Fotos: Alfredo Millán
Por Kerim Martínez/¿Realmente vivo como quiero vivir? ¿Se vive o se sobrevive? ¿Estoy a gusto con la persona que me tocó ser? Son preguntas difíciles de responder; pero si el espectador asiste a una sala de teatro y ve a un actor con estos cuestionamientos quizás pueda resolver el enigma.
Actualmente en cartelera se presenta en la Sala Xavier Villaurrutia del CCB Jimena Perrona, un monólogo escrito y dirigido por Emilio Urióstegui (El mercader de Venecia, El médico a la fuerza) con el sello de la compañía Teatro bajo tu piel. La obra ya ha tenido otras temporadas en La Capilla y la Sala Julián Carrillo.
Jimena es una mujer común y corriente que vive acompañada de sus perros: Sargento, Canela, Remigio, Murciélago, La Pelos y Toña. Los recogió en la calle y se encarga de ellos como si fueran parte de su familia; incluso los quiere más que a sus consanguineos, a los cuales guarda mucho resentimiento. Un día recibe una noticia que la llevará a aprovechar cada minuto para hacer cosas que nunca antes pensó.
Lisbi Cuéllar (Soldadera, Entre Diosas) interpreta a Jimena. Lo hace con soltura, gracia y mucho dominio escénico. Durante poco más de una hora expone a un personaje al que le cuesta interactuar con las personas por distintas circunstancias a las que se ha enfrentado, pero que vuelca su amor hacia los perros que ha recogido a través del tiempo.
La actriz hace gala de su voz, es su atributo principal; juega con ella, se aleja de la monotonía e involucra al público emocionalmente al crear un personaje que cuenta con diversos matices sonoros y una dicción impecable. Sólo está ella en escena, no hay utilería y sus animales son imaginarios; sin embargo, los mima constantemente y juega con ellos. El espectador entra con facilidad en esta convención.
La intérprete tiene una condición física extraordinaria; hay escenas con mucho movimiento donde pareciera que Jimena se sofoca pero casi de inmediato cambia la jugada y logra recuperarse para seguir con el relato como si nada hubiera pasado.
Urióstegui decidió contar esta historia con pocos elementos: una silla y un piso pintado en ocres. Logra un montaje pulcro con soluciones escénicas a favor de la historia. Aprovecha en todo momento el potencial de Cuéllar y se nota una fluida comunicación director-actriz. Hay momentos en que eligió sacar a Jimena del escenario para realizar alguna transición; sería mejor nunca dejar el espacio vacío (aunque lo haga brevemente), que el personaje siempre esté presente y que nunca salga de escena para evitar fugas de atención.
Jimena Perrona es el segundo monólogo en el que el director trabaja con una actriz. Anteriormente hizo una notable exploración dramatúrgica a través de La periodista (La Capilla) con Ana Cordelia Aldama en un espacio de menos de un metro cuadrado.
Con Jimena Perrona el dramaturgo juega con los géneros teatrales donde predomina el melodrama pero entona hábilmente la puesta en comedia; además, logra que la acción dramática cohabite con la narración: la actriz vive la escena pero al mismo tiempo hace rompimientos para ser narradora de su propia historia.
Resalta la creación sonora de David Rodríguez, que integra (en contadas ocasiones) estímulos auditivos precisos que ayudan al buen desarrollo del imaginario del público y que junto con el diseño minucioso de iluminación de Raúl Farías hacen que la experiencia teatral sea satisfactoria.
Jimena está sola, tiene miedo a los demás y se encuentra a la defensiva con ganas de lanzar mordidas a destajo. Ha perdido la confianza en las personas pero una situación límite la lleva a valorarse como mujer y a darse permiso de vivir como nunca. Valdría la pena conocerla y seguir su ejemplo.
Consulta precios y horarios de la obra, aquí.
