Fotos: Cortesía Cenart
Por Saúl Campos/Para la familia de Pedro Amado y Filomena, el Lago Sin Fortuna no es solo un punto emblemático del pueblo, mucho menos una simple fuente de trabajo para los pescadores de perlas. Es un monstruo que ha devorado a su familia y está pendiente de su siguiente ración de humanos esperanzados de una vida mejor. Cuando el lago comience a llamar a Filomena, su hermano deberá usar todo su ingenio para evitar que otra alma termine en el fondo del agua, en especial, otra de su núcleo.
Original de Daniel Davis, Hugo Arrevillaga llega al Foro de Las Artes presentando La Escafandrista, bajo la traducción y adaptación de Humberto Pérez Mortera y Nadxelli Yrízar. Una obra original, que llega como una de las joyas para cierre de año.
A través de la historia de una familia en medio de un lago de demonios personales que parecen ser heredados, Daniel Davis logra transportarnos a un punto de realismo mágico tan doloroso que se siente cercano. Davis explora entre metáforas bien logradas y paralelismos, temas tan directos como el alcoholismo y las relaciones conflictivas, con la misma facilidad que nos hace cuestionar sobre los límites del amor, aún cuando sea el más puro y sea de familia.
Para contar este cuento, Arrevillaga nos sumerge en el lago, con la sencillez escénica y agilidad a la que nos tiene acostumbrados. El director sabe que tiene entre manos una de esas historias que duelen, que calan por que conocemos un relato similar y lejos de ser condescendiente, prefiere ahondar en esas heridas para cautivarnos con la crudeza del recuerdo y la dulzura del texto, el resultado es bastante atractivo.
Las emociones que La Escafandrista esconde no son para nada sencillas, al contrario, exigen a sus intérpretes una ruta emocional tan amplia, que, sin duda, la mano de Arrevillaga es clave para que la contención y exposición no salgan de balance: el resultado es bastante cercano a lo que podría ser la perfección
Patricia Yáñez, a cargo de la hermana mayor Filomena, nos presenta un viaje de crecimiento emocional y madurez que vibra con cada nueva ambición que el personaje encuentra en su camino. La actriz logra proyectar la inocencia de una niña buscando crecer, enfrentándose a su feminidad, y a esa mujer que quizá absorbió demasiado rápido lo que la vida entrega en pequeñas dosis. Es esta exploración la que nos lleva a engancharnos por completo de la joven actriz, que consigue momentos tan precisos que se vuelven sencillamente inolvidables.
Mientras, su contraparte a cargo del hermano menor, Miguel Jiménez, nos entrega una actuación tan precisa y llena de una honesta inocencia, que nos permite ver por completo a ese niño travieso con una mente brillante y un corazón tan valiente que no le importaría sumergirse a lo mas profundo por quienes ama.
Jiménez es quizá uno de los actores jóvenes más talentosos de su generación y nos lo comprueba cuando además es autor de la música original de la obra, canciones perfectamente hilvanadas para el momento y que vibran nota a nota en escena.
Conforme va desplegándose la trama en el escenario, La Escafandrista, va llevándonos a un sitio tan oscuro de la naturaleza humana que solo necesita ser comprendido para mostrarnos la belleza que se puede obtener de ahí. Un montaje tan certero que emociona hasta las lágrimas y llena a quienes le son testigos.
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