los locos de Valencia es una obra clásica del Siglo de Oro Español que trata sobre el amor y la locura. Contará con la dirección escénica del maestro Antonio Algarra, para quien esta nueva compañía reforzará las filas del teatro mexicano y conducirá de manera muy gentil el difícil paso que debe dar cada estudiante para ser un profesional del teatro en nuestro país.

“Los locos de Valencia de Lope de Vega ofrece la posibilidad de hacer teatro clásico para jóvenes actores, porque tanto en inglés, como en francés o en español, se trata de un estilo generalmente ligado a la belleza”, comenta Antonio Algarra, para quien hacer un montaje en La Corrala del Mitote tiene que ver con algo extra cotidiano en términos de actuación.

“En La Corrala se debe trabajar hacia afuera, magnificar las emociones y pensar en un público que estará al aire libre, ante la fuga y dispersión de sonidos, lo que requiere de una mayor energía vocal para el actor. Se trata de hacer un espectáculo que en su simpleza sea extremadamente atractivo, tanto visual, como auditivamente, para lo que cuenta con el apoyo y la música original de Alberto Rosas, así como con la coreografía de la maestra Evelia Kochen, aportaciones muy gratificantes”, afirmó Algarra.

La Corrala del Mitote fue construida por la CNTeatro en 2012. Cuenta con una estructura isabelina, inspirada en características similares a las del Teatro de El Globo en Londres y a las corralas de comedia en España, durante el Siglo de Oro. Su instalación, tanto en el Zócalo de la Ciudad de México, como en Taxco, Guerrero, durante Las jornadas Alarconianas y recientemente en la UNAM, dentro del Festival Shakespeare y Cervantes Viven, ha permitido a diversas audiencias vivir una experiencia similar a la que tuvieron los espectadores del siglo XVII.

El escenario itinerante La Corrala del Mitote recibe ese nombre a partir de su estructura, similar a la de los corrales, primeras construcciones utilizadas para la presentación de teatro en España; así como de la alusión que Bernal Díaz del Castillo realiza a la teatralidad de los mexicanos, al narrar una fiesta de acróbatas y enmascarados con danza y música en la plaza de Tlaxcala en su Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, donde consignó que la gente se refería al festejo y escenificación como “el mitote”, porque el mexicano que comenzaba entonces a hablar castellano decía que aquello que presenciaba no era un mito, sino un gran mito, es decir: un mitote.

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