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LA HECATOMBE: Un suceso doloroso y sin conjeturas



Fotos: Roberto Sosa

Por Roberto Sosa/ Dejó cientos de muertos y heridos, miles de víctimas bajo el fuego de las armas. La plaza se tiñó con la sangre de jóvenes estudiantes; esa tarde el ejército disparó contra su propio pueblo, ese día de octubre el gobierno contuvo el movimiento estudiantil con una masacre. El daño habita en la memoria colectiva; una herida indeleble que después de medio siglo sigue sangrando.

En la ficción teatral dos personajes convergen en la antesala del infierno, “El noveno círculo, al fondo, sección: traidores a la patria…” Son dos exmandatarios ya muertos de la República de Huitzilan, esperan a un tercero comprometido en la matanza que aún vive, un anciano de 96 años con cuentas por saldar, la vida no le ha cobrado una factura pendiente. Los licenciados Diéguez, Flores y Covarrubias, se culpan, cuestionan y mofan de los sucesos. Uno gobernó antes, el otro durante, el tercero después de La hecatombe.

El texto es de Juan Tovar, propone desde la entelequia la reunión de Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez a cincuenta años de la masacre del dos de octubre en La Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Tovar reescribe un suceso doloroso y sin conjeturas. En tono de farsa la investidura presidencial es motivo de escarnio. La obra es con guiños a “El Infierno de Dante”.

Carlos Corona se da a la tarea de dirigir un texto con demasiada verborrea, dificultad que resuelve rompiendo lo retórico con acción, por momentos los diálogos son interrumpidos por una pareja de jóvenes que representan a estudiantes y atletas, contexto que se vivía en la capital del país en aquel inolvidable 1968. El movimiento estudiantil y los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México.

Las actuaciones son de Rodolfo Arias (Flores), Jorge Avalos (Diéguez), Emilio Guerrero (Covarrubias), Nalleli Montero (Beatriz) y Luis Arturo Rodríguez (Virgilio). Los primeros están bien caracterizados, vestidos con estilo y a la época. Jorge Ávalos encarna a Diéguez, es quien más se le parece a Díaz Ordaz; Rodolfo Arias y Emilio Guerrero dan énfasis y solidez a sus personajes. Nalleli y Luis Arturo se integran y redondean el trabajo actoral.

La hecatombe nos habla de un suceso brutal y sanguinario que desde la ficción nos regresa a un pasado doloroso. No es teatro documental, ni se trata de recrear las efemérides. Es una puesta en escena que desde la farsa y la comedia, versa sobre el ’68. En la escena están tres políticos que simbolizaron la represión y la agresión en contra de los jóvenes estudiantes. La disidencia estudiantil hoy hereda de aquellos su pensamiento, impotencia y coraje.

El teatro pone el dedo en la herida para no dejar de lado lo sucedido. Después del ’68 las agresiones del estado no pararon, en 1971 vino el “halconazo”. Con el paso de los años los ataques fueron contra la población civil: Aguas Blancas, San Salvador Atenco, San Fernando, Acteal… y los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Dos de octubre no se olvida y las otras tampoco.

La escenografía e iluminación son de Matías Gorlero; vestuario y utilería, Trama & Drama; vestuario y producción S. A. de C. V.; diseño, Estela Fagoaga.

Las funciones son en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural Universitario, hasta el 7 de octubre, consulta precios y horarios, aquí.

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