Por Saúl Campos/En la Academia Welton, las más estrictas reglas deben cumplirse a la orden del día. La academia más seria y prestigiosa de Inglaterra. En el otoño de 1959, la generación más reciente se verá de cara a cara con un reto más grande antes de lanzarse a un mundo profesional: el Sr. Keating, un obstinado y excéntrico catedrático de literatura, y por cierto, exalumno de la institución. Las enseñanzas de este profesor voltearán por completo el rumbo del pensamiento de sus pupilos con la mayor lección que necesitan aprender: aprovechar el momento y vivir para alcanzar sus sueños.
Bajo la atinada y precisa adaptación de María Reneé Prudencio, del texto de Tom Schulman (Autor del guion original de la película del mismo nombre) y bajo la dirección de Francisco Franco, el Nuevo Teatro Libanés presenta La sociedad de los poetas muertos. Obra que, desde este momento, debería competir directamente en el corazón y memoria de los asistentes al teatro en México como una de las mejores puestas en escena de lo que va en el 2018.
En esta adaptación del filme que en su momento le diera a Robin Williams su segunda nominación al Oscar, la esencia de la cinta, que enamoró a toda una generación y continúa esparciendo su encanto con cualquiera que la ve, permanece como una de las historias más energizantes que se pueden presenciar para decidir abrir los brazos a aquello que queremos alcanzar y luchar por ello.
Alfonso Herrera, a quien no es necesario pedirle nos demuestre es un gran actor, pues su trabajo a lo largo de los años lo ha demostrado, logra entregar un personaje que se separa por completo del fantasma de Williams sin perder en el intento el carisma, gracia y fuerza que se necesita para desarrollar a un ser lleno de ambiciones y retos en búsqueda de ser para sus alumnos, ese adulto que a él le hubiera gustado tener como guía en su juventud. Una actuación franca que sin duda marca un parteaguas en la carrera del actor.
Lo anterior sin duda, es logrado por acción de uno de los mejores directores que puede presumir México: Francisco Franco. La poética y astucia que imprime para desarrollar el texto que se le entrega es simplemente alucinante. Transporta al espectador por una vía de emociones que se vuelve tan emocionante y bella que una simple transición logra ser un momento que uno desearía pudiera durar más gracias lo cuidado y certero del momento.
Franco lleva al resto de su elenco a un crecimiento actoral francamente invaluable. Nos entrega actores a quienes hemos podido ver anteriormente como Mauro Sánchez Navarro, Paco Rueda y Gonzalo Vega Jr., en un nivel escénico superior, que se ganan por completo a su auditorio con interpretaciones tan delicadas y con rutas emocionales precisas, que es inevitable sentir una empatía instantánea, perderse actuaciones tan cuidadas como las de Sebastián Aguirre y Germán Bracco es simplemente un error.
La magia termina de suceder gracias a una cuidada escenografía a cargo de Adrián Martínez Frausto, que suma claves entre la elegancia y dinamismo para dotar de precisión al aparato escénico en juego.
Sin temor de hablar de más. La sociedad de los poetas muertos, logra darle a la cartelera mexicana una adaptación nacional, que sin ningún problema podría tomarse como una obra de Broadway traída a los escenarios nacionales. Apuesta y pone una vara muy alta, incluso sobre las mismas producciones de la casa Ocesa, pero, sobre todo: es un deleite visual y una experiencia teatral que merece ser vista.
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