Fotos: Sergio Carreón Ireta
Por Luis Santillán/ Matías Gorlero, quien está a cargo del diseño de escenografía de Instrucciones para ir al cielo, propone un dispositivo de 3 niveles, con posibilidad para 6 espacios usados de manera simultánea (7 si se contempla el espacio ajeno a la estructura); el diseño de iluminación está a su cargo, de tal suerte que el uso del color y la luz enriquecen constantemente los contenedores de acción. El espacio es muy provocador de inicio. Ante la magnitud y las posibilidades que Gorlero ofrece la puesta en escena podría ser muy dinámica, caótica y así contener lo que en principio es la vida convulsa de una unidad habitacional.
La propuesta escenográfica tiene varios aciertos, emula el espacio reducido, el involuntariamente compartido, el que carece de intimidad; hay una provocación para que la creatividad llene los rincones y huecos, el uso de proyecciones se alterna de manera equilibrada con los objetos para que el ritmo no tenga complicaciones. Gorlero es claro y contundente con su propuesta.
Estela Fagoaga está a cargo del diseño de vestuario, lo más llamativo de su diseño es el uso del color, logra mosaicos emocionales a partir de eso, los relatos viajan en las prendas, dan matices a los personajes, condensa los bloques.
El relato de Magda y Tomás (él a partir de espiarla se enamora de ella y busca pretextos para acercarse, ella le muestra que el amor es solo un acto físico) es el mejor logrado, parte de eso es porque tiene el tiempo necesario para que la historia importe, parte porque Rocío Leal y Olaff Herrera construyen personajes empáticos, con contrastes y matices, ambos explotan al máximo el material que tienen.
El otro relato que tiene fuerza es el de Ana y Miguel (ella descubre que él en realidad no es su padre) porque la fuerza de atracción de los personajes está muy bien construida tanto por Ana Paola Loaiza como por Antonio Rojas, la contención en ambos vuelven electrizante el relato.
Ambos bloques se equilibran en el uso del espacio, los acentos que se tienen por medio del vestuario, el gran trabajo actoral, y son en sí lo que aspiraba a ser la propuesta completa.
Benjamin Cann hace la versión y la dirección. Tanto el texto como el montaje dan la sensación de premura. El texto es débil, la estructura de viñetas suma poco, pero hay elementos del material base que tienen potencia, da la impresión de que es necesario un mayor rigor para muchos bloques que no rebasan la exposición. En comparación con lo bloques logrados (Magda/Tomás, Ana/Miguel) que logran un cuestionamiento ético de varios elementos, los demás caen en la “incomodidad” moral. ¿Ese es el deseo autoral?
Instrucciones para ir al cielo quizá fue precipitada, por ejemplo, la forma en que se acciona del espacio es desafortunada, pocas veces se acciona como un universo múltiple, para la forma en que está resuelta la obra no es necesario un aparato de las dimensiones que tiene, es como si hubieran tenido pocos ensayos con la escenografía y no hubo exploración y comprobación en su uso.
La puesta en escena es pesada, quizá el ritmo mejore al paso de las funciones, sin embargo la creatividad de los encargados de espacio, vestuario y escenofonía (Federico Schumucler) devoran todo. Una obra puede fallar, eso es parte de la condición del teatro, sólo que en está ocasión parece ser muy pretenciosa la apuesta del director y nada en el resultado la sostiene.
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